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Muros sin Fronteras

Trump, el fabricante de basura

Cuantos más líderes republicanos y religiosos se rasguen las vestiduras en una coreografía de fariseísmo insoportable, más empecinado estará el votante de Donald Trump. La imagen que el millonario trata de proyectar, la del héroe antisistema agredido por el juego sucio del sistema, puede resultar atractiva para muchos indecisos.

Falta menos de un mes para las elecciones de EEUU (8 de noviembre). Las encuestas y la lógica favorecen a Hillary Clinton, pero tenemos los batacazos recientes, Colombia y Brexit, como recordatorios de los riesgos de la autocomplacencia. Lo impensable aún puede ocurrir.

Todos somos responsables de que un tipo como Trump tenga posibilidades de poner su dedo sobre el botón del arsenal nuclear de la primera potencia mundial en este tipo de armas. Pueden argumentar, y no sin razón, que los responsables son los norteamericanos, no los europeos. Aquí tenemos un Gobierno en funciones de un partido procesado que se dispone a gobernar de nuevo con el voto (y la abstención) de una mayoría. Tenemos la ola de xenofobia y neofascismo que recorre Europa. Es fácil ser antinorteamericano sin mirarse al espejo.

Escribí al principio “coreografía de fariseísmo insoportable”, algo que puede ser demasiado opinativo, incluso para este espacio. Para defender su pertinencia echo mano a la tesis de Paul Krugman, articulista del The New York Times y Premio Nobel de Economía de 2008. En su artículo de esta semana, titulado "Depredadores en armas", denuncia la doble moral de muchos republicanos y pastores religiosos, escandalizados por el sexo, pero muy permisivos en todo lo demás.

Antes de que nadie me zurre, una puntualización: lo repugnante de El Vídeo es la exhibición que hace el candidato de su abuso de poder. “Si eres famoso puedes hacer lo que quieras [con las mujeres]”. El presentador que le reía las gracias, Billy Bush (sobrino del presidente) ya ha dejado la cadena NBC. Vamos, que lo han echado. Trump sigue en la carrera.

Volvamos a las cuestiones que plantea Krugman (para quienes no quieran leerse el artículo antes enlazado). ¿No es más grave que llame drogadictos y violadores a los mexicanos? ¿No es más grave que criminalice a los musulmanes de EEUU y a los del resto del mundo y anuncie poco menos que pruebas de identidad religiosa para entrar en EEUU? ¿No es más grave que insulte a un héroe americano, como el capitán Khan, y utilice su muerte en Irak para atacar a Barack Obama y a Hillary Clinton?

¿No es mas grave que diga que fue un error no haber ejecutado a los cinco de Central Park pese a que las pruebas de ADN han demostrado que son inocentes? ¿No cree en la justicia, en la presunción de inocencia?

Donald Trump se ha especializado en convertir en mierda (titulamos basura por educación) todo lo que toca. Ha enfangado la política de EEUU, que quizá ya venía muy enfangada desde los tiempos en que el Partido Republicano intentó destituir a Bill Clinton.

Esta línea de los cinco de Central Park, un caso en el que los medios tienen mucho de que avergonzarse, se enmarca en el anuncio de nombrar, si llega a presidente, un fiscal especial que investigue a Hillary Clinton, para decir a continuación que la metería en la cárcel. ¿No es mejor esperar a ver qué averigua el fiscal y qué deciden los jueces? Son conceptos extremadamente peligrosos.

Krugman explica por qué no hubo una reacción entre los republicanos ante estos disparates. La razón es sencilla: porque están de acuerdo. Aquí un ejemplo en este artículo, titulado "La hoguera de la hipocresía", de la web conservadora National Review.

Trump volvió a mentir y rementir en el segundo debate, del que salió vivo cuando todo el mundo esperaba una implosión en directo. Tan mal lo tenía que pareció haber ganado. Hillary Clinton prefirió no correr riesgos y se mostró presidencial. El lenguaje corporal de Trump fue el de un tipo al que le gusta intimidar con su físico (mide 188 centímetros). No se quedó sentado en su taburete durante las intervenciones de su rival, sino que se movió por el escenario, a menudo invadiendo su espacio. No fue una casualidad, esa es la estrategia.

Éste es el lenguaje corporal del primer debate, así pueden compararlo.

Horas antes del debate del lunes, Trump presentó en rueda de prensa a tres mujeres que dicen ser víctimas de asalto sexual por parte de Bill Clinton y una cuarta que acusa a Hillary Clinton de haber logrado la casi absolución de su presunto violador. Son casos antiguos en los que no se pudieron probar en su día las acusaciones. En uno hay un detalle diferente: Paula Jones. Bill Clinton llegó a un acuerdo con ella pese a que no pudo demostrar en los tribunales sus acusaciones. Pagó 850.000 dólares. Esta utilización de las cuatro mujeres también ha enfadado a muchos republicanos, que consideran que Trump cruzó una línea roja (¿cuántas veces hemos oído esto de la línea roja?) en los usos de la política de EEUU. No solo dio la rueda de prensa sino que además las invitó como público. Forma parte de la intimidación: si me atacas con El Vídeo, mira lo que tengo aquí a mano.

Hillary tiene el argumento: soy la última esperanza frente al apocalipsis que representaría Donald Trump como presidente.

Te echaremos de menos, Barack

La guerra civil republicana, que enfrenta a Trump con algunas de las figuras históricas como el senador John McCain y otros, y con el líder de la Cámara de Representantes saliente, Paul Ryan, puede tener consecuencias en las dos cámaras del Congreso. En la que manda Ryan (que se renueva ahora en su totalidad) y en el Senado (se renueva un tercio). La razón por la que Ryan ha anunciado que dejará de hacer campaña por Trump es porque quiere evitar que los republicanos pierdan el control de las cámaras.

Si Trump gana habrá una purga masiva en las filas republicanas; si pierde, el partido puede quedar herido por muchos años. Como le sucede al PSOE, los republicanos han perdido el contacto con su base, que está muy dividida.

Un poco de música para terminar.

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