Caníbales

Contra el aspaviento

La reunión es en su baricentro. Es una empresa tan sana, tan buena en el buen sentido de la palabra buena, que han elegido la sede teniendo en cuenta el domicilio de todos los empleados buscando equidistancia (y cercanía al metro). A mí su baricentro me resulta territorio ignoto y me pierdo a la ida y me pierdo, también, a la vuelta. Hasta que mi coche se choca con un grupo de periodistas que acechan la rosa exangüe de Ferraz:

- Llevamos dos semanas esperando que alguno conjugue el verbo “abstenerse”. Dicen que “no descartan la abstención”, pero “abstención” es un sustantivo… abstracto, hueco, impersonal; “abstenerse” es una acción consciente, pensada…

- ¿Culpable?

- Yo no he dicho eso, compañera.

Le incomodo y desaparece. Me llega un whatsapp de mi madre:

- Acuérdate de comprar plastilina para los deberes.

- ¿Plastilina o plastelina? –pienso.

¡Plastilina!”. Mi madre se formó con respeto al lenguaje, su versión es siempre la correcta. Hace más de treinta años que nos enseñó, ante las payasadas de mi hermano, el significado de “histrionismo”.

“Histriónico” no es sinónimo de “teatral”. Sospecho que los que critican la “teatralización de la política” ignoran la exactitud de la ficción y jamás han visitado un diccionario.

La ficción puede ser verdad. El histrionismo suele ser aspaviento.

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Dejo la plastilina en casa, delego los deberes y corro a un preestreno sin alfombra roja ni aspavientos. Gracias a mis amigos es la segunda vez que veo La próxima piel, ganadora de cuatro premiazos en el Festival de Málaga. Al salir me atrapa una certeza: “la mejor película española del año, y apenas se va a ver”. Y otra: si fuera una peli canadiense (o sueca), los medios líderes1 llevarían meses insistiendo, “es una joyita, hay que verla”; y nosotros, intelectuales obedientes, estaríamos ya en la cola. Pero no es canadiense, así que lo digo yo: “hay que ver La próxima piel. Este fin de semanaLa próxima piel”.

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¿Por qué? Porque es una película extraordinaria, con un guión minucioso, preciso, que, contando un drama, crea un thriller y, desde el thriller, construye verdad. Porque es una peli que escuece: cuestiona, mira y pregunta: “¿Y si no sabes quién eres?”.

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Un niño desaparece en medio de la nieve. Nueve años después, su madre lo recupera y, con él, recupera su pasado y su futuro. Pero… ¿es su hijo? ¿Aceptan ese pasado? ¿Tienen ese futuro?

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Isaki Lacuesta e Isa Campo (directores y guionistas) han creado junto a Fran Araújo (coguionista) una historia eterna, una historia que todos llevamos dentro porque habla de lo que tememos y de lo que amamos, de lo que elegimos olvidar y de lo que nos gustaría inventar.

Lo hacen con talento y con respeto por su historia: aíslan a sus protagonistas en un pueblo del Pirineo; los tratan como los va a tratar la vida: sin piedad; les dejan que sean personas y no personajes (ambiguos, confusos, perdidos, engañándose a sí mismos como hacemos todos…); les hacen vivir sin más (llorar, perder, emborracharse, reír, querer, odiar, anhelar, temer...). Y les dan, también, claro, otra oportunidad.

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A la mañana siguiente le doy la enhorabuena a R. “La peli me ha vuelto a deslumbrar”. Y le recuerdo la frase de David Gilmour, un autor que él me descubrió: “la segunda vez que ves una película es, en realidad, la primera. Tienes que saber cómo acaba para poder apreciar lo maravillosamente que ha sido pensada y realizada desde el principio”.

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Hace ya muchos años que aprendí que el talento verdadero siempre inquieta. Inquieta estoy, inquieta sigo: han pasado tres días y no he abandonado los Pirineos; repaso diálogos, miradas, dudas... No descarto volver este finde y verla por tercera vez. ¡Venid!

Michelle Obama y los niños prodigiosos

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1. ¿Se es líder si nadie te sigue? 2. Fran Araújo dirigió El rayo, una película que se ha visto poco y que enseña la España vacía que en las grandes ciudades ignoramos en todos los sentidos (desconocemos, ninguneamos). Otra película de sorprendente y extraordinaria verdad.

El rayo

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