Nacido en los 50

Tiempo de fariseos

El Gran Wyoming

Mientras que el PSOE copa las portadas por aquello que ha hecho, a Podemos se las dan por aquello que no ha hecho.

Es un pequeño matiz que define la baja calidad informativa que disfrutamos, consecuencia del pequeño resquicio de democracia que nos otorgan los poderes fácticos a los que servimos. No los partidos a los que votamos. Como muy bien se encargan de recordarnos los líderes del PSOE cuando tienen que deshacer sus propias decisiones tomadas democráticamente, sirviendo a los intereses de terceros, no estamos en una democracia directa sino representativa. Lo que se vote es intrascendente, ya será interpretado por quien corresponda. Uno puede votar al PSOE para que gobierne el PP. A esta estafa también la llaman democracia y dicen que se arregla con pedagogía: es ahí donde entran los medios de comunicación.

Hablan de división interna, de críticos, de comités, de renovaciones internas, de la militancia, de la disidencia, de la disciplina, pero nadie habla de su único capital, sus votos. Sin los votos no serían nada. Y han demostrado ser tramposos, no tener palabra. Sólo dicen la verdad cuando afirman que unas terceras elecciones serían nefastas para ellos. Claro que sí. Sería muy difícil que a estas alturas alguien se creyera que concurren a las elecciones generales para arrebatar el Gobierno al PP ya que la mayoría absoluta les queda lejos y no están dispuestos a aliarse con otros, porque no quieren o, lo que es más triste, no les dejan. Alguien se imagina el resultado si dijeran la verdad: que se abstendrían en una sesión de investidura y que no pactarían con Podemos ni admitirían la abstención de los nacionalistas. Tal vez quedarían convertidos en un grupo residual porque el votante lo que desea es que su elección sea efectiva, o sea, ganar o, en su defecto, que el voto represente su manera de sentir, su ideología. Algo que sigue siendo importante para muchos ciudadanos porque, aunque estos señores sacerdotes de la democracia representativa no lo crean, en este país todavía queda gente honrada.

Resulta que no era Ciudadanos sino el PSOE la opción del ÍBEX 35 para que el cambio que ansiaba la mayoría de la población –que sacó muchos más votos que la opción que nos va a gobernar, digan lo que digan los medios de comunicación todavía sabemos sumar– no sucediera. Ciudadanos era el señuelo, la maniobra de despiste. Ahora se entiende la incomprensible exclusividad que el PSOE otorgó a Ciudadanos a la hora de negociar. Nadie entendió aquel flechazo. Para justificar esa intransigencia previamente había que demonizar, criminalizar al socio con el que sus propios votantes les empujaban a pactar: Podemos.

Ahí entraron los medios de comunicación en tromba. Recuerdo cuando Manuela Carmena dijo que era muy difícil gobernar cuando no se tiene a ningún medio de comunicación de tu lado y salieron indignados calificando esas palabras como dignas de un líder de dictadura bolivariana –que, por cierto, no hay ninguna–, defendiendo su independencia y proclamando que los medios de comunicación no están del lado de nadie. ¡Manda huevos!

Y sí, pudo haber desaciertos en las formas, pero eso no es lo importante, a no ser que se anden buscando excusas. También el PP ha dicho una y otra vez que el PSOE está del lado de ETA y pisotea la memoria de las víctimas sin que esto sea un inconveniente para ponerles al frente del Gobierno. Con un pequeño matiz: esto es falso, lo del terrorismo de Estado, por desgracia, no, y varios cargos, incluidos el ministro de Interior y el secretario de Estado para la Seguridad, fueron condenados por ello. Barrionuevo, Vera y Sancristóbal, a diez años de cárcel; Francisco Álvarez, Miguel Planchuelo y José Amedo, a nueve años y seis meses; Ricardo García Damborenea a siete años. También fueron condenados cinco policías más. Claro que sacar esto no viene a cuento a la hora de hacer amigos, pero no debe servir de excusa para evitar sentarse a hablar. Los excesos verbales de los dirigentes pueden ser un inconveniente, pero nunca una imposibilidad. Los votantes trabajan todos los días y esperan soluciones y que dejen de hurtarles derechos y servicios que les pertenecen.

Para justificar la continuidad del Gobierno del PP había que criminalizar a través de los medios de comunicación al que todos creíamos que sería el socio de Gobierno del PSOE, la formación Unidos Podemos y sus confluencias, que ya gobernaban juntos en ayuntamientos y comunidades autónomas.

La constatación del ejercicio de manipulación en el que se ha convertido la información es una muestra más de la abolición progresiva de derechos fundamentales sin los que el sistema democrático carece de sentido.

La maniobra es sencilla y burda.

Se pide a los movimientos que nacen de la indignación de los ciudadanos ante la inoperancia de los que ostentan el monopolio de la acción política que se alternan en el poder, y que dicen representarles, que se integren en la democracia formal y dejen de convocar algaradas y concentraciones en calles y plazas, que expongan sus posturas en el marco de la política parlamentaria para que sus demandas sean efectivas y se demuestre cuál es su fuerza real. Se les pide que luchen con las mismas herramientas que el resto de los partidos políticos y que dejen de atribuirse la exclusiva representación de la voz del pueblo. Aceptado el reto, contra viento y marea, sin financiación ilegal, sin soporte económico de las grandes corporaciones y la banca –que tanto ha apoyado a los partidos tradicionales para tenerles cercados, domesticados, a su servicio, convirtiéndoles en rehenes gracias a unas deudas descomunales que siempre quedan pendientes de cobro–, esas fuerzas emergentes que brotan del descontento, la humillación, la rabia y la explotación logran un éxito espectacular, impensable en nuestra depauperada democracia aunque lo cuenten de otra manera y por reiteración les coloquen el sambenito de "vieja política" sin llegar a estrenarse. Mala opinión tienen de sí mismas estas fuerzas tradicionales si a lo que de malo ven en las nuevas formaciones lo tachan de "vieja política", de reflejo de lo que ellos ya son.

Una vez aceptado el reto y conseguido el objetivo de formar parte del llamado arco parlamentario se procede a su exterminio por la vía de la criminalización. Convertidos en malhechores, en elementos antisistema prototerroristas, su aportación a la gobernanza del país queda automáticamente descartada en tanto constituyen el principal enemigo de la democracia y la libertad: "Son autoritarios". Por activa y por pasiva los diferentes portavoces de la "gestora" lo afirman de forma categórica: es imposible una alianza con ellos. Sólo queda la abstención.

La reciente protesta de un grupo de estudiantes en la Universidad Autónoma de Madrid que impidió dar una charla a Felipe González y a Juan Luis Cebrián, actos que se han producido en numerosas ocasiones a lo largo de estos años, se ha convertido en un número circense mediático que no debió ocupar más que un espacio razonable, proporcional a la trascendencia de los hechos. Sin embargo, ha copado durante varios días portadas, informativos televisivos y de radio, editoriales, debates y artículos de opinión, y todo ello con un solo fin: criminalizar a Podemos.

La opinión mediática ha sido unánime: los estudiantes que boicotearon la charla de Cebrián y González en la Universidad Autónoma de Madrid son "fascistas". Ya no son energúmenos, ni exaltados, ni radicales, como en las anteriores ocasiones, ahora son fascistas. A las portadas de la prensa de la derecha tradicional que van por libre se suma con una vehemencia inusitada su nueva incorporación, el diario El País, ya que su presidente era uno de los dos ponentes. Todos coinciden en mayor o menor grado en que detrás de las protestas está Podemos así que ya saben, dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí. Ya tenemos la consigna a seguir: Podemos representa al nuevo fascismo.

A estas acusaciones se suman destacados líderes del PSOE señalando sin recato a Podemos como instigador y responsable de los hechos, olvidando cuando se indignaban porque el PP insinuaba, sin llegar a pronunciarse de manera tan directa e indigna a como hacen ellos ahora, que los socialistas pudieran estar tras las protestas que sufrió en su día Aznar. Ahora PP y PSOE forman parte de un mismo coro. Tienen un enemigo común.

Nunca se ha dado tanta importancia a este tipo de acciones. Es más, como consecuencia de la represión policial a los actos de protesta que se montaron con motivo de la presencia de Aznar en la Universidad Autónoma de Barcelona, el mismo presidente del Gobierno fue declarado persona non grata por esa universidad. También su delegada el Gobierno Julia García Valdecasas y la propia policía nacional. Era el año 1999. ¡Cómo han cambiado los tiempos!

Criminalizar al rival. Con eso queda justificada la supuesta gobernabilidad de España y la abstención. Esta debe ser la "mucha pedagogía" a la que hacían referencia los miembros de la gestora cuando decían que los españoles entenderían su abstención para facilitar el gobierno de Rajoy.

Antes, estas acciones llevadas a cabo por un grupo de jóvenes universitarios no tenían mayor recorrido. Ahora sí. Son de una trascendencia capital. A los carteles del acercamiento de presos se les llama pancartas pro-ETA. A las alusiones al terrorismo de Estado, difamaciones. A los tumultos, violentas agresiones de las que, por cierto, nadie salió herido.

El PSOE se ha encargado de inhibir los millones de votos que pedían el cambio.

El lunes el PP celebraba alborozado una victoria que no le dieron las urnas, que se manifestaron en sentido contrario. Dicen que la abstención no es apoyo, pero no dicen lo que es: una estafa. Ni quito ni pongo rey…

Policía política (II)

Toca la hora de la pedagogía con la que los que se llaman socialistas deben explicar al personal las cosas de la "alta política", es decir, convencer a la gente de que no son recaudadores de votos de la derecha aunque el efecto sea el mismo.

Toca pedagogía y a los líderes de Podemos buscarse un abogado, como a los 300 sindicalistas pendientes de juicio para los que piden cárcel: Fernández Díaz, con la abstención del PSOE, sigue de ministro al frente de su policía política.

¡Y la gente votó mayoritariamente cambio!

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