Caníbales

#Bookporn

Habíamos quedado a comer una actriz, una abogada y yo, que no sé lo que soy. Cuando llega la actriz (extraordinaria actriz, extraordinaria persona, y, sí: famosa) empiezan a tratarnos de forma ridículamente obsequiosa. Tan radical es el cambio que nos ponemos a hablar de la fama en los tiempos del móvil. Ya no se piden autógrafos a la gente que admiras: se roban fotos a la gente que te suena para colgarlas en busca de likes.

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Tristan Harris, la conciencia de Silicon Valley, explica que los creadores de apps y servicios son camellos sofisticados: diseñan su software para crear adicción. Un like instantáneo y preprogramado hace que uses la aplicación con más frecuencia (el like como dopamina).

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Nosotras a lo nuestro: intentando entender por qué hay tanta afición al selfie (y al #foodporn).

– ¿Y tú qué subes a instagram?- me pregunta la abogada (sabe que no tengo cara ni espíritu de selfie).

– Fotos de libros que me han gustado. Pierdo seis o siete seguidores cada vez…

Se hace un enorme silencio.

– Perdón, perdón por leer.

Mis amigas se parten, pero he ofendido a una editora que come en la mesa de al lado. Nos conocemos de las redes: ella jamás recomienda libros, pero es adicta al chocolate. “Que no te juzgo”, susurro. No me cree.

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Ese mismo día, leo a Gilles Lipovetsky: hemos ganado la libertad de elegir y hemos perdido la libertad de no tener opciones; vivimos en una sociedad ligera (placer, turismo, bienestar, tecnología) pero la vida es un peso; para vivir en este mundo de selfmedia y massmedia hace falta educación.

Internet no educa a nadie. Y el futuro no lo hace Facebook ni las máquinas, el futuro lo debe preparar el Estado. Es la escuela lo importante”.

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– Y tú, que eres tan lista y tan intensa- se alza la editora-, ¿qué opinas del Nobel a Bob Dylan?

– Los Nobel son premios privados, que hagan lo que quieran.

– ¿No estás absolutamente a favor o radicalmente en contra?

Qué pereza el maniqueísmo, con lo enriquecedores que son los matices.

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– ¿Y si cambiamos el hashtag #booksofinstagram (que parece el de una dinastía extinguida) por algo más obvio? Como el de la gastronomía. ¿Qué tal #bookporn?

La editora se pira. Así que yo me arrogo su papel y recomiendo a mis amigas dos novelas extraordinarias:

– Aquí estoyAquí estoy, de Jonathan Safran Foer. Un autor que tenía la vida aparentemente perfecta, casado con una escritora, hijos, casa ideal en Brooklyn... Se acaba de separar, como su protagonista, y lo cuenta con ironía y conocimiento de causa... Todos sus personajes son inseguros, frágiles y peleones; tan reconocibles que dan ganas de invitarlos a cenar...

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“¡Eres el enemigo!”, le grita Jacob a su mujer, el primer y último grito en dieciséis años juntos. El enemigo con el que has tenido hijos, que te quiere y te conoce, que no te admite excusas fáciles y te dejará sin grandes dramas, sólo porque la felicidad es incompatible con la satisfacción.

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– Basada en hechos reales, de Delphine de Vigan, otra de esas escritoras (como Yasmina Reza y Amélie Nothomb) que usan el francés sin piedad, para desnudarse y desnudarnos. Reconoce la inspiración en Misery y yo veo también mucho de Mujer blanca soltera busca, pero la historia ahonda más: una escritora, ella, trata de escribir un nuevo libro después de su gran éxito y el autosabotaje le resulta tan tentador que… Suena intenso, pero es un thriller psicológico apasionante y lleno de verdades.

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“Era capaz de sabotear yo misma todo a cuanto tenía apego, de destruirlo todo para no tener nada que perder”.

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Hablamos de otras cosas. Trabajo. Contratos. Terapias. Ejercicios. Perros. Camas. Niños. Nos reímos mucho. Al salir, el jefe de sala se despide sólo de la actriz. Nos reímos más. Y luego corremos porque el finde está lleno de responsabilidad: supervisar deberes, sembrar felicidad, desarrollar proyectos, encontrar espacios, hacer teatro… Y leer, claro.

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