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Cuento de Navidad

La semana que termina en Navidad ha sido la de Montoro, cuyo Ministerio es el único que no juega a la lotería y siempre tiene premio. Por precisar, 80.000 euros por cada décimo del gordo premiado con 400.000.

En realidad, Hacienda es el poder político esencial, el núcleo vital que la organización gubernamental misma, porque en sus manos está la capacidad de quitar y poner el dinero que los demás en el gobierno necesitan para hacer su trabajo. Un ministro o un concejal proponen, pero es el dios fiscal el que dispone. Los avances en política cuestan, y es la Hacienda Pública quien determina cuánto a nosotros ciudadanos y cómo a los gestores de la cosa pública. Las políticas fiscales siguen marcando la diferencia, dando contenido a la ideología.

Y con ellas, los gobiernos que debieran administrar el bien común muestran sus principios o su falta de ellos y suelen apretar al enemigo.

En estos días en que hay tanto dinero en la garganta de tantos, tanta felicidad lotera en la tele y en la radio, tanto “compartir” que se nos vende desde Loterías, me acuerdo de las inspecciones de Hacienda a adversarios políticos o a críticos -actores o periodistas, por ejemplo- o del trato a la cultura como bien de consumo, o de las dificultades de Hacienda -lo dicen los inspectores- para meter mano al fraude y conseguir que pague más el que más puede.

La última de Montoro es el toque que le habría dado a Mendez de Vigo, que en su primera comparecencia parlamentaria se comprometió a impulsar una ley de mecenazgo, para que no se ande enredando con esa cuestión. Por alguna misteriosa razón -evidentemente ideológica- el actual ministro de Hacienda se mantiene en el empeño de que este país siga sin tener una política de apoyo eficaz a las organizaciones y fundaciones que suplen a menudo con más voluntad y sacrificio que éxito, el papel del Estado en la ayuda a los demás y el progreso de la investigación o la educación. Se asfixia a la cultura, se recorta en Investigación y Educación y se tapona la posibilidad de que se obtengan fondos por la via del mecenazgo.

Está muy bien que el PSOE arranque de Rajoy compromisos sobre pobreza energética o subida del salario mínimo. Son avances, por supuesto, por mucho que se cabree Podemos o muestren despecho los sindicatos. Y aunque sea poco, algo se mueve (demostrando, entre otras cosas, la oportunidad perdida por aquel dirigente socialista llamado Pedro Sánchez de influir con resultados en la política de verdad).

Pero el resorte que habría que tocar es la Hacienda. La política que habría de cambiar es la fiscal. Los avances esenciales deberían llegar por esa vía.

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Montoro, para su desdicha -o quizá le guste, vaya usted a saber- es como el Mister Scrooge del Cuento de Navidad de Dickens, el malo que no nos deja disfrutar del tiempo de felicidad, el avaro que se queda con parte de nuestro esfuerzo y nos limita la ilusión del premio de la lotería. No quiero hacer espoiler, pero casi todos sabemos qué pasa con el sujeto al final del cuento. Los actores de la vieja y la nueva política deberían tenerlo en cuenta y buscar que su presión o su influencia ablandar el corazón del malo. Que aunque esté demostrado que Hacienda no lo tiene, seguro que hay alguna forma de llevar su política por otro camino.

¿No ha conseguido la Unión Europea que los bancos tengan que pagar a sus “clientes” lo que les cobraron de más por aplicar la cláusula suelo?

Pues eso, que Feliz Navidad.

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