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Buzón de Voz

Rajoy y la 'posverdad'

Si nos ocupáramos más de las siguientes generaciones y menos de las siguientes elecciones, la noticia de 2016 quizás habría sido que se trata del año más cálido jamás registrado, o que las temperaturas en el Polo Norte son cinco grados superiores a la media histórica, o que este mismo jueves el Instituto Meteorológico noruego comunicaba que el aire en el Ártico alcanzaba valores 25 grados más altos de lo normal hasta situarse muy cerca del punto de deshielo del cascote polar. Las consecuencias del galopante proceso de calentamiento global para nuestras vidas y las de nuestros hijos son de tal magnitud que su evidencia científica debería provocar la prohibición de presentarse a las elecciones a ningún partido o dirigente que no esté dispuesto a tomarse en serio la amenaza y a combatirla.

Pero no. En esta era de la posverdad nos escandalizamos por la victoria de un aparente tarado en las elecciones norteamericanas mientras aquí seguimos escuchando constantemente discursos negacionistas. Decretar medidas contra la contaminación que ennegrece el cielo de Madrid es cosa de happyflowers y pijoprogres, en palabras de influyentes analistas de medios conservadores que hacen la ola a portavoces políticos que insisten en calificar de “ideológicas” esas medidas. (Como si alguna decisión política no fuera ideológica o como si las convicciones fueran incompatibles con el respeto a la realidad). Tal argumentación denota una concepción religiosa de la política, es decir incapaz de plantearse ni por un momento la posibilidad de no tener razón. O bien un desprecio olímpico hacia la inteligencia del prójimo. O ambas cosas.

Para Mariano Rajoy, que acaba de hacer balance de 2016, este ha sido “el año de la incertidumbre, de los hechos sin precedentes, de las decisiones inesperadas y de los sobresaltos políticos”. Partiendo de esa descripción (bastante ajustada para España y buena parte del extranjero) se comprende que para él la noticia del año sea precisamente que sigue en la Moncloa, devolviendo a España la certidumbre, la estabilidad, lo previsible… “Hemos confirmado que la sociedad española huye de fanatismos y radicalidad”, proclama Rajoy, encantado de la cosecha recogida sin haber movido un músculo. Si acaso la única anomalía para el presidente consiste en que se haya tardado diez meses en recuperar “el sentido común” que le permite seguir gobernando (aunque ahora sea en minoría asistida).

No ha encontrado Rajoy motivo alguno para la autocrítica. Sigue instalado en su posverdad: España crece más que ninguna otra economía europea y lo peor de la crisis está superado. Lo dice el mismo día que conocemos que las pensiones pierden capacidad adquisitiva por primera vez desde 2012, y que la subida del 0,25% para 2017 (cuando se agotará el fondo de reserva de la Seguridad Social) con una inflación prevista del 2% según el Banco de España supondrá una nueva ‘devaluación’ de las pensiones. Mientras no se acepte la realidad de que el empleo precario no genera ingresos suficientes para la caja común no habrá forma de salir del agujero del que sólo se libran las rentas más altas.

Amigo íntimo del refranero, para Rajoy lo importante de las cosas no es cómo empiezan sino cómo terminan, y lo cierto es que arrancó el año con sólidos indicios de un cambio político (lo que él llama un “bloqueo histórico”) para acabar en una abstención del PSOE que evitó unas terceras elecciones (lo que él denomina una “colaboración histórica”). Se declara “moderadamente optimista” y convencido de que podrá gobernar cuatro años gracias a los acuerdos que va hilvanando con los socialistas, aunque matice que su “socio preferente” (pero no suficiente) sigue siendo Ciudadanos.

Negarle a Rajoy el éxito (para sí mismo y para su partido) de su estrategia inmovilista (“lo mínimo que se le puede pedir a una estatua es que se esté quieta”, decía Dalí) sería tan absurdo como negar el cambio climático (lo que hacía su primo ‘el científico’). Pero se puede ver también de otra manera. Del mismo modo que el calentamiento global avanza por la ausencia de medidas eficaces que lo frenen, las fracasadas políticas neoliberales continúan al timón por la incapacidad de construir una alternativa sólida que seduzca a una mayoría suficiente desde el ámbito progresista.

Matando a besos la socialdemocracia

A lo largo de este 2017 iremos comprobando a quién asisten más razones para estrategias que hasta ahora han provocado divisiones internas en PSOE y Podemos y frustraciones colectivas, e iremos conociendo hasta qué punto las luchas de poder se disfrazan de debates ideológicos o en qué grado los sectarismos y clientelismos tan instalados en nuestra arquitectura política contaminan a los ‘nuevos’ partidos con tanta saña como a los ‘viejos’.

Ha sido el año de la incertidumbre, de los hechos sin  precedentes y de las decisiones inesperadas. Sí. Pero todo puede empeorar. Si quienes abrieron las expectativas de cambio profundo piensan más en las siguientes elecciones que en las siguientes generaciones, facilitarán, cada cual a su manera, la continuidad en el poder de quienes realizan balances del año sin apenas mencionar la gigantesca corrupción o sin aportar una sola idea para renovar un modelo constitucional con síntomas de agotamiento.

P.D. Ha elegido Fundeu ‘populismo’ como palabra del año. Entre las finalistas estaban también ‘posverdad’ y ‘cuñadismo’, términos emparentados por la demagogia y el engaño masivo, rasgos que también han definido el año que termina. El mejor antídoto es una información independiente y fiable. Lo intentamos modestamente en infoLibre gracias a socios y lectores, a quienes deseamos que 2017 sea para tod@s el mejor año (hasta ahora) de nuestras vidas.

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