Muros sin Fronteras

Te echaremos de menos, Barack

Queda una semana y un día para el inicio del fin del mundo. Se va Barack Obama, llega Donald Trump. Saltamos de un mundo desordenado y peligroso a otro al que se añade un tercer factor: la imprevisibilidad. No es bueno que lo imprevisible reine sobre miles de cabezas nucleares y armas convencionales y sobre decisiones que pueden provocar un agravamiento en la larga recesión de 2008, aún no terminada para el 99% del planeta. O invertir años de tímidos y lentos avances en el freno del cambio climático. O sobre los derechos sociales, la igualdad de la mujer y las minorías.

Pasamos de un presidente cuyos discursos superaron a sus acciones a otro que está más pendiente de guerrear en Twitter, lanzado en una cruzada contra quien no le rinde pleitesía que en tratar de comprender una realidad compleja más allá del plató de televisión en el que vive. Es El Show de Truman.

No seamos pesimistas: si contra Franco vivíamos mejor (una de la frases más lúcidas de la Transición) puede suceder con Trump. Los personajes excesivos y autoritarios despiertan la inteligencia de los inteligentes, los sacan del sopor del acomodamiento, o de la cobardía, y los sitúan al frente en la batalla de las ideas.

Es una excelente noticia que un personaje de guiñol movilice en su contra a tantos actores, cantantes, escritores, deportistas, guionistas, humoristas, periodistas e intelectuales, a personas que por su proyección pública tienen capacidad de influir en el imaginario popular y ayudar a movilizar a corto y medio plazo a la sociedad civil. Es urgente no rendirse, abonar el terreno para el regreso a la cordura en cuatro años.

Esto sucederá si los demócratas de EEUU proponen a alguien que enarbole valores, no solo intereses. Seguro que hay cantera más allá de los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren.

Obama ganó las elecciones de 2007 como el candidato de los principios, de la ilusión, del Yes We Can. Fue el primer presidente negro en llegar a la Casa Blanca, un hecho extraordinario cuyo impacto real podremos medir en 15 o 20 años, cuando los niños que han crecido con él en la Casa Blanca lleguen a puestos de decisión en empresas, colegios o la política.

Una de las enseñanzas es "CON estudio, trabajo y coraje se pueden conseguir las mayores metas". Quizá esta sea la contribución de Obama: hacer creer más allá de los límites a millones de personas que aún no han llegado a los titulares.

Debajo del sabor amargo de la decepción que deja una presidencia que ansiábamos redentora, que nos sacara de la derrota moral del bushismo y de la guerra de Irak, cuyas consecuencias se extienden a Siria, se va un presidente honesto, maniatado durante seis de sus ocho años por un Congreso en manos republicanas. Tiene más sombras que luces.

Entre sus éxitos están el acuerdo nuclear con Irán y el deshielo con Cubadeshielo con Cuba, ambos al pairo del presidente tuitero, y el ObamaCare en el punto de mira de las aseguradoras. Quizá algún día, si esta civilización evoluciona, se vea con el mismo escándalo que produce la esclavitud, que la comida y la salud sean el negocio de unos pocos.

Entre los fracasos destacan Siria y LibiaSiria. Algunos le apuntan la retirada de Irak, que estuvo mal planificada, pero olvidan que el repliegue formaba parte de los acuerdos alcanzados por la saliente Administración Bush con el gobierno de Al Maliki en Bagdad. También podríamos achacarle el incumplimiento de cerrar Guantánamo, pero debería compartirlo con un Congreso militante. Al menos se acabó la tortura como política de Estado y se han puesto en libertad o trasladado a terceros países algunos de los presos mantenidos sin juicio durante años, algo que contraviene todos los tratados internacionales.

Ahora llegan Trump, los hackers rusos y Putin, una alianza que durará lo que tarde el Kremlin en equivocar un tuit. Dos macho man en el ring. Aunque se besen, esto no puede acabar bien; demasiada testosterona. Confiemos en la inteligencia del líder ruso. Al menos, él sabe lo que quiere.

'La la Trump'

Entre las luces de Obama está el estilo, la aparente decencia y normalidad encarnadas por Michelle Obama.

Entre sus sombras, los drones y la maquinaria de matar que no ha dejado de actuar en estos ocho años. Debería devolver el Nobel de la Paz, como debería devolverlo la birmana Aung San Suu Ky. Y tantos otros.

No ha sido el Obama que esperábamos, se nos ha quedado corto, pero lo será cuando pasen los meses y los años de trumpismo tóxico que nos espera. Quizá llegue a cotizar entre los grandes, con los Kennedy, Roosevelt, Lincoln, o quizá, no, Pero estoy seguro de que le echaremos de menos.

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