Muros sin Fronteras

'La la Trump'

Debería proponer a mis jefes de infoLibre llamar a este espacio ‘La La Trump’, o Trumpistán; algo que  advierta al lector de que su autor ha entrado en un bucle y no sabe escribir de otra cosa. Iniciamos la cuarta semana de presidencia triunfal metidos en una montaña rusa (con perdón) político-emocional que, de seguir así, acabará con el buen tino de cualquiera.

La necesidad de escribir sobre lo que ocurre en EEUU tiene dos razones. La principal, que lo que allá suceda será determinante para todos. La segunda es que están sucediendo muchas cosas, la mayoría de ellas preocupantes. Lo que está en juego, y no es una frase hecha, es la esencia misma de la democracia estadounidense.

Les recomiendo este vídeo del profesor experto en religiones, Reza Aslan, nacido iraní y estadounidense por voluntad. Habla sobre la cuestión de fondo, de lo que está en juego con la prohibición de la entrada de EEUU a los nacionales de siete países de mayoría musulmana.

Si les ha gustado, deben ver esta otra intervención en un programa de televisión de la inefable Fox News. No tiene desperdicio.

Uno de los riesgos de informar a todas horas sobre Donald Trump, de sus salidas de tono y de sus tuits injuriosos, es caer en su juego de los "hechos alternativos", las matanzas que nunca sucedieron, los insultos a jueces y las descalificaciones de los medios de comunicación, a los que considera "el partido de la oposición", es decir, todos menos la Fox News de sus amigos Sean Hannity, Bill O’Reilly y Roger Ailes, ex presidente de la cadena, que tuvo que dimitir acusado de acoso sexual.

Resulta muy interesante esta reflexión de James Warren, director de Poynter.org: “Are Journalists Overreacting to Donald Trump?”. La revista Vanity Fair, uno de los puntales en la critica al presidente, subtitula la reproducción del texto de Warren con una advertencia para todos: “The mainstream media may be losing credibility by jumping at shadows.

El riesgo es banalizarnos, airear lo accesorio, entrar en el reality show como unos personajes más, ser la única oposición ante unos partidos, demócrata y republicano, que parecen noqueados por el tsunami naranja. Han concentrado sus esfuerzos de oposición en la polémica Besty DeVos, que finalmente logró pasar el control del Senado por un voto, el del vicepresidente Mike Pence, que rompió el empate. DeVos será secretaria de Educación.

Sobre los asuntos de fondo, el racismo y la islamofobia, nadie se atreve a pronunciarse, de momento. Salon pedía estos días un republicano valiente.

En una función de combate político, el periodismo se malogra: pasa a ser parte. En las trincheras se pierde el cuadro general. La resistencia debe ser civil, desde la calle y desde las instituciones; los periodistas no combatimos, solo informamos de lo que no quieren que se informe. Nuestra arma es el prestigio que da la honestidad.

Lo que se ve en estos días en Bucarest, las manifestaciones masivas contra la corrupción, podrían ser una imagen habitual en EEUU en unos meses. No hay que descartar nada, ni siquiera una huelga general. Pero es esencial recordar que a Donald Trump le votaron 62,7 millones de estadounidenses; ellos deben estar contentos con lo que a los demás nos alarma. Las divisiones en EEUU son cada vez más profundas, afectan a familias y amigos.

Cuatro semanas después de la inauguración trumpista a la que, según él, asistieron millones de personas pese a que las fotografías mostraban lo contrario, seguimos persiguiendo las sombras. Pero detrás de esas sombras vienen los elefantes

Lo esencial es que esta presidencia se ha instalado en un mundo paralelo en el que se cree inmune a la crítica, a la verdad y al control. Hay síntomas altamente preocupantes, como el de un presidente con ínfulas de autócrata, que se cree incontrolable. La batalla con el poder judicial será una de las claves de esta presidencia.

EEUU no es una empresa del imperio Trump que se mueve a capricho del emperador Donald; es un país complejo que se rige por normas centenarias y procedimientos que han sido aprobados por el Legislativo. Existen equilibrios entre poderes y existe, sobre todo, una sociedad civil. Con el Congreso anestesiado, Trump se siente capaz de cuestionar todo, hasta la independencia de los jueces.

En la madrugada del miércoles (hora española), la Cámara de Apelaciones de San Francisco se mostró escéptica ante los argumentos del Departamento de Justicia, que trató de justificar la orden ejecutiva que prohíbe la entrada de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana. No parece que la Corte vaya a cambiar su posición inicial de apoyo al dictamen del juez James Robart. Se espera sentencia en unos días.

En este país nadie pide perdón

El siguiente paso, suceda lo que suceda, será el Supremo, donde el presidente Trump quiere situar al juez conservador Neil Gorsuch en sustitución del fallecido Antonin Scalia. De momento, Gorsuch no se ha alineado con las tesis de Trump. Ha dicho que los ataques del presidente a los jueces resultan “descorazonadores” y “desmoralizadores”. Es cierto que debe andar con tiento porque aún tiene que superar la aprobación del Senado.

El Supremo lo componen nueve jueces. Los ocho actuales se dividen por igual entre conservadores y progresistas, pero no siempre votan como dictan las trincheras.

Siempre nos quedará la elegancia de Lady Gaga y sus mensajes subliminales en hora de máxima audiencia.

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