Qué ven mis ojos

Pierda quien pierda, gana Rajoy

“Ser generoso es permitir que a tu adversario le haga también más fuerte tu victoria."

Lo que pasa también define a quienes lo miran y, dependiendo de si lo ocurrido les satisface o les incomoda, lo lamentan, le plantan cara o se resignan ante ello: “Lo que sucede conviene”, dice el budismo, y aunque lo repitió Shakespeare en una de sus obras, no todo el mundo lo tiene tan claro. Tras un fin de semana en el que se han celebrado los congresos del PP y Podemos, es interesante ver cómo ante un resultado idéntico, la victoria rotunda de sus líderes, Mariano Rajoy y Pablo Iglesias, los mismos que sostienen que en la Caja Mágica se dio una imagen de unidad y firmeza, afirman que en Vistalegre se santificó el caudillismo, se le cerró la puerta a la democracia y se produjo la aniquilación de la corriente crítica del partido. La matemática del cinismo es una ciencia elástica, funciona de ese modo: dos más dos es igual a depende de las circunstancias y de quién haga la suma.

En Podemos, el triunfo abrumador de su secretario general certifica que su programa es el que mejor representa los deseos de cambio de sus seguidores, esos a los que en algunos medios se llama despectivamente “sus inscritos”, salvo que se confirme que todos ellos son marionetas, los han narcotizado o sufren algún tipo de alucinación colectiva, tal y como parecen sugerir quienes les afean su voto. Pero en medio de las batallas no hay tiempo para la reflexión, sólo para la acción, y ahora es el turno de la propaganda de guerra, los mensajes lanzados como octavillas sobre el enemigo y los intentos de desestabilización. Es innegable que el gran derrotado de Vistalegre ha sido Íñigo Errejón, un número dos que cada vez estaba más lejos del uno, que no entendió que una cosa es manejar una dirección bicéfala y otra que media águila trate de volar hacia el norte y la otra media hacia el sur, y ante el que se presenta un futuro resbaladizo, porque quien nada y guarda la ropa, cuando vuelve a tierra firme camina pisando charcos. Y lo malo es que a la hora de mojarse los pies uno siempre está solo, porque muchos de los que lo jaleaban camino de la plaza, en cuanto pintan bastos se meten al burladero y, si lo han visto, no se acuerdan. 

                    

Iglesias se ha apresurado a decir que mostrará “humildad” en el triunfo y que “Íñigo debe estar en la primera línea, porque no es solo alguien cuyas ideas representan algo muy importante en nuestra formación, sino que es uno de los políticos más brillantes de nuestro país.” Incluso el propio afectado, lejos de dejarse narcotizar por los cantos de sirena que le empujaban a dimitir, pidió sobre el propio escenario de su derrota “integración” y “pluralidad.” No está nada claro si Errejón podrá seguir como portavoz del grupo en el Congreso, como quieren con malas intenciones sus rivales, en la derecha, porque así podrán usarlo de caballo de Troya en los plenos, y en el PSOE, porque a la fuerza ahorcan y si antes soñaban con que Errejón fuera el Susana Díaz de Podemos y derrocase a Pablo Iglesias, ahora quieren que sea otro Antonio Hernando, es decir alguien que, una de tres: o no está de acuerdo con lo que tiene que transmitir, o no lo estuvo cuando transmitía justo lo contrario o le da igual ocho que ochenta: se mueve uno, no la silla.

Hay analistas cuya tesis es que tanto la emergencia de Errejón como su hundimiento benefician a Ferraz, siempre y cuando la llave de la sede no vuelva al bolsillo de Pedro Sánchez. Según esas hipótesis, la victoria del segundo de a bordo de Podemos hubiese arriado las banderas moradas y su aparatosa caída también beneficia a los socialistas, porque dicen que la organización se ha radicalizado y que ahora a las personas de centro izquierda o moderadas, que son las que deciden las elecciones en España y en casi todas partes, no les queda otra alternativa que el PSOE. Y eso que aún no sabemos de qué PSOE estamos hablando, ya que su ejecutiva está por decidir. Aunque, eso sí, los mismos que acusan a Iglesias de haber dado un ultimátum a sus bases –el “o gano o me voy” aprendido de los tiempos en que Felipe González amenazaba a los suyos con esas mismas palabras–, se apresuran a repetir la fórmula con sus propios militantes: los partidarios de Susana Díaz y Patxi López alertaron, todos a una y una para todos, de que renacerán de sus cenizas… salvo que se produzca una victoria de Sánchez en las primarias de mayo, lo que situaría la organización “al borde de la ruptura” y “haría imposible cualquier posibilidad de recuperación.” Para rematar la jugada, también lanzaron una advertencia al Consejo Ciudadano de sus rivales: si Errejón no sigue de interlocutor en el Parlamento, “se quedarán solos y sufrirán las consecuencias de su aislamiento.” Una actitud tan poco democrática como la de un clásico de la nueva intransigencia, el vicesecretario de comunicación del PP, Pablo Casado, que repite lo de siempre: “con Podemos hay poco que hablar, nosotros hablaremos con Ciudadanos, el PSOE y Coalición Canaria.” Ya lo saben los millones de ciudadanos que les dieron su apoyo en las urnas: para unos son la gente; para los otros, no existen.

En el congreso de Vistalegre no estaba en cuestión el liderazgo, sino la ideología, como prueba que Iglesias fuese refrendado también por el voto anunciado de Errejón y sus fieles. En el de la Caja Mágica, tampoco. Rajoy no tiene rival y las urnas han dejado claro que puede equivocarse cuanto quiera, mentir una y otra vez o llevar las riendas de un partido envenenado por la corrupción, porque nada de eso le va a pasar una factura que no pueda pagar. En el estrado presumió de la herencia de Aznar, es decir, de Rato, Rita, Matas, Mato, Trillo, la Gürtel y demás tesoros. Y tras su paseo militar del fin de semana, escribió en las redes sociales que “rechaza los populismos”, él que preside una formación llamada Partido Popular, y los combate "con la verdad y con ejemplaridad.” Y claro, de ahí a ovacionar a la alcaldesa de Valencia tristemente fallecida, no hubo más que un paso. Mientras tanto, los empresarios de la Comunidad que gobernaron ella, los Camps, Fabra o Rus, siguen confesando que financiaron ilegalmente a su partido. Y la ex ministra Ana Mato se sentaba en el banquillo. Y se daban a conocer más detalles de la trama de saqueo y enriquecimiento llevada a cabo por el antiguo vicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato. Y el juez del caso Púnica atribuía al presidente de Murcia tres delitos de cohecho, fraude y revelación de información... “Nosotros somos eficaces”, dijo Mariano Rajoy. A la hora de llenar y vaciar cajas fuertes, desde luego.

Desde hace dos días, está muy claro quién lleva el timón en el PP, en Podemos y en Ciudadanos. Falta por saber quién lo hará en el PSOE, donde las espadas están empezando a desenvainarse. Por ahora, todo sigue igual: pierda quien pierda, gana Rajoy. Y eso habla muy mal, sobre todo, de quienes compiten contra él, si es que de verdad se puede uno oponer al mismo al que avala. Pura esquizofrenia, mires donde mires.

Más sobre este tema
stats