Caníbales

La sencillez y lo extraordinario

Empezamos hablando de úteros. No tenemos ese tipo de amistad que exige contarse cuándo y cuánto nos viene la regla, sino el respeto, la admiración y las ganas que engendran una conversación inteligente y sin censuras, hasta que aterriza en experiencias ginecológicas que jamás habíamos compartido.

– Tengo que extirparte el útero- me dijo muy seria.

– Pero estará ahí para algo, ¿no?

– A ver, si no te lo quito te mata.

– ¿Y si me lo quitas…? ¿Qué pasa?

– Si te lo quito, el intestino se queda sin apoyo y puedes tener problemas de incontinencia fecal…

– ¿Cómo?

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Se abre la veda y repasamos las gélidas mamografías en las que te aplastan la teta, te la retuercen, te la descolocan…

– El otro día leí que antes las mujeres eran víctimas del matrimonio y ahora son víctimas del divorcio. Yo creo que, sobre todo, somos víctimas del silencio: no nos contamos.

– A mí lo que me molesta es que otros nos cuenten siempre en modo binario: o cursis o tíos con tacones.

– Yo a veces me levanto en medio de una novela y le grito al autor: “¡No tienes ni puta idea de quién soy! ¡Ni puta idea!”.

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Todo nos interesa y pronto entramos en el cine, en esas tres pelis pequeñas que –aún protagonizadas por hombres– cuentan historias que podrían ser las nuestras.

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El cine norteamericano de este año nos ha enseñado lo que es crecer pobre, hijo de yonki, gay y negro en un barrio de Miami (Moonlight). O en un pequeño pueblo de Massachusetts, sin mucho más horizonte,  que pasarte de revoluciones y de coca, y asumir las consecuencias (Manchester by the sea). O pobre, puteado por los bancos y por la mala suerte, en un pueblo de Texas (Comanchería), intentando que la pobreza no se contagie a tus hijos con la misma contundencia que el color de los ojos. Son tres pelis sencillamente extraordinarias y extraordinariamente sencillas.

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 – La sencillez empieza a ser excepcional- dice la más lista del grupo.

– La sencillez es revolucionaria- completa la rebelde.

– Y el mejor marketing es la calidad- dice la ejecutiva-, pero nunca van a hacerse ricos.

– ¿Y qué si nos han conmovido?- pregunta la más sensible.

La más leída nos lista de las tres preguntas que, según un libro de David Mamet (Bambi contra Godzilla), debe contestar toda película.

 

  1. ¿Quién quiere qué de quién?
  2. ¿Qué pasa si no lo consigue?
  3. ¿Por qué ahora?

Son preguntas que valen para la vida.

– Es que las mejores pelis son las que están vivas- otra vez la lista, que es experta en hacer frases y fan absoluta de ‘Comanchería’, aunque se emociona contándonos la historia de los creadores de ‘Moonlight’.

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Dos tíos que, con un año de diferencia, crecieron en el mismo barrio de Miami, fueron al mismo colegio, tuvieron experiencias parecidas con sus madres drogadictas… A uno, el director y guionista Barry Jenkins, le salvó el deporte: consiguió una beca y en la universidad descubrió el cine; al otro, el dramaturgo Tarell Alvin McCraney, el teatro que encontró en un centro cultural público. Entre los dos han contado una historia que ya no es la suya, pero sí es la nuestra.

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Las calles, otra vez

Dice también Mamet que todos somos contadores de historias, pero que sólo los polis y los escritores tienen claro que todo el mundo miente. Yo añadiría a los psicoanalistas, los que mejor saben que nos mentimos, sobre todo, a nosotros mismos.

Y, mientras tanto, el gran estreno español de este finde es El guardián invisible, la adaptación de Dolores Redondo que dirige Fernando González Molina. En una entrevista en El Español, Fernando explica algo esencial: “Sólo soy un gran espectador”.

Otro extraordinario.

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