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A la carga

El juego del retrato

A mí me parece lógico que los socialistas estén molestos con el anuncio de moción de censura realizado por Podemos. La moción, que de tener éxito supondría formar un gobierno nuevo, llega con el PSOE en pleno proceso de primarias, sin un líder que represente al partido. Es evidente que ahora mismo el PSOE no está en condiciones de sentarse a negociar algo así. Pero quizá la razón principal de la molestia sea, una vez más, las formas. En lugar de haber preparado el terreno con reuniones previas en las que se explorara de forma tranquila y sin la presión de los titulares la posibilidad de sacar adelante la moción, consensuando un programa y un candidato, la moción se presentó de forma unilateral, no avisando antes al socio sin el cual la iniciativa está abocada al fracaso.

En realidad, el anuncio de la moción de censura de Podemos parece destinado no a desalojar a PP, sino a obligar al PSOE a “retratarse”. Los tres contendientes a las primarias socialistas han dejado muy claro que no quieren saber nada del asunto y el presidente de la Gestora ha escrito (con un estilo penoso) una carta pública muy agresiva dirigida a Pablo Iglesias. Podemos espera, de este modo, hundir aún más la imagen del PSOE, ya muy desgastada tras la abstención que permitió la investidura de Rajoy y que recientemente ha sufrido un nuevo golpe al constatarse que, efectivamente, había una fórmula alternativa, con el PNV, de formar una mayoría sin necesidad de que los socialistas se abstuvieran vergonzantemente (para lo cual estos tuvieron que dar un aparatoso golpe palaciego y echar al primer secretario general elegido por la militancia).

Me gustaría detenerme por un momento en esta estrategia consistente en obligar al rival a “retratarse” políticamente. Se trata de un juego pueril y cortoplacista, que sólo contribuye a ahondar la desconfianza mutua entre dos partidos que se necesitan para constituir una alternativa al gobierno de la derecha, según vengo argumentado desde hace ya más de dos años en infoLibre.

En realidad, el anuncio de Podemos no es sino el último episodio del juego del retrato. En esta ocasión los socialistas son los perjudicados, pero no debe olvidarse que ellos también han jugado duro en el pasado. Tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015, mientras se celebraba un simulacro de negociación entre Podemos y el PSOE, este último avanzaba en secreto en el pacto con Ciudadanos, pacto que presentó a Podemos como hecho consumado con el fin no de formar gobierno, sino de obligar a Podemos a retratarse. Si el PSOE hubiera querido formar gobierno, habría intentado o bien una negociación a tres con Ciudadanos y Podemos (es muy improbable que hubiera surgido un acuerdo de ahí) o con Podemos y los grupos nacionalistas (los números sí daban entonces). Desde el momento en el que Podemos se “retrató” votando en contra de la candidatura de Pedro Sánchez, el PSOE encontró un arma muy efectiva para responsabilizar a Pablo Iglesias de la continuidad de Rajoy, con el consiguiente desgaste político para el líder de Podemos.

A su vez, los socialistas consideraron que presentar el “hecho consumado” del pacto con Ciudadanos era la respuesta adecuada a aquella desgraciada rueda de prensa protagonizada por Iglesias en la que anunció, mientras Sánchez se entrevistaba con el rey, que él asumiría la vicepresidencia del Gobierno, sin que Sánchez e Iglesias hubieran mantenido una conversación al respecto.

En la parte baja del ciclo de movilización

En fin, a estas alturas las dos partes tienen buenas razones para sentirse agraviadas por el rival. Me imagino que los dirigentes más dogmáticos tanto de Podemos como del PSOE creen que son los otros quienes tienen una mayor responsabilidad, pero debe reconocerse que ambos partidos han hecho cuanto ha estado en su mano para que no surja una alternativa de izquierdas a Rajoy. No es de extrañar que el sectarismo se haya apoderado de las dos fuerzas políticas, que no paran de despotricar contra el rival sin reconocer nunca una falta propia.

No sé muy bien cómo se puede reconducir esta situación. El primer paso, no obstante, parece claro: abandonar de una vez el juego de obligar al otro a “retratarse” (sobre los pactos parlamentarios, sobre la moción de censura, sobre las elecciones francesas, sobre  el terrorismo yihadista, etc.). En lugar de tanta toma de posición, no estaría de más que fueran pactando iniciativas legislativas y explorando la posibilidad de acuerdos amplios que conduzcan en algún momento a la constitución de un gobierno progresista.

Aunque en general me resisto a otorgar mucha importancia al liderazgo, creo que en este caso la mediocridad y cortedad de miras de los dirigentes del PSOE y de Podemos constituye el obstáculo  principal para que nos desembaracemos de una vez del gobierno corrupto del PP, pues está claro (así lo muestran todas las encuestas) que los votantes de la izquierda prefieren un gobierno que cuente con el apoyo de Podemos y del PSOE a un gobierno del PP. Ninguno de los dos partidos está actuando en consecuencia; optan por una política de gestos (Podemos recurre a la provocación, el PSOE a la dignidad herida) con el único fin de robarle votos al rival, algo muy alejado de lo que demanda el votante progresista, que es librarse de la vergüenza democrática que produce la continuidad del PP en el poder.

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