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Cinco ministros provocan el mayor rechazo entre dirigentes del PP

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Hace unas semanas, en un corrillo informal con periodistas, el presidente del Gobierno sostuvo que su intención es no tocar su Gabinete y continuar con el mismo equipo con el que comenzó la legislatura hasta que toque convocar de nuevo elecciones generales. Todo ello, salvo que un cambio o un recambio lo haga absolutamente "imprescindible", dijo. A día de hoy, para el Gobierno, hay dos cuestiones que podrían provocar este escenario: la candidatura a las elecciones europeas y la candidatura a la Junta de Andalucía. Unas cuestiones a las que Mariano Rajoy, según sus propias palabras, no ha dedicado "ni un minuto".

Este blindaje de Rajoy a sus ministros no supone, no obstante, que todos ellos gocen del respaldo de sus compañeros de Gobierno, y menos del PP, la formación que sostiene al Ejecutivo. No es un secreto que desde la victoria en las generales de 2011, la brecha entre la Moncloa y el PP se ha agudizado. En el partido lamentan tener que dar la cara por las políticas de recorte aprobadas por Rajoy ante la escasez de explicaciones por parte de su Gabinete; y en el Gobierno se quejan de que los escándalos de corrupción que afectan a la formación ensombrecen su acción y condicionan su agenda.

Junto al barómetro oficial, que mide la temperatura de aceptación de los miembros del Gobierno de Rajoy en la sociedad –las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)– en el PP hay unanimidad a la hora de valorar a los ministros que el presidente escogió en su día para llevar a cabo su primera legislatura. Las fuentes consultadas ubican a la cabeza de los más impopulares puertas adentro del PP a los titulares de Educación, José Ignacio Wert, e Interior, Jorge Fernández Díaz.

También han generado más de un dolor de cabeza al partido los responsables de Exteriores, José Manuel García-Margallo; Hacienda, Cristóbal Montoro, y Economía, Luis de Guindos.

A continuación se repasa a los ministros peor valorados dentro del PP y los argumentos que esgrimen los dirigentes a la hora de no darles el aprobado. Está por ver si en los próximos meses, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, se une a este grupo. Todo depende de la forma en la que maneje el futuro de la reforma de la Ley del Aborto. Y es que en el PP, a día de hoy, desconocen hasta qué punto ha influido el exalcalde de Madrid en el borrador inicial y qué grado de intervención han tenido Rajoy y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.

1. Wert: el ministro de la ley que no gusta al PP

Mariano Rajoy depositó en José Ignacio Wert la misión de llevar a cabo una de sus principales promesas electorales: la reforma educativa. El recorrido de este texto, ya publicado en el Boletín Oficial del Estadono ha estado exento de polémica. Este debate ha sido azuzado, entre otros asuntos, por las polémicas declaraciones del ministro en lo relacionado con las becas y las ayudas al programa Erasmus.

Los esfuerzos del presidente del Gobierno a la hora de defender a este sociólogo sin carné del Partido Popular han sido en vano. Pese a que en público toca cierre de filas, destacados dirigentes del partido lamentan, en privado, que la reforma legislativa de Wert dista bastante de lo que sería una reforma del PP. En todo este proceso, las mayores resistencias han estado en el seno del Grupo Parlamentario Popular y la aprobación de la ley no ha apaciguado las aguas.

Las fuentes del PP consultadas sostienen que el principal problema estribó en la distribución y clasificación que se hace de las materias integradas dentro del bloque de Humanidades en el Bachillerato. Concretamente, con el hecho de que el Griego fuese una asignatura optativa para estos alumnos. ¿En qué situación vuelven a quedar las lenguas clásicas? Los alumnos de primer curso de Bachillerato de la rama de Humanidades han de cursar las siguientes materias troncales: Filosofía, Latín I, Lengua Castellana y Literatura I y Primera Lengua Extranjera I. Un menú que después han de completar con otras dos asignaturas optativas. Dirigentes del PP no entienden que una opción educativa "claramente enfocada al ámbito lingüístico y filológico" no establezca el Griego como materia obligatoria. Lo mismo opinan de la asignatura de Historia, a la que califican de "residual".

El malestar del partido con esta nueva ley llegó a tal punto que los consejeros de Educación de las comunidades autónomas que gobiernan lograron, en una reunión en la sede nacional del partido, que algunos de sus puntos no sean de aplicación en el curso 2014-15, el primero en el que está previsto la entrada en vigor.

Al margen del la ley en sí misma, en el PP critican lo precipitado del ministro en sus declaraciones. "Poco acostumbrado a la política, Wert se caracteriza por decir ante los micrófonos lo primero que se le pasa por la cabeza. Y eso en política siempre es un problema porque tenemos un plus de responsabilidad", subraya un diputado. Entre estas expresiones destaca aquella en la que se definía como un "toro bravo que se crece con el castigo". O aquella en la que definía el Congreso de los Diputados como "una jungla". "Y yo, sin machete", se lamentaba el ministro de Educación mientras abandonaba el hemiciclo después de haber contestado a las preguntas de la oposición.

Una de las mayores crisis a las que ha tenido que hacer frente tiene que ver con la concesión de las becas Erasmus. A principios de noviembre, se vio obligado a dar marcha atrás en el cambio en las condiciones de acceso a estas ayudas publicado en el BOE y que en la práctica suponía que miles de estudiantes –el ministerio no supo cifrar el número– pudieran quedarse sin unas ayudas con las que ya contaban para sus estancias durante este curso.

El cambio de opinión de Wert se produjo tras reunirse con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. La semana en la que estalló esta polémica, los dirigentes del PP recibieron numerosas llamadas de militantes y simpatizantes lamentando el tratamiento de estas ayudas. Este malestar y la reacción de la comunidad educativa llevaron al Ejecutivo a obligar al ministro a rectificar.

Los dirigentes del PP consultados reconocen, no obstante, que, como norma general, el titular de Educación goza de gran aprobación por parte de los afiliados del partido. "Valoran de él su personalidad arrolladora y su claridad en la exposición de sus argumentos", considera una dirigente regional. La misma claridad y personalidad que genera tantos quebraderos de cabeza al partido.

2. Fernández Díaz: un fallo de pedagogía

Claro integrante del ala dura del PP, el ministro del Interior lleva meses cosechando críticas internas. Las últimas tienen que ver con el hecho de que fuese él y no el ministro Alberto Ruiz-Gallardón, el encargado de la cuestión, quien revelase el día de la aprobación de la Ley del Aborto. El gesto de este integrante del Opus Dei fue interpretado como un guiño al electorado más conservador y como un intento de capitalizar esta iniciativa que no goza de un apoyo unánime en el partido.

Cuando Fernández Díaz hizo este anuncio sobre el momento en el que la Ley del Aborto iba a empezar a dar sus primeros pasos, llovía sobre mojado. Sus compañeros de partido no se habían olvidado de las últimas –y muy seguidas en el tiempo– polémicas que había protagonizado. 

En plena ofensiva de la oposición contra la valla con cuchillas de la frontera de Melilla, el titular de Interior no tuvo ningún reparo a la hora de admitir, en una conversación informal con periodistas en la recepción oficial por el 35º aniversario de la Constitución, que su departamento no estudiaba ningún tipo de alternativa a este método que calificó de "pasivo y no agresivo". Sólo días antes, el Consejo de Ministros había dado el visto bueno a un texto de su ministerio que ya ha provocado más de un enfrentamiento con los grupos de la oposición. Se trata del anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana. Y unos días después el Congreso aprobó, para su remisión al Senado, otro texto controvertido, la Ley dela Ley deSeguridad Privada.

En el PP fue recibido con gran malestar el hecho de que desde el ministerio se trasladasen antes a la prensa que al partido los ejes del texto sobre Seguridad Ciudadana. "Fue un error enorme y una falta de pedagogía", subraya un diputado. Error, prosigue la misma fuente, porque el documento previamente presentado no fue el definitivo y al final se dio una imagen de "improvisación". Y falta de pedagogía porque el departamento de Fernández Díaz "insistió más en el aspecto policial de la ley, en las sanciones, que en que lo que se pretendía con ella era despenalizar algunos comportamientos".

De hecho, cuando el texto inicial fue remitido al resto de ministerios –casi a la par que llegó a la prensa– las observaciones que llegaron a Interior iban en la línea de censurar el excesivo carácter policial del primer borrador.policial Una crítica que también hicieron la casi totalidad de partidos de la oposición al conocer algunos puntos de la futura ley por los medios de comunicación.

La polémica fue el hilo conductor de un pleno del Congreso de los Diputados en el que Fernández Díaz mantuvo un acalorado debate con el socialista Eduardo Madina. "El ministro empleó un tono agresivo que no hacía falta para nada", censura un parlamentario conservador.

A diferencia de la Ley del Aborto, sobre la que hay menos unanimidad, el PP está convencido de que la Ley de Seguridad Ciudadana es "necesaria". Lo que no aprueban los dirigentes consultados es la forma en la que Interior la vendió. "Hay multitud de aspectos positivos que se han pasado por alto por la insistencia del ministro en recalcar el tema de las sanciones", señala un miembro del Comité Ejecutivo Nacional.

3. Guindos: EL MINISTRO QUE SE ANTICIPA

Al comienzo de la legislatura, todo eran roces dentro de los ministerios del área económica. Los titulares de Economía, Luis de Guindos, y Hacienda, Cristóbal Montoro, mantuvieron una pugna por acaparar áreas y poder. Se trata de una batalla en la que ganó Montoro, un hombre con el que la vicepresidenta trabajó codo a codo en el Grupo Parlamentario en el último año del PP en la oposición. El partido también se posicionó en estos primeros meses junto al titular de Hacienda.

Más allá de estos roces entre departamentos en los que siempre ha salido perjudicado, las fuentes consultadas achacan a Guindos el fallo de anticiparse a los anuncios que en realidad deberían hacer otros de sus compañeros de Gobierno. Y, en ocasiones, con mensajes contradictorios.

Es el caso de la reforma laboral. No sentó nada bien ni en el partido ni en el Gobierno que hace un mes, y desde Bruselas, Luis de Guindos hablara de una "segunda ronda" de la reforma laboral. En todo caso, sostienen las fuentes consultadas, debería haber sido un anuncio reservado para la titular de Empleo que tuvo que salir a desmentir al ministro.

"La reforma laboral de Gobierno está hecha y está dando resultados mes tras mes. Vamos a hacer pequeños ajustes para mejorar en la contratación y en la empleabilidad de los trabajadores", señalaría días después Fátima Báñez.

4. Montoro: Un hombre de partido que irrita al partido

El caso del ministro de Hacienda es peculiar. Considerado un politico muy de partido, cuando ha habido fricciones entre su departamento y el de Luis de Guindos –sin carné de militante sus compañeros del PP siempre se han posicionado a su lado. No obstante, en las últimas semanas, algunas de sus declaraciones y actuaciones han provocado preocupación en la formación conservadora. "Se ha expuesto demasiado sin ninguna necesidad. Y él, a diferencia de Wert, es un político de toda la vida que no debería caer en determinadas provocaciones", valora una de sus compañeras de filas.

La anterior crítica tiene como trasfondo la última polémica protagonizada por el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas: la de la ola de ceses y dimisiones en el seno de la Agencia Tributaria. Y, concretamente, se refiere a unas declaraciones de Montoro en conversación informal con periodistas el pasado 6 de diciembre, día de la Constitución. 

El ministro confesó que si para algo le ha servido la cadena de ceses y dimisiones en la Agencia Tributaria es para darse cuenta de que cargos de máxima responsabilidad estaban ocupados por gente que ya desempeñó esos mismos cargos en la etapa socialista. “El equipo estaba lleno de socialistas”, llegó a decir, al tiempo que achacó que las fugas de personal se deben a que “no les gusta el director general”, en referencia a Santiago Menéndez. Y a que son "relevos" como los que hay en cualquier empresa, que nada tienen que ver ni con Cemex ni con el caso Nóoscaso Nóos.

En la misma conversación, Montoro lamentó que mientras que los socialistas vaciaron la Agencia Tributaria de cargos del PP a la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa y fueron derivados a las comunidades autónomas, el PP no tomó ninguna medida similar en las unidad de grandes contribuyentes.

Cuando ni el Gobierno ni el PP se habían recuperado de la resaca que estas declaraciones habían provocado en la oposición, Montoro era preguntado por esta cuestión en el pleno del Congreso de los Diputados y, lejos de zanjar el asunto, lo agravó con un ataque a los medios de comunicación. En este sentido, consideró que determinadas informaciones –las relacionadas con la purga en la Agencia Tributaria, por ejemplo– podrían deberse a una forma de "presión" de grupos mediáticos que tienen deudas con la Agencia Tributaria.

Sin citar a ningún medio de comunicación en concreto, Montoro lamentó que en los últimos días se hubiesen publicado informaciones pese a ser desmentidas previamente por su departamento. Se refería a las que afectan a la inspección abierta a la empresa mexicana Cemex.

Cuando ya era imposible dar marcha atrás, Montoro hizo un intento de restar importancia a la gravedad de sus declaraciones sosteniendo que sí él había desvelado que había medios con deudas con Hacienda lo sabía no porque dispusiera de información privilegiada, sino porque se lo habían contado los responsables de estas empresas.

No fue esta, sin embargo la primera vez que el titular de Hacienda se excedía en sus comentarios. Lo mismo que había sostenido sobre los medios de comunicación lo había sostenido en otras ocasiones sobre deportistas y personalidades del mundo de la cultura.

5. García-Margallo: golpes al argumentario

"Va a su aire". Es una de las expresiones que más se escucha en el PP cuando se trata de definir al hombre al que Rajoy escogió para pilotar la cartera de Exteriores. Amigo personal del presidente del Gobierno –suelen coincidir siempre unos días en sus vacaciones estivales–, José Manuel García-Margallo tiene fama de saltarse el argumentario del partido.

Es lo que ocurrió, por ejemplo, después de la Diada, celebrada este año en pleno desafío soberanista de Cataluña. Mientras todos sus compañeros de partido y del Gobierno salieron a restar importancia a la cadena humana, el titular de Exteriores calificó la cita de “éxito de convocatoria, organización, logística y comunicación”. Además, consideró que el Gobierno del que forma parte “tiene que escuchar a la calle, pero no es en la calle donde se hace la política”.

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Sus palabras supusieron un mazazo contra la línea argumental elaborada conjuntamente entre la Moncloa y Génova. Esa que apunta a que hay una "mayoría silenciosa" que no salió a la calle y a que, de partida, no cabe ningún tipo de debate sobre la independencia de Cataluña porque lo prohíbe la Constitución, porque deberían decidirlo todos los españoles y porque supondría la expulsión inmediata del nuevo territorio de la Unión Europea, con lo que ello significa de pérdida de derechos a sus ciudadanos. 

También fue más allá del argumentario este verano cuando, en una entrevista concedida al diario Abc, sostuvo que "se acabó el recreo" que Gibraltar había pactado con el socialista Miguel Ángel Moratinos. Otro disparo a la línea marcada por Rajoy de "contundencia pero sin estridencias" a la hora de abordar el tema de Gibraltar con las autoridades británicas. Y fue más allá incluso que el propio presidente del Gobierno el pasado septiembre cuando, conocido que el rey Juan Carlos iba a tener que estar meses de baja tras someterse a un par de operaciones, vio con buenos ojos regular legalmente la figura y funciones del príncipe.

En estos momentos, la intención del partido era la de intentar trasladar la idea de que no había urgencia en regular el estatus del príncipe para ahuyentar los rumores de abdicación.

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