'Caso Nóos'

Un abucheo sostenido recibe a la infanta a su llegada al juzgado de Palma

La infanta a su llegada al juzgado.

Un abucheo lejano por el férreo cordón policial pero audible y sostenido anunció ayer s las 09.45 la llegada de la infanta Cristina a los juzgados de Palma. Tal como estaba previsto y a diferencia de lo que hizo su marido, la hija menor del rey bajó en coche la llamada rampa de la vergüenza, único acceso posible a la sede judicial en sábados y festivos.

No hubo por tanto más paseíllo que el del coche del que Cristina de Borbón y sus abogados solo se apearon cuando el vehículo alcanzó la puerta. En el patio, decenas de periodistas de los alrededor de 300 acreditados se agolpaba tras las vallas. Los rezagados lograban cruzar la barrera previo cacheo policial y doble identificación en dos puntos del cordón. A las 08.30 de la mañana, las inmediaciones de los juzgados, junto a cuya puerta principal se concentró más de un centenar de personas mientras las bocinas y los pitos de protesta sonaban sin interrupción.

Dentro, y desde las siete de la mañana, aguardaba el juez del caso, José Castro. Será él quien inicie un interrogatorio que se prevé largo y exhaustivo.

Para la infanta, que deberá responder en torno a 300 preguntas entre las dirigidas por el magistrado y las que plantee el fiscal Pedro Horrach, la comparecencia como imputada por presunto delito fiscal y blanqueo de capitales podría convertirse en una disyuntiva diabólica.

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Aunque los testimonios de Hacienda le son claramente beneficiosos al descartar que la empresa Aizoon SL, cuya propiedad comparte al 50% con su marido, cometiese delito fiscal, la hija del rey tendrá que elegir salvarse con el discurso de que nada sabía ni nada decidió o tender puentes a su marido. Todos los observadores del caso dan por hecho que optará por el primer camino. Y que Urdangarin está dispuesto a aceptar en solitario las responsabilidades penales.

Si finalmente hay condena, sí compartirá con su mujer las responsabilidades civiles: cada uno de ellos tendrá que devolver la mitad del dinero de origen público que Aizoon ingresó de Instituto Nóos –algo más de un millón de euros- y que destinó a fines no empresariales. Entre los gastos privados que asumió Aizoon destaca la reforma y decoración del palacete de Pedralbes.

La compra de esa mansión, escriturada en octubre de 2004 por 5,8 millones de euros, ocupará sin duda un lugar estelar en el interrogatorio. Según la Casa Real, el rey prestó a su hija 1,2 millones de euros para adquirir esa vivienda. Pero el propio Iñaki Urdangarin anotó esa cifra como producto de una donación y no de un préstamo. Aunque en todo caso habría prescrito el delito fiscal derivado de no haber satisfecho los tributos por donación, tanto el juez como el fiscal se preparan para abordar ese espinoso punto.

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