Futuro de la monarquía

Politólogos y juristas esperan del discurso de Felipe VI guiños a la regeneración democrática

Juan Carlos abraza a su hijo, ante la mirada de Sofía y Letizia, en la firma de la Ley de Abdicación en el Palacio Real.

"¿Alguna idea?". A Felipe de Borbón le quedaban apenas unas horas para convertirse en Felipe VI. Asistía a una reunión en Madrid con el patronato del Real Instituto Elcano, su último acto como príncipe de Asturias antes de asistir a la firma de la Ley de Abdicación y, a la entrada, se dirigió a los periodistas y les pidió eso, "alguna idea" para su discurso. El que pronunciará este jueves en el Palacio del Congreso. Las palabras que marcarán el inicio de su reinado

Ideas son las ofrecen también politólogos, constitucionalistas e historiadores. Todos ellos esperan del rey referencias a la necesaria regeneración democrática, a los que están sufriendo la crisis, los que sienten desafecto hacia la política. Que hable en catalán, gallego y euskera, que haga alusión, siquiera tangencial, al desafío territorial. Que dé señales de que es sensible a la difícil coyuntura del país y deje asomar su impronta, aunque esta se despliegue a lo largo de todo su periodo en el trono. 

Todos los ojos estarán puestos en él, en Felipe VI, rey desde la medianoche de este jueves, cuando llegue al Palacio del Congreso a las 10.30 horasrey desde la medianoche de este jueves, acompañado de su esposa, la reina Letizia, y sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía. Serán recibidos en la Puerta de los Leones, penetrarán al hemiciclo por la tribuna, el presidente del Congreso abrirá la sesión conjunta de las Cortes Generales, el nuevo rey jurará fidelidad a la Constitución y al desempeño de su cargo ante los diputados y senadores, sonará el himno nacional. Y entonces el monarca tomará la palabra. 

No será como aquel 22 de noviembre de 1975, cuando su padre accedió al trono, apenas dos días después de la muerte de Francisco Franco. Juan Carlos recordó al dictador y le agradeció su labor –"soldado y estadista", "jalón del acontecer español y un hito" al que debía referirse–, pidió a Dios "ayuda", se declaró "profundamente católico". Y proclamó su voluntad de ser rey de "todos los españoles". Ahí estaba el eje de su discurso, su intención de convertir la monarquía en protagonista de la integración de las dos Españas. "Si todos permanecemos unidos, habremos ganado el futuro", remachó. Apenas trece minutos

Proclamación de Juan Carlos I en 1975

Han pasado 38 años y medio. España no es la misma ni tampoco su rey recibe la corona igual que su padre. No tiene todo el poder, como sí lo tenía Juan Carlos en 1975. Un dato que trae a colación Alfredo Retortillo, profesor de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco (EHU/UPV), para subrayar que conviene rebajar las expectativas. "No debemos esperar a un rey impulsor de los cambios políticos, porque eso es volver a la versión juancarlista de la monarquía de 1975. No sé por qué nos hemos dado esta especie de ducha escocesa, donde pasamos de pedir la república a esperar que Felipe mueva ficha. Hemos decidido que esto es una monarquía parlamentaria, donde el rey no gobierna, y ni siquiera tiene la función del jefe del Estado británico: allí la reina lee el discurso del Gobierno; aquí, no". 

La Zarzuela ha venido recordando en los últimos días que el de Felipe VI será "un gran discurso", "de fondo", en el que condensará las prioridades de su reinado. En él ha venido trabajando en las últimas semanas, y en su confección han colaborado el responsable de su secretaría, Jaime Alfonsín, o la propia Letizia. Al Gobierno también se le remitió el texto, para que hiciera sus aportaciones y diera su visto bueno.

Reconocimiento a los reyes, a la "unidad de la monarquía"

La primera alocución de Felipe VI contendrá elementos, primero, de conexión con el pasado, según avanza un constitucionalista de la UNED experto en la Corona española, Antonio Torres del Moral: "Está obligado a hablar de la unidad de la monarquía, reconocerá la labor de su padre, recordará a su madre, incluso al conde de Barcelona". Probablemente se cuelen menciones a la Unión Europea, al hilo con Iberoamérica. Y se presentará como un "servidor público", como un monarca al servicio de su país, añade Paloma Román Marugán, profesora de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). 

Cumplido el protocolo de rigor, el discurso deberá incorporar, a juicio de los analistas, un diagnóstico del presente y una proyección hacia el futuro. "La intervención de Juan Carlos estaba anclada en el pasado, y la de su hijo debe invocar claramente la regeneración democrática, regeneración en el sentido de renovación de las estructuras del sistema", sentencia con rotundidad Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza. Porque hay otra diferencia respecto a 1975: entonces Juan Carlos intervino ante unas Cortes franquistas, "hostiles a la democracia" y a cualquier asomo de apertura. Felipe VI, ante un Parlamento "favorable", sin los grupos republicanos frente a él. Y sin símbolos religiosos delante, por cierto. 

¿En qué se traduce esa apelación a los cambios? Hay coincidencia en los profesores: en referencias a la transparencia de la Corona, a la "ejemplaridad" de los represantes públicos, al subrayado de que "la Justicia es igual para todos" –frase que introdujo Juan Carlos en su mensaje de Navidad de 2011, tras el estallido del caso Nóos–, a modificaciones en el sistema, también dentro de la institución que pasa a pilotar. "Felipe tendrá que buscar nuevas fuentes de legitimación de la monarquía. Deberá dar la impresión de apertura de ventanas y puertas, pero también tendrá que hablar de lo suyo, de lo de su Casa, porque de lo contrario no se entendería. No rehuirá incluso el debate sobre el cuestionamiento de la monarquía. No se abrirá en canal, claro, pero intentará recuperar la legitimidad perdida", opina Retortillo. 

El lastre del 'caso Nóos'

Un gesto hacia una mayor transparencia de la Corona –eso sí depende de él como jefe del Estado– o un mensaje que remarque la exigencia de la institución ante los ciudadanos y su lucha contra la corrupción, articulado de modo más o menos alambicado, es una apuesta fija para los expertos. Sobre todo para simbolizar el corte de raíz con el caso Nóos, que tanto ha lastrado la imagen de la monarquía en los últimos tres años. El peso de la imputación de Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón ha perseguido a Juan Carlos y es una de las razones que ayudan a explicar su súbita abdicación. La Zarzuela no ha negado el castigo de un escándalo y una instrucción judicial que calificó de "martirio", excluyó a los duques de Palma de la agenda oficial y los sacó de todos los actos de sucesión de la Corona. Ninguno de los dos asistirá a la proclamación en el Congreso y a la posterior recepción en el Palacio Real. "Tendría que decir, de una u otra forma, que la monarquía no ha estado a la altura de las circunstancias. Tiene que marcar alguna diferencia, algún salto cualitativo", apremia Casanova.

La crisis política se prevé como una línea temática ineludible. Torres del Moral cree que aludirá al desafecto político, pero apelando a continuación a la confianza en el pueblo y en las instituciones. "Le conviene sacar el tema, no es tonto". Román va un poco más allá, y avanza que quizá se refiera a que las demandas ciudadanas "no están canalizadas por los partidos tradicionales y que se está ampliando el espectro de fuerzas políticas". "Él es el primer ciudadano del país, y debe darse por enterado de los cambios en la sociedad española". 

El desafío territorial es otro de los asuntos nucleares. Los estudiosos convienen en que alguna mención planeará sobre el discurso, de modo más o menos explícito. Se calcula, por lo pronto, que habrá pasajes que Felipe VI pronunciará en catalán, gallego y euskera. Y después, que haga invocaciones a la España "unida, pero diversa", como ya ha hecho en los últimos días. "El rey debe animar, advertir, informar, la monarquía está un poco por encima y un poco por fuera de la política. Felipe VI será prudente, no va a salirse del guión, aunque a algunos no satisfaga porque piensen que se queda corto y otros porque piensen que se ha extralimitado", apunta Torres del Moral. "Debe prestar oídos, decir que escucha, eso es fundamental, aunque tenga limitadas sus atribuciones", agrega Román.

Explicar "para qué sirve un rey del siglo XXI"

"No va a entrar mucho en eso. Ni siquiera puede hablar de reforma constitucional, porque un rey no interviene en política, no tiene que ser un discurso político donde anticipe la agenda de un Gobierno", tercia Casanova. Retortillo recuerda que el texto está elaborado "de consuno con el Gobierno", y por tanto, "no puede decir nada que no sea deseable para el Ejecutivo de Mariano Rajoy.

También parece ineludible que cite las consecuencias de la crisis, que mencione a "quienes lo están pasando mal", el paro, los jóvenes... Para el historiador de la Universidad de Zaragoza, incluso tendría que señalar a los culpables de la depresión económica, al desastre del sistema financiero. "Debería hacer un diagnóstico del saqueo de lo público, pero tal vez no lo haga. Ese sí sería un punto de ruptura", añade Casanova, para quien el problema radica en que quienes construyen los discursos abusan de las "palabras huecas", de la rigidez, del decir para no decir nada o decir poco. 

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La clave será introducir un punto de inflexión, marcar perfil. "Decir que es otra persona, que es otro rey. No que reniegue de su familia. Sí debe decir que recoge una herencia, pero también destacar que con él empieza una etapa, que se abre un periodo nuevo", afirma Román. O, en palabras de Casanova, ha de explicar "para qué sirve un rey en el siglo XXI, presentar un plan de futuro, demostrar que la monarquía, a su juicio, es necesaria". 

Este jueves, tras la publicación de la Ley de Abdicación y la proclamación comienza el reinado de Felipe VI. Su discurso será escrutado al milímetro. Pero ahí no acaba todo. Importarán la oratoria, las palabras claves, la puesta en escena, los símbolos, las actitudes, las reacciones. Y los gestos que se desplieguen a partir de ahora. Lo advierte Torres del Moral: "La monarquía se alimenta de eso, de gestos, de símbolos, y algo tendrá que ir haciendo en adelante para ganarse a la opinión pública. Será el discurso, pero continuará en los días siguientes". Un primer cambio será la renovación del equipo de la Casa del Rey, el gobierno de la institución, la forma en que vaya preñando su agenda. El reto no es pequeño, sobre todo porque la España que recibe no es ni mucho menos la de 1975. Con una pulsión republicana que no ha mermado y que se ha visto en las calles, y una recuperación de la imagen de la Corona que aún está por ver.

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