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Residuos tóxicos

El lindano amenaza de nuevo

Frábica de la empresa Inquinosa a orillas del río Gallego, afluente del Ebro, en la localidad oscense de Sabañánigo.

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Biscarrués (Huesca) dejó de beber agua del río el 26 de septiembre. No fue el único municipio. El día 20 de ese mes, el Gobierno de Aragón lo prohibió en Santa Eulalia y Ardisa. Después vendrían Piedratajada, Marracos y Villanueva de Gállego. Un mes después ya se puede consumir en todos los pueblos, pero los habitantes de Biscarrués no quieren. “No nos fiamos, yo creo que nunca más”, dice el alcalde José Torralba. Su río, el Gállego, baja contaminado.

La alarma saltó cuando se detectaron en el río niveles de contaminación por lindano superiores a 0,1 microgramos por litro de agua. Efe, que cita fuentes del Ejecutivo aragonés, informó que en Biscarrués se registraron 0,65 microgramos por litro. Salvo Villanueva de Gállego (con algo menos de 5.000 habitantes), ninguno de las otras localidades supera las 200 personas. “Con las noticias de los pueblos vecinos había una cierta preocupación”, recuerda por teléfono el alcalde de Biscarrués, quien pidió explicaciones a Salud Pública de Aragón. “Ellos dieron parte al 112, que lo comunicó a Protección Civil y que distribuyó unos depósitos de 1.000 litros de agua por cada pueblo.”

El origen del problema está en Sabiñánigo, al norte. Por allí pasa el Gállego, afluente del Ebro. Y es en este pueblo del Pirineo oscense donde la empresa Inquinosa producía el pesticida lindano, ahora prohibido en la Unión Europea. La fábrica operó desde 1975 hasta su cierre definitivo en 1994. Inquinosa cerró, pero su legado permanece. Según un estudio de 2013, la producción de la fábrica ha generado aproximadamente 160.000 toneladas de residuos tóxicos. La mayor parte se trasladó a los vertederos de Sardás y Bailín, que suponen hoy “la mayor amenaza para el medio ambiente”, considera el informe, y que lo describe como una de las áreas con restos de lindano más grandes de Europa.

Es en Bailín donde se centra la atención ahora. El traslado de residuos tóxicos de un vaso –así se llama al espacio abierto en el suelo donde se depositan los restos– a otro nuevo entre mayo y septiembre de este año podría ser la causa de las filtraciones al Gállego. “Mala práctica, mal diseño y mala proyección”. Mariano Polanco, de Ecologistas en Acción, resume los presuntos fallos desde una loma frente al vertedero. Critica deficiencias técnicas como la escasa capacidad de la depuradora o la falta de medidas de seguridad durante la operación.

Polanco relata con detalle una cadena de errores. El emplazamiento nunca fue el adecuado dada la formación geológica predominante. El nuevo vaso se deterioró antes de comenzar a rellenarlo este verano. Todo ello, explica, habría permitido que los residuos tóxicos de la zona se desbordasen e infiltrasen en el río, que circula perpendicular al barranco del vertedero.

El Gobierno aragonés del PP admite que a raíz de la obra de traslado al nuevo vertedero de Bailín se han podido producir corrientes subterráneas de agua contaminada, aunque señala que ha ocurrido “como consecuencia de la obra”, y no “porque la obra se haya ejecutado mal”. Según fuentes del Departamento de Agricultura y Medio Ambiente, “no se ha producido ninguna negligencia”, aunque admiten que la obra conllevaba “ciertos riesgos”. Sin embargo, apuntan que era necesario llevarla a cabo. “Los riesgos de no hacerse eran mayores de lo que ha ocurrido. Es una pequeñísima parte de lo que podría haber ocurrido de dejarse como estaba”, puntualizan.

Bailín no es el único foco. Sardas, el primer vertedero del pueblo, y la planta abandonada de Inquinosa también preocupan; ambos junto al río. Sin olvidar toda otra serie de “puntos negros” donde se sospecha que la empresa vertía los desperdicios de manera clandestina. Sin control. Un agujero, un volcado y tierra encima.

“El lindano se obtiene clorando benceno en presencia de luz solar”, explica por teléfono José Antonio Cuchí, doctor en Ciencias Químicas y profesor de la Escuela Politécnica Superior de Huesca. Cuenta que el lindano fue prohibido porque se demostró que era cancerígeno y que la cuenca del Gállego se enfrenta a un problema crónico: “Lindano siempre ha habido, en concentraciones que están cerquita o por debajo del máximo, pero ahora se ha sumado una punta. Es decir, hay una intoxicación aguda sobre una situación que viene de 1975”. El experto explica que el lindano tiene “un gran impacto” en la fauna acuática y pide que se hagan análisis en la agricultura y ganadería de la zona como medida “preventiva”. “Tendremos probablemente más de un siglo de presencia de lindano en el río”, asegura.

Apenas quince metros separan la verja exterior de la antigua Inquinosa de la ribera del embalse de Sabiñánigo. Junto a la entrada, un aviso: 'Instalaciones potencialmente contaminadas'. No hay puerta. La robaron, como la mayoría del metal. No los residuos tóxicos, que siguen apilados sin control alguno en las distintas naves. A medida que uno se adentra, el olor, ese “huele a Inquinosa” que dicen en el pueblo, crece más y más.

Un grupo de técnicos del Gobierno de Aragón visitó las instalaciones en 2011 para comenzar a medir la contaminación del suelo. Entraron más veces y limpiaron parte del material. Enfundados en monos de protección, lo encapsularon y lo transportaron fuera de España para su destrucción. Hoy todavía se acumulan bidones de lindano en un sitio y otro. También recipientes con “Benceno” rotulado en la superficie y documentación, desde órdenes de trabajo hasta advertencias de seguridad.

“De aquí salieron corriendo para que no los encontrase la Justicia”, desliza Polanco. No lo ha hecho. El Juzgado de Primera Instancia de Huesca condenó a la empresa y su propietario en 2003 por daños al medio ambiente. La Audiencia Provincial lo confirmó y el Supremo lo ratificó en 2009. En aquel momento se le exigía una indemnización de 6,4 millones de euros. Nunca ha pagado. Ahora, tras una demanda de ejecución de sentencia y según recoge Efe, el Gobierno de Aragón le reclama 20 millones de euros.

Los años de Inquinosa

Inquinosa llega a Sabiñánigo en 1975. En él, encuentra unas condiciones favorables para su actividad: un entorno industrial adecuado y la facilidad para obtener cloro, uno de los componentes junto al benceno para producir el lindano, que le suministraba Energía e Industrias Aragonesas, también radicada en la localidad oscense.

A mitad de los años ochenta comenzaron las protestas en el pueblo por la contaminación que provocaba. El proceso de fabricación del lindano genera un 15% de producto útil y un 85% de residuos tóxicos. “Fue un momento muy delicado”, explica Jesús Lasierra, alcalde socialista de Sabiñánigo. “Había bastante tensión y enfrentamientos entre aquellos que defendían las normas de medioambiente y salud y los que defendían los puestos de trabajo –hasta ochenta– y que no pasaba nada”. Polanco recuerda esas luchas. Para él, desde un principio, todas las administraciones han intentado tapar el asunto y cuenta cómo los camiones operaban sin ningún tipo de seguridad, sin cubrir la carga y diseminando vertidos a su paso.

El olor a lindano, que muchos recuerdan en Sabiñánigo, ha vuelto a ser un tema de conversación este verano. Dos jóvenes camino de la estación de tren aseguran que sí olía y que llamaba la atención de la gente de fuera. En un parque contiguo, un señor opina que no era para tanto, que la prensa “es muy canalla”; mientras que un camarero declara que sí olía, especialmente los días que soplaba “bochorno”. “Aquí en Sabiñanigo todos sabemos cómo es ese olor. El día 21 de junio, cuando se celebró la Quebrantahuesos (una popular carrera ciclista), llegó un olor importante y supe que era lindano”, relata el primer edil sabiñanense.

“Estamos hablando de un nuevo capítulo de un proceso que dura cuarenta años. Cuarenta años en los que nadie se ha sentado a resolver un problema gravísimo, un problema que tiene una solución complicada, pero que hay que acometer y solucionar”, expone Joaquín Palacín, diputado regional y portavoz de Medio Ambiente de Chunta Aragonesista. La solución pasa, según diversas fuentes, por un proceso de descontaminación integral tanto de Sabiñánigo como del río. “Desde el Gobierno aragonés insisten en que es un problema medioambiental. Nosotros creemos que es una catástrofe medioambiental y yo lo defino como el 'Prestige' aragonés.” Y añade: “Pero es un problema de salud también. ¿Por qué no pueden beber? Desde el momento en que no beben, es un problema de salud después”.

“Tenemos una bomba encima de nuestras cabezas en uno de los principales ríos de Aragón, eso es evidente”, dice Miguel Aso, diputado oscense de Izquierda Unida en las Cortes aragonesas. Opina que en la gestión de la crisis “la descoordinación ha sido mayúscula” y apunta con el dedo al Gobierno aragonés y a la Confederación Hidrográfica del Ebro.“Lo que ha pasado ahora ha sido de una falta de transparencia, falta de coordinación de administraciones y de a ver quién se salva la cara”.

Por el momento, la ministra de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, anunció el pasado 14 de octubre el lanzamiento de un Plan Integral para el saneamiento del Gállego. Desde el Departamento de Agricultura y Medio Ambiente aragonés aseguran que no sólo contemplará actuaciones a corto plazo, sino también trabajos de limpieza del río y abastecimientos para los pueblos. Se desconoce la dotación económica que lo acompañará. “La habrá. De momento no la sabemos, pero una vez que se definan las actuaciones, se estipulará el presupuesto”, aseguran.

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De vuelta en Sabiñánigo, preocupa también la imagen. “Los primeros perjudicados somos los del pueblo”, dice un comerciante que pide anonimato. Entiende que hay que descontaminar el lindano, pero teme que el caso pueda estigmatizar al pueblo como “una zona apestada”. “La gente va a poner un punto rojo en Sabiñánigo”, opina preocupado.

Aguas abajo, Biscarrués y el resto del pueblos afectados recelan de que este sea un episodio que no pueda repetirse en el futuro. “Algo como esto se puede dar en otro momento, dada la situación de Sabiñánigo y el descontrol que hay”, explica el alcalde de Biscarrués. En los últimos días, las noticias de lindano se han multiplicado.

En el embalse de La Sotonera y en el ibón de Sabocos (ambos en Huesca) también se han hallado restos de lindano, mientras que una plataforma ha presentado una denuncia ante el Parlamento Europeo por posible contaminación del embalse de Oiola, en el País Vasco. A pesar de los múltiples parches que se intentan poner, parece que el problema con el lindano no acaba por ahora.

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