Los abusos de la banca

Caixa Galicia y la malversación relacionada con compra de obras de arte

José Luis Méndez (izquierda), fue el hombre fuerte de Caixa Galicia hasta la fallida fusión con Caixanova.

La mezcla entre obras de arte y malversación de fondos tiene un antecedente en los anales de Caixa Galicia. En verano de 1998 estalló un escándalo que, de no haberse aplacado mediante un sincronizado control de daños, hubiera sido el fin de José Luis Méndez. Su brazo derecho, Jesús Manuel García Cortés, cobraba comisiones a constructores a cambio de otorgarles las reformas de los inmuebles que pertenecían a la caja de ahorros.

El escándalo se desató apenas cuatro años antes de la compra de Bouquet de fleurs, el cuadro de Picasso desaparecido de la colección de arte de la antigua caja de ahorros, como denunció este lunes infoLibre.

Una persona que conoció los entresijos de la trama, y que denominaremos primera fuente, comentó a infoLibre: “Fue un asunto bastante oscuro”. García Cortés, que entró a Caixa Galicia con Méndez, fue su director financiero. Después pasó a ocuparse, hasta 1996, de la División de Administración y Control. Los dos años previos al desfalco acudió regularmente a su despacho en la sede central, aunque sin ninguna responsabilidad tácita.

En su paso por la caja, García Cortés estuvo involucrado en el caso Buxeres, destapado en 1985, y que significó una multa de 100 millones de pesetas para la caja por arrastrar indebidamente los fondos de los pequeños ahorradores a la Bolsa de Barcelona. “Méndez tenía que arreglar, como muchos otros, el tema de la cuenta de resultados”, recuerda un economista gallego. “Eso explica este borrón en su trayectoria, el mayor de aquella época. En todo caso, Méndez fue imbuido allí por un director general, García Cortés, que ahora está felizmente jubilado”.

Volvamos a nuestra primera fuente: “García Cortés era un tipo muy pegado a Méndez desde el principio de su carrera. Lo más llamativo de todo esto, es que eran compadres. Méndez era padrino de uno de sus hijos, y él era padrino de uno de los hijos de Méndez”. Ese grado de amistad surgió en los tiempos en que ambos coincidieron en el Banco del Noroeste, una entidad gallega que acabó en el holding del Grupo Rumasa en las postrimerías del franquismo.

Los altibajos contables apuntaron en dirección de García Cortés. “Todas las obras de reforma de la caja las daba a una red de constructores, un grupo de empresas pequeñas. Él diseñaba los proyectos de obra y ponía un sobreprecio en el coste. Se lo daban a cambio de la adjudicación”. Una segunda fuente, que también prefiere quedar en el anonimato, confirmó el procedimiento: “El modus operandi era hacerles llegar a los constructores el mensaje de que había que pagar un peaje”. La mordida no menguaba sus bolsillos, “porque presentaban facturas infladas y Caixa Galicia se las aceptaba”.

La red que se lucraba con la desviación de fondos estaba integrada por Manuel Isidoro Jorreto, Abel Lage Blanco, Fernando Moar Codesal, José Antonio Mejuto López y Manuel Souto Martínez. Este último también tenía amistad con José Luis Méndez. Además de García Cortés, se imputó a Vicente Caamaño Cebreiro, subdirector de Inmuebles, y a José Manuel Vidal Sanjurjo, un técnico del departamento de Caixa Galicia.

La ruptura entre Méndez y García Cortés rozó el drama: “Aquí hubo un intento de suicidio”, recordó nuestra primera fuente, “García Cortés acabó en la Unidad de Cuidados Paliativos”. Los médicos del hospital coruñés Juan Canalejo le diagnosticaron “una crisis nerviosa con cuadro agudo”. Era muchísimo dinero y el delito olía a humillación y cárcel. La prensa económica calculó que la malversación, que empezó a gestarse a inicios de los noventa, alcanzó los 1.200 millones de pesetas. Nuestra primera fuente corroboró el dato: “Este hombre defraudó 6 millones de euros”. Sin embargo, la segunda fuente redujo la cifra y exculpó a Méndez. “Aunque se habló de 1.200 millones de pesetas, no pasó de 700 millones. A estas alturas, no veo claro que hubiera connivencia entre la dirección de la entidad y este sujeto”.

El control de daños se desplegó contratando a Carlos Bueren Roncero, magistrado de la Audiencia Nacional entre 1986 y 1996, y abogado especialista en delincuencia de cuello blanco. Bueren Roncero se hizo cargo de las acciones penales contra García Cortés. Caixa Galicia presentó la denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción de Madrid. Se adujo que el elevado monto malversado obligaba a salir de la jurisdicción gallega. Aquí, nuestra segunda fuente, dio otra explicación: “La denuncia la presentó en su día el propio José Luis Méndez. Y la presentó en la Fiscalía Anticorrupción, porque tenía especial interés en que la cosa se llevara con discreción”. Cuando el conflicto trascendió gracias a la La Voz de Galicia, “algo con lo que Méndez no contaba”, dicha Fiscalía, sigue relatando nuestra segunda fuente, “devolvió el tema a Galicia, porque no consideraba que el fraude fuera de entidad suficiente”.

Y añadió: “En algún momento se manejó el argumento de que ese dinero era para financiar partidos políticos. Eso luego decayó completamente. Más bien se introdujo en la historia para poder darle entrada a la Fiscalía Anticorrupción. No sólo no se pudo demostrar nada, sino que se cayó inmediatamente de la historia”. infoLibre se interesó en este presunto plan del saqueo, pero el interlocutor se mostró reticente y citó los testimonios en los que los cinco constructores involucrados, los dos directivos de la entidad, “y el propio García Cortés, que luego acabó asumiendo él toda la responsabilidad, lo negaron categóricamente”.

García Cortés aceptó su culpa. Lo que para nuestra segunda fuente terminó en “un acuerdo entre las partes”, sin darle pábulo a los complots, para la primera se finiquitó a través de “un amaño entre Caixa Galicia y el Fiscal García-Malvar”. De 1992 hasta su jubilación en 2004, Ramón García-Malvar fue Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Galicia. Fallecido en octubre de 2014, su labor fue objeto constante de críticas por favorecer intereses políticos y económicos. En 2002 fue suspendido cuatro meses a raíz de un expediente sancionador grave: retrasó una causa contra José Cristín Pérez, director de una sucursal de Banesto, y hermano de Jesús Francisco Cristín Pérez, entonces presidente de la Audiencia Provincial de Ourense. José Cristín Pérez fue acusado por falsedad documental y por haberse apropiado de 500 millones de pesetas en 1987, pero García-Malvar no sólo hizo la vista gorda, también esgrimió su poder para neutralizar los esfuerzos de sus propios fiscales.

Jesús Manuel García Cortés se prejubiló y no acabó en la cárcel. José Luis Méndez salió, sorprendentemente, fortalecido. En la necrológica que publicó sobre José Luis Álvarez Naveiro (El País: 12 de noviembre de 2006), lo llamó “amigo fiel hasta el sacrificio”. Méndez alabó “las operaciones que llegaron a feliz término gracias a su intervención”. Una de esas “operaciones” fue el mandato de hacerse cargo del problema que causó García Cortés. Medió con tanta habilidad que nadie salió dañado, empezando por Méndez. Álvarez Naveiro fue subdirector jurídico de Caixa Galicia durante siete años y durante otros quince fue su secretario general.

¿Y el dinero? “Básicamente lo que hacía García Cortés era ir a Sotheby's a comprar obras de arte”, respondió nuestra primera fuente. “Las pinturas las tenía en casa, un chalet que duplicó de tamaño”. Seguimos escuchándolo: “Tenía cosas muy aparatosas. Marfiles, por ejemplo”. García Cortés, profesor de Teoría Económica en la Universidad de A Coruña, alimentaba un gusto exquisito. Su colección privada no era la de un diletante, sino la de un verdadero connoisseur. García Cortés, el hombre que sabía transfigurar obras de construcción en obras de arte, introdujo a Caixa Galicia en el lujoso mundo del coleccionismo.

¿Llegó a influir García Cortés en la política de adquisiciones de Caixa Galicia? ¿Habrá sustraído alguna obra de la caja de ahorros? Recurrimos a nuestra segunda fuente: “No hubo tal robo de obras de arte. Lo que pasa es que este hombre, parte de lo que obtenía por esta vía, lo invirtió en obras de arte, que tenía en su casa. Posiblemente parte, si no todo el dinero que devolvió, pues lo habrá devuelto en metálico y en obras de arte”.

Sería interesante saber qué pinturas o esculturas adquirió García Cortés con los millones que desfalcó a Caixa Galicia, y cuáles de ellas entregó a cuenta de la cantidad defraudada. La causa se enterró en los juzgados en 2002, y todo el mundo pasó página. “Es un tema del que no se volvió a hablar más en Galicia”, concluye nuestra segunda fuente. “Ni siquiera en los temas de ahora, cuando fue lo de la cuestión de la fusión y de los casos de corrupción”.

infoLibre se puso en contacto con el periodista Félix Soria, quien trabajó para La Voz de Galicia entre 1987 y 2012, año en que la empresa, alegando una “grave situación económica”, lo despidió. Soria negó que ése fuera el verdadero motivo de su salida y siguió ejerciendo el periodismo a través del blog Im-Pulso, creado en 2006, y en el que denuncia la realidad política, incluido el fracaso de las cajas de ahorro gallegas.

Preguntado por Jesús Manuel García Cortés, Soria dice que tuvo en sus manos documentos del caso, y explica que todo se resolvió mediante un “amaño alcanzado entre Carlos Bueren, abogado contratado por Caixa Galicia, y el Fiscal García-Malvar que, aplicando el procedimiento abreviado, pactaron, en primer lugar, cerrar la investigación policial, que era el objetivo fundamental de José Luis Méndez; y, en segundo término, que el reo sólo fuera condenado a 20 meses de prisión, de modo que ni siquiera llegara a ingresar, así como el pago de una indemnización, que tampoco pagó, pues Caixa Galicia renunció a ella”.

Para Félix Soria, “El pago de la indemnización hubiera arruinado y desesperado al condenado, lo que a su vez alimentaba el riesgo de que García Cortés se vengara revelando quién o quiénes le habían ordenado guardar los cuadros”. Soria afirma que sobre ese caso se “ejercieron presiones al más alto nivel para que el asunto fuera tratado adecuadamente en los medios convencionales, de manera que las informaciones difundidas fueran las estrictamente imprescindibles para no menoscabar la credibilidad de la caja, de sus directivos y de las autoridades políticas responsables de su gestión”.

Curiosamente, el abogado que defendió a García Cortes fue Antonio Platas Tasende, actual decano del Ilustre Colegio Provincial de Abogados de A Coruña y letrado de la parte acusadora en el litigio que arrancó en 1998: el mismísimo José Luis Méndez, en cuya representación Platas Tasende dirigió una carta al Parlamento gallego pidiendo protección para evitar que el ex director general de Caixa Galicia, en su cita con la comisión de investigación de las cajas de ahorro en junio de 2013, fuera increpado por “grupos de presión”. Dicha carta causó revuelo porque estaba escrita debajo del membrete oficial del Ilustre Colegio Provincial de Abogados de A Coruña. Por aquellas fechas, Platas Tasende también era presidente del Consello Galego da Avogacía. InfoLibre quiso hablar con él, pero en su despacho nos dijeron que “en este momento ya no lleva la defensa de nadie” y que se ha retirado “por motivos de salud”. El 19 de junio de 2013, dos días antes de la comparecencia parlamentaria de Méndez, Antonio Platas Tasende sufrió un infarto.

“En decisiones trascendentes no teníamos nada que ver”

En el momento de la compraventa del Bouquet de fleurs, de Picasso —o lo que es lo mismo: de la desaparición de los 500.000 euros, más lo que hubiere costado su traslado—, Caixa Galicia y la Fundación Caixa Galicia eran presididas a la vez por Mauro Varela Pérez, miembro del Congreso de los Diputados entre 1989 y 1997, puesto al que renunció para ocupar, siempre por el PP y con el respaldo de Manuel Fraga, un escaño en el Parlamento gallego. infoLibre intentó recabar sus comentarios, pero en su despacho de Lugo indicaron que se encuentra hospitalizado.

En 2002, el director gerente de la Fundación Caixa Galicia era el periodista José Castro López, que hasta entonces había dirigido el departamento de Comunicación de la caja durante veinte años. Aceptó entrevistarse telefónicamente con nosotros. Al preguntarle sobre el Bouquet de fleurs nos dijo que no lo recuerda, que “las decisiones de compra evidentemente eran de la caja, aprobadas por el Consejo de Administración, supongo, a propuesta del director general”. Y se desvinculó de cualquier responsabilidad: “Yo no estaba ni el Consejo ni en la comisión de compras. En absoluto tenía que ver ni con la compra, ni con la posesión de los cuadros, ni nada que se le pareciera”.

La Fundación Caixa Galicia nació a finales de los ochenta como vehículo de la caja para gestionar la obra social. Tuvo sedes en A Coruña, Ferrol, Ourense, Lugo, Pontevedra, Vigo y Santiago de Compostela. Fue condecorada por sus actividades de mecenazgo con la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, entregada por el ministerio de Educación en 1999, y con la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 2008. Se supone que tenía una identidad propia y autonomía institucional, pero mandaba José Luis Méndez, y, a través suyo, Caixa Galicia ejercía un gobierno avasallante. Pese a contar con un patronato, era una estructura que ejecutaba tareas modestas. “En decisiones trascendentes no teníamos nada que ver”, subrayó José Castro López. “La Fundación no era propietaria de las obras de arte que tenía la caja”. Sólo las administraba, y “hasta cierto punto”, en exposiciones.

infoLibre preguntó a Castro López sobre el origen de la nota de prensa que se emitió en 2002, y él aclaró que “La Fundación no tenía departamento de Comunicación. Me imagino que la habrán elaborado con los datos que le pasó la dirección de la Caja o el Consejo de Administración o quien correspondiera”.

Destierro dorado

El poder estaba personificado por José Luis Méndez, director general de Caixa Galicia de 1981 a 2010, año en que fue desterrado. Para irse por la puerta de atrás, sin hacer ruido, y no estropear el proceso de fusión, recibió —aparte de 16,5 millones de euros por derechos adquiridos— la secretaria, la seguridad y el coche encajados a la Presidencia “no ejecutiva” de la Fundación Caixa Galicia. Desde finales de 2010 a comienzos de 2012, Méndez y Rosario Sarmiento, pieza clave de los proyectos culturales de la fundación durante casi veinte años,  tuvieron otra oportunidad de trabajar codo con codo. Inmersos en una época de incertidumbre, la política de préstamos se mantuvo activa. Entre 2010 y 2012, la moribunda Fundación Caixa Galicia cedió noventa y nueve obras a exposiciones temporales dentro y fuera de España.

En lo que concierne a Méndez, nuestros esfuerzos también resultaron infructuosos. Fue imposible establecer contacto con él o con su entorno. Ignoramos la veracidad de los rumores que sitúan su residencia intermitente en Miami y Galicia.

Parece una pésima broma, pero es así. infoLibre detectó que la dirección de una página asociada al nombre de la Fundación Caixa Galicia ( www.fundacioncaixagalicia.org), la utiliza el Southwest Florida Blog, de usuario desconocido. En su primera y última entrada, del 24 de septiembre de 2014, The beach Essentials, repasa lo que cualquiera debe de preparar de viaje a la playa. Si leemos al final, descubriremos que se trata de una publicidad solapada. Uno acaba navegando en Bayview Terrace, una empresa de Naples, Florida, dedicada al negocio inmobiliario.

Superviviente de desastres financieros

Hay una persona que, apoyándonos en la lógica de su perfil laboral, podría decir algo sobre la desaparición del Picasso que, no lo olvidemos, costó medio millón de euros a los pequeños ahorradores de Caixa Galicia. La cuestión le concernía cuando se compró el cuadro y cuando se esfumó de la cámara acorazada. Aunque los archivos de Caixa Galicia evitaron transferir a NovaCaixaGalicia —y en consecuencia a Abanca— los documentos jurídicos y fiscales correspondientes al Bouquet de Fleurs, sí transfirieron personas allegadas a José Luis Méndez.

Se trata de la ya citada Rosario Sarmiento, que se unió a la Fundación Caixa Galicia en 1996, como directora de su colección de arte. En 1998, fue nombrada directora de Artes Plásticas y, poco después, también pasó a dirigir el Departamento de Proyectos Culturales. Su ascenso expresa la confianza de José Luis Méndez. Entre 2005 y 2012 ocupó la subdirección de Programación. Son casi veinte años de llevar las riendas del acervo. En su currículo sostiene que organizó su filosofía y su política de adquisiciones.

Sarmiento ha sido testigo de conmociones internas. 1998 fue un año turbulento. Méndez denunció a la justicia a Jesús Manuel García Cortés, un amigo íntimo que había ocupado altos cargos en Caixa Galicia. El despido del empleado desleal, que era gran apasionado del coleccionismo, fue un escándalo.

Aunque con menor virulencia, la querella interpuesta por la familia de Maruja Mallo tampoco contribuyó a la estabilidad. La Fundación Caixa Galicia había comprado algunos de sus cuadros al marchante gallego José Carlos Bergantiños. Según las denuncias, eran falsos. Las obras fueron decomisadas al año siguiente para comprobar su autenticidad, cosa que certificó la historiadora del arte Pilar Corredoira. El litigio se archivó en 2002 y Caixa Galicia pudo recuperar las piezas. (Ahora mismo, Bergantiños es susceptible de ser extraditado a Estados Unidos bajo acusación de haber falsificado y vendido —junto a su hermano y un residente chino—, docenas de pinturas).

2008 no fue menos difícil para Sarmiento que 1998: sobrevivió a la crisis económica, a los recortes y los despidos, y, en los años siguientes, a fusiones, rescates, adjudicaciones y al aterrizaje de los nuevos jefes. Sigue en nómina. Es nada menos que la directora de la colección de arte de Abanca.

El 11 de noviembre de 2014, infoLibre llamó a Sarmiento a su número de teléfono de Abanca. Se mostró poco receptiva y acabó remitiéndonos con sus compañeros de prensa. No quiso escucharnos.

El timo del patrimonio gallego

Abanca es la última fase de uno de los ensayos financieros más asombrosos de España: fusionar Cajas de Ahorro arruinadas por separado, reanimar al Frankenstein consiguiente con inyecciones de capital, nacionalizar su transformación bancaria en medio de una crisis económica, para, acto seguido, cederlo, saneado, al mejor postor. Un círculo vicioso cubierto, céntimo a céntimo, con dinero de los contribuyentes. Y una lección no aprendida: nuevamente los intereses políticos y territoriales intoxicaron una decisión que debió de regirse por prioridades técnicas.

NovaCaixaGalicia fue la secuela de una fundición rocambolesca. Con el auxilio del Banco de España, la Xunta de Galicia logró en 2010 un hito hasta entonces considerado contra natura: convertir Caixa Galicia y Caixanova, alérgicas entre sí, en una sola organización. Fue la manera más práctica de aislar en un mismo sitio los estragos causados durante décadas. El FROB trató de reflotar el experimento con ayudas que ascienden a los 9.000 millones de euros. Cuando el Gobierno de España decidió pasarlo a subasta, recibió a cambio unos 1.000 millones. En diciembre de 2013, el legado de las antiguas cajas fue comprado por el Grupo Banesco, cuyo presidente, el venezolano Juan Carlos Escotet, era el candidato consagrado por Alberto Núñez Feijóo. Unos meses después, las marcas comerciales con las que operaba NovaCaixaGalicia fueron sustituidas por la de Abanca.

¿Qué quedó de las cajas de ahorro que regían José Luis Méndez y Julio Fernández Gayoso? Gente sin casa, gente perjudicada. De Caixa Galicia y Caixanova quedó, simplemente, un banco. Si las Cajas de Ahorro traicionaron la confianza de sus usuarios comportándose como semidioses de Wall Street, no se puede exigir que el nuevo banco, siendo lo que es, proceda movido por un espíritu social.

Los estilos de Méndez y de Fernández Gayoso estuvieron impregnados de una particular epifanía del dinero —perceptible en sus salarios y pensiones, sin relegar el tratamiento desleal de su clientela—, pero Caixanova se aseguró de que las obras de arte que iba adquiriendo fueran un patrimonio al servicio de los gallegos. No hizo nada heroico; se abstuvo de transigir con el afán benefactor que definía a las cajas de ahorro. Por su parte, Caixa Galicia privatizó esos bienes sufragándolos con dinero a cuenta de la caja. Así, la colección fue una forma de ingresar capital y, por tanto, de acumular valores idóneos para la especulación. Caixa Galicia no compraba para satisfacer la necesidad de cultura de su sociedad: calculaba las utilidades potenciales que ofrecía su conservación y venta según un voluble vaivén de precios.

No es casual que, a principios de 2009, nos enteráramos de que Caixa Galicia se quedó con 36 de las 63 obras de la colección formada por José Ignacio Basañez, que las había consignado como garantía por un préstamo millonario que la caja concedió a su promotora inmobiliaria. Los Picassos, los Braque, los Kandinsky y los Dalí traspasados no aumentaban su patrimonio cultural, más bien sumaban activos que, valorados arbitrariamente para subsanar la deuda, contribuían a equilibrar el balance general. La historia se divulgó, no porque José Luis Méndez lo quisiera: en 2008, Basañez había cedido al museo de Bellas Artes de Bilbao el depósito por cinco años de sus obras, entre las que estaban las señaladas por Caixa Galicia para intercambiar la deuda.

Las Fundaciones de Caixa Galicia y de Caixanova eran en teoría los canales para distribuir el excedente obtenido por la maximización de sus réditos. En el arco de la obra social, la compra de pinturas y esculturas, su inserción en el circuito de galeristas, marchantes y casas de subastas, también se consideraba una prueba de su compromiso con la comunidad. Algo fehaciente en el caso de Caixanova, al menos en la compra de arte. Su colección, modesta y longeva, no es ni de lejos tan atractiva como la de Caixa Galicia. No hay firmas mundiales, únicamente artistas gallegos, no menos esenciales, cuyos trabajos se rescataron de la emigración para memoria del país.

Por supuesto que Caixa Galicia también contribuyó a mantener vivo el mercado del arte gallego. Lo que no significa que la caja no participara del amiguismo y aceptara colocar en su bodega productos sobrevalorados. En Caixa Galicia, esta clase de mecenazgo fue una estrategia para abastecerse de un instrumento propagandístico y clientelista.

Caixanova, al nutrir su colección a través de la fundación, convirtió las obras de arte en obra social, blindándolas ante cualquier contingencia. Para Caixa Galicia, en contraste, desarrollar la maquinaria financiera desde un núcleo con fines sociales y autoridad paralela, era sencillamente una mala inversión. De ahí que, llegado el momento de que José Luis Méndez hiciera realidad el viejo sueño de transformar su caja en un banco de verdad —un deseo que se cumplió a expensas de la quiebra técnica—, las obras de arte fueran transferidas sin retóricas culturales, ni palabrería de salón, junto a su cartera de clientes, su negocio financiero y la red de oficinas.

Según comentó a infoLibre un galerista madrileño, el mecanismo de compra con el que Caixa Galicia forjó su colección es más “normal” de lo que se piensa: “Ocurre con muchísimos bancos y aseguradoras. No suelen comprar con su fundación en sí”.

—¿Por razones fiscales?

—No lo sé —contestó—. Yo no pregunto: yo vendo.

Beatriz Niño, del despacho NIAL Art Law, abogados especialistas en el mercado del arte, aceptó responder extensamente a nuestra pregunta: ¿Por qué una caja de ahorros prefirió dotarse de obras sin recurrir a su Fundación? Para empezar, la letrada trazó una diferencia entre la gestión social y la gestión mercantil de una colección de arte: “La primera diferencia fundamental, es que el objetivo de la entidad mercantil es ganar dinero, hacer negocio. En cambio, la fundación tiene como finalidad perseguir un interés público y no lucrarse con ello. Por eso las fundaciones tienen unos beneficios fiscales que no tienen las entidades mercantiles”.

La abogada nos explicó en qué consiste el “control efectivo” de las obras de arte: “Si estos activos están en una entidad mercantil, puedo comerciar con ellos sin ningún tipo de restricción. En cambio, sobre las obras de arte que entran en una fundación, pierdo todo el control, puesto que para venderlas necesito, por norma general, el visto bueno del patronato y del protectorado de la fundación”.

Entrados en materia, pedimos opinión a Beatriz Niño sobre la modalidad de compra implantada en Caixa Galicia: “No sé exactamente por qué fue comprando de esta manera. Desde luego no me parece la forma más adecuada, puesto que debería tener un carácter social. Y la figura que mejor cuadra con esto es la fundación”. Aquí, la experta definió con nitidez la visión que impulsaba la política de adquisiciones de la caja: “Lo que está claro es que para Caixa Galicia las obras de arte eran un activo, que además es de difícil valoración, en el sentido de que a una misma obra de arte le puedo dar un valor de 'x' o de 'x + 5', y no existen criterios claros, objetivos, para valorarlas, por lo que mi activo puede valer más o menos. Lo puedo llegar a 'inflar' más fácilmente que si por ejemplo tengo pisos que valen a 'x' el m2”.

En el debate sobre la propiedad de las obras de arte acumuladas por las cajas gallegas, la posición de Abanca es contundente: “La colección es absoluta y radicalmente privada”. Antes o después, se ha argumentado contra este punto de vista que el capital que permitió su compra eran los depósitos de un organismo de crédito ajeno a las sociedades anónimas y a los grandes inversores. Entiéndase: los millones recaudados a través de los ahorros, las nóminas y las pensiones de jubilación, de las preferentes y de la deuda subordinada, de las hipotecas usureras y de la estafa de los seguros swap.

En virtud del aparato de compra utilizado por Caixa Galicia, sus adquisiciones artísticas eran y siguen siendo propiedad privada. El discurso que fue transformando su pertenencia como patrimonio gallego sólo sirvió para construir una buena imagen, para darse un baño de cultura y para manipular un sentimentalismo nacionalista. A la hora de la verdad, la mentalidad financiera comprende que un Picasso no es un Picasso: sólo un contenedor en el que cabe más dinero que en una caja fuerte. Paradójicamente, dinero abstracto y tangible.

Un efecto placebo que no quitará el sabor amargo

Cuando se conoció el rescate de NovaCaixaGalicia y su venta inminente al sector privado, español o extranjero, el tema de las colecciones de arte de Caixa Galicia y de Caixanova despertó el interés general. De pronto se tomó conciencia de las repercusiones negativas que iba a tener el liderazgo de José Luis Méndez.

El Bloque Nacionalista Galego (BNG) impulsó una iniciativa, lógica en el contexto de la situación: que ambas colecciones de arte fueran puestas a disposición del patrimonio público gallego “a través del comodato, la cesión, la adquisición o cualquier otra figura prevista en la legislación autonómica”. El objetivo era constituir los fondos en uno de los edificios de la faraónica Cidade da Cultura, un monumento a los excesos del boom de la construcción.

La propuesta fue ignorada por el Parlamento gallego. Desafortunadamente, porque era entonces o nunca. El poder político dejó pasar la oportunidad y con la adjudicación al Grupo Banesco, éste se quedó la colección originaria de Caixa Galicia. Los diputados del BNG tuvieron que conformarse con presionar, lanzando preguntas en comisiones de trabajo y en el pleno, como las que plantearon en septiembre y octubre de 2014.

El descontento social sirvió para que el 23 de septiembre de 2013, la Consellería de Cultura, Educación y Ordenación Universitaria de la Xunta de Galicia emitiera una resolución. Rápidamente se difundió un concepto erróneo: que las colecciones de arte, tanto la de Caixa Galicia como la de Caixanova, habían sido declaradas formalmente Bienes de Interés Cultural.

La propia Abanca expresó a infoLibre en su primera comunicación por escrito que “ambas colecciones son propiedad privada y fueron declaradas por el gobierno de la Xunta de Galicia, Bien de Interés Cultural (BIC)”. Lo que en realidad hizo la administración de Alberto Núñez Feijóo fue incoar un expediente en el que se determina una protección preventiva y provisional. Hay un plazo de veinte meses, más dos adicionales, hasta que pueda decretarse dicha declaración.

InfoLibre consultó a la Xunta de Galicia. “Las colecciones están incoadas como BIC”, manifestaron, “y por tanto tienen su régimen de protección a todos los efectos”. De acuerdo a la Xunta, este expediente es necesario para fundamentar la “declaración definitiva”. El BIC, según reconoce la Xunta, “no supone en ningún caso cambio en la propiedad del bien. Tampoco le corresponde al expediente del declaración de BIC dirimir esta propiedad”. Este es el meollo de la confusión: Abanca no renunciará a sus derechos de propiedad, ni la Xunta está por la labor de pedírselo.

La declaración BIC, prevista para julio de 2015, tampoco impedirá la venta de las obras de arte. En palabras de un portavoz de Abanca: “BIC significa que la colección no se puede dispersar y, en todo caso, si se vendiera conjuntamente, que no es el interés del banco, la primera opción sería para la Xunta”. La abogada Beatriz Niño, del despacho NIAL Art Law, agregó: “Lo que supone que una obra se declare BIC es, por un lado, que la misma pasa a ser inexportable, y por otro, que lleva aparejadas una serie de obligaciones para sus propietarios. Además, el Estado, primero, y la Xunta de Galicia, después, tendrán un derecho de tanteo y retracto sobre la obra en caso de que se venda. El propietario debe notificar la venta para que la administración pública pueda ejercer el tanteo. A falta de comunicación de venta por parte del propietario la administración podrá ejercer el retracto”.

Aunque pueda herir la sensibilidad de los gallegos que se sienten defraudados por Caixa Galicia, a fin de que Abanca conserve debidamente su material, la declaración BIC contempla algunos privilegios fiscales. “Por ejemplo”, indica Niño, “exención del pago del Impuesto sobre el Patrimonio y del pago del Impuesto sobre Bienes Inmuebles”. Según parece, la declaración BIC favorece al banco tanto si decide vender como si no. Mientras respete el marco legal, podrá hacer lo que le convenga, sin riesgo de perder su dinero. No obstante, Abanca reitera: “No estamos pensando en vender una colección importante para la cultura gallega. Por el contrario, buscamos formas de poder acercarla a la sociedad”.

No se puede culpar a Abanca por desaciertos sobrevenidos. Su directiva tendrá que lidiar con la herencia de las dos cajas, una bicefalia que vertebra su organización. Es indispensable un punto medio entre los intereses privados y la atropellada dignidad de los gallegos. Dada la mala fama de los bancos y el hecho de que éste carece del galleguismo del que sacaron su tajada los Méndez y los Fernández Gayoso, Abanca debe de desarrollar una estrategia que la acerque a la calle. ¿Cabe esperar del presidente de Abanca, Juan Carlos Escotet, algún gesto de buena voluntad? En noviembre pasado, entregó en comodato el fondo bibliográfico de 3.500 volúmenes de Caixa Galicia a la Biblioteca autonómica. En cuanto a las pinturas y demás no ha dicho nada nuevo. En Caracas, Escotet posee una colección distinguida en la que no faltan Picassos. Personas que conocen al banquero venezolano aseguran que su relación con el arte no es la de un potentado esnob, sino la de quien valora su significado cultural. “Eso se verá”, nos dijeron, “en lo que decida hacer con las pinturas que pertenecían a Caixa Galicia”.

Por ahora, la proximidad con el poder político, aunque comprensible, resulta preocupante. Es como un Déjà vu: la amistad entre Alberto Núñez Feijóo y Juan Carlos Escotet puede llegar a ser una relación de dependencia entre el presidente de la Xunta de Galicia —y presidente regional del PP—, y el dueño de un banco. Se repiten las sensaciones cuando sus sitios eran ocupados por Manuel Fraga y José Luis Méndez.

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En 1981, cuando Méndez asumió la dirección general de Caixa Galicia, el ex ministro de Franco presidía Alianza Popular. Fraga gobernó durante quince años la comunidad autónoma. Méndez, uno de sus incondicionales, acarició las tres décadas en el cargo.

Hubo adulación, carta blanca: impunidad.

La cercanía entre el poder político y el poder económico empieza llamando oro a lo que sólo brilla según su conveniencia, y acaba, tarde o temprano, pisoteando indefensos.

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