Corrupción política

Alfonso Grau, el escudero fiel de Rita Barberá

El exvicealcalde de Valencia, Alfonso Grau, junto a la alcaldesa Rita Barberá, durante la rueda de prensa en la que anunció su dimisión.

Sergi Tarín | Valencia

Es la historia de una fidelidad llevada al límite. Y esa frontera, en política, alcanza a la dimisión y al banquillo de los acusados. A todo esto ha preferido enfrentarse Alfonso Grau, primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Valencia hasta este lunes, por proteger a Rita Barberá de los lodos del caso Nóos. Imputado y absuelto en dos ocasiones, este 2 de marzo la Audiencia de Palma decidió procesar a Grau por los presuntos delitos de prevaricación, malversación de caudales públicos, fraude a la administración, tráfico de influencias y falsedad documental.

Unas categorías penales que se substancian en los 3,6 millones que, a dedo, otorgó la Fundación Valencia Turismo Convention Bureau al Instituto Nóos, dirigido por Iñaki Urdangarín y Diego Torres, para la organización de las Valencia Summit de 2004, 2005 y 2006, unas brumosas jornadas internacionales sobre deportes y grandes eventos cuyo único recuerdo es a causa de la investigación criminal. En aquel entonces Alfonso Grau presidía la fundación Valencia Turismo y los patronos le señalan como el máximo responsable de la adjudicación a Nóos.

“Nos parecía una propuesta razonable”, ha defendido siempre Grau, quien ayer atribuyó su procesamiento a una “cacería electoral” del grupo socialista en el consistorio. “Como ya estoy cansando de ser el pimpampum de este asunto y de lo que esto causa en mi familia, he decidido dejarlo”, concluyó así 20 años de carrera política cosida a la sombra de Rita Barberá, quien este lunes lo comparó con Winston Churchill por su “responsabilidad y grandeza y más alto sentido del honor y del deber”. E hinchó el agasajo hasta definirlo como “un señor en toda la extensión de la palabra: amigo de sus amigos, afable, brillante, comprometido y responsable”.

Un gratitud más que justificada. Y en particular por lo que respecta al primero de los calificativos: amigo de sus amigos. Según el fiscal anticorrupción, Pedro Horrach, en el 2003 se celebró una reunión al más alto nivel en el palacio de la Zarzuela. Allí se congregaron Barberá, Francisco Camps (entonces presidente de la Generalitat) e Iñaki Urdangarín y su socio Diego Torres. En aquel cónclave, según el escrito del fiscal, se diseñaron las Valencia Summit y su multimillonario peaje. De ahí habrían partido las órdenes de contratar a Nóos sin publicidad ni concurrencia pública.

Pero Grau, sin desmentir la reunión, siempre ha afirmado desconocer su celebración. “¿Cómo voy a negar la existencia de una reunión en la que no estuve?”, manifestó el pasado 11 de diciembre. Y a la pregunta de si debería ser Barberá la que estuviera imputada y no él, sacó el escudo de patrono de la Hermandad del Santo Celo y de cofrade del Santísimo Cristo del Salvador: “Estoy aquí porque me han acusado a mí; la alcaldesa puede ir a una reunión, a cenar con amigos o donde le parezca”.

Tono chulesco

“Entiendan su dificultad personal”, pidió Rita Barberá a los periodistas en el turno de preguntas. Y solo hubo una. En parte por el temor a las salidas de tono del vicealcalde, quien el pasado 10 de noviembre compareció para anunciar que no dimitía porque no había novedad alguna. “¿Por qué nos convoca entonces?”, le preguntaron. “¡Porque me da la gana! ¿Es suficiente respuesta o se la tengo que clarificar?”. El exabrupto se convirtió en portada estatal y llevó a Grau a excusarse: “Fue un calentón, estaba nervioso”.

Pero desde la oposición consideran la anécdota como una norma. De hecho, el 25 de octubre de 2011, el grupo Compromís presentó una queja a Grau exigiéndole “una mejora del tono en las respuestas y una mayor cortesía con la oposición”.

Grau, portavoz del grupo popular, ha llegado a llamar “enano mental” a un diputado del PSPV-PSOE que le preguntó por la memoria de los represaliados franquistas. Cabe decir que el Ayuntamiento de Valencia siempre se ha negado a señalar y proteger la fosas de la posguerra y solo retiró el título de alcalde honorífico a Francisco Franco tras un sentencia judicial de julio de 2012.

En la formas y en el fondo Grau ha hecho suya la política agresiva de Barberá hacia sus rivales políticos. En el hemiciclo, los despachos y en la calle.

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El exvicealcalde también era el responsable del Plan de Cabanyal, un proyecto urbanístico que prevé el derribo de 1.651 viviendas en el barrio de pescadores de Valencia y que fue paralizado en diciembre de 2009, tras una orden del Ministerio de Cultura, que lo declaró un expolio del patrimonio español. Pese a ello, el Ayuntamiento ha seguido comprando casas muy por debajo de su valor de mercado y con la intención de derribarlas. Y se ha perpetrado una táctica de degradación con la negativa a conceder licencias y con el propósito de expulsar a las familias originarias.

Una método que llegó a personificar el propio Grau cuando en abril de 2010 acusó a Faustino Villora, activista de Salvem el Cabanyal, de lucrarse con la compra de nueve casas. Villora demostró con documentos del registro de la propiedad que de las nueve viviendas sólo una era suya, tres fueron adquiridas en los años 20 por sus abuelos y cinco eran de familiares. Y la novena era incluso propiedad del Ayuntamiento de Valencia. Grau jamás se retractó y la falsedad caló en un sector del barrio.

Cirujano de profesión, Grau ha sido el defensor más vibrante de la política de grandes fastos de la época Barberá. “Me voy agradecido en espacial a mi alcaldesa por haberme dado la oportunidad de participar en el mayor cambio que Valencia ha tenido en sus últimos 100 años”, manifestó este lunes. Fue el único momento en el que se le quebró la voz. Y Barberá le pagó tanta devoción con dos sonoros besos delante de las cámaras.

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