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Talento a la fuga

“Los que vivimos en el extranjero llevamos la marca España, que no siempre es buena”

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Llegó a Alemania con una beca Erasmus en el año 2009. En ese momento, Natalia Guerrero todavía era una estudiante de Química, sin embargo, en apenas dos meses de estancia, decidió que no regresaría a España. “Desde que llegué allí, vi una diferencia tan abismal, tanto en el ámbito universitario como en todo lo relacionado con mi campo, que tomé la determinación de no volver”. Esta joven marbellí de 27 años, solo dio un paso atrás para terminar cuatro asignaturas y completar su carrera. Después, emprendió su viaje de regreso a Alemania, el país del que meses más tarde se marcharía para llegar hasta Suiza, el lugar donde ahora reside con su marido alemán y donde ocupa un puesto de trabajo como química en un instituto de investigación.

El regreso a Alemania

Su vuelta a Alemania no fue fácil. “En Berlín me costó muchísimo, porque cuando ya eres licenciado, no te dan prácticas. Sienten que se están aprovechando”, explica. Sin embargo, Natalia, convencida de que Alemania, al contrario que España, le reservaba el puesto de trabajo para el que se había formado, se armó de perseverancia hasta lograr unas prácticas en el Instituto Max Planck, una de las instituciones científicas más importante de Europa. Una oportunidad que, aunque duró poco tiempo, le permitió abrirse paso en un campo de la química en el que ahora continúa desarrollándose. No obstante, a esta joven andaluza todavía le esperaban tiempos difíciles. “Se acabaron las prácticas y me puse a seguir buscando empleo, pero no encontraba nada. Echaba de todo, de cajera, de lo que fuera, pero nada”, recuerda. Una ardua e incesante búsqueda de trabajo que duró meses, pero que acabó dando sus frutos. “Al final lo logré y a través de la beca Leonardo inicié unas prácticas en el área de polímeros en otro instituto de investigación de Berlín”. Otra experiencia profesional más que sumó y a la que le precedieron dos meses de trabajo como camarera en un McDonald. “Allí no se creían que yo era química”, cuenta entre risas. “En Alemania no es habitual ver a un titulado superior en un trabajo así. El jefe decía que le daba respeto hablar conmigo”. Pese a todo, no duda en recordar como “genial” ese tiempo en la hamburguesería.

La oportunidad Suiza

Por fin, y tras casi dos años de inestabilidad e incertidumbre en Alemania, a Natalia le llegó la oportunidad de marcharse a Suiza. “Una amiga me envió un link de Internet en el que ofrecían una plaza de trabajo en polímeros. Un puesto que estaba relacionado justo con lo que yo había hecho. El mismo día de la entrevista, vino el jefe del instituto para el que trabajo ahora y me dijo que el puesto era para mí”, relata. Sin embargo, tardó un par de días en aceptar. “En Suiza no están acostumbrados a que no haya trabajo, y quedas como un irresponsable si dices que sí sin pensártelo”. Una actitud poco habitual en España, donde “te agarras a un empleo como a un clavo ardiendo”, explica. Así que tras la entrevista, Natalia esperó a estar en la calle para “saltar de alegría” y llamar a su marido para comunicarle que se mudaban al país del chocolate.

“En España somos cortoplacistas”

Su experiencia en Suiza y Alemania no ha hecho más que reforzar en Natalia las ideas por las que decidió marcharse de su país poco antes de terminar su carrera. “Lo que veo es que la Ciencia y la investigación es una inversión a largo plazo y en España somos cortoplacistas. Aquí hay mucha industria y lo interesante es que muchas empresas tienen sus propios laboratorios de investigación”. De hecho, en el centro para el que trabaja se encarga ahora de desarrollar un proyecto de investigación vinculado a la industria Suiza. “En España solo hay turismo y ya está.”, sentencia. “Aquí, la mayoría de los proyectos son con empresas y la financiación proviene mayoritariamente de éstas, aunque también hay financiación del Gobierno suizo”, explica. Es su forma de expresar las diferencias entre el modelo productivo suizo y alemán, donde la actividad investigadora viene empujada por un solvente sector industrial, y el modelo económico español, excesivamente dependiente del sector servicios.

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“Sé cómo se trata a la comunidad científica en España”

Por ese motivo Natalia lo tiene muy claro. No volverá a España. “Para que yo decida regresar, las condiciones que me ofrezcan tienen que ser como mínimo iguales a las de aquí, y yo sé que eso no se va a dar”, afirma contundente. Tampoco está dispuesta a incorporarse a la comunidad científica española: “Sé cómo se les trata allí y cómo se nos trata en el extranjero. Y no tiene ni punto de comparación”, asevera. Un hecho que según ella se escenifica claramente con los sucesivos recortes a los que se ha visto sometida la I+D+i española. “La crisis ha afectado en España en todo, pero lo primero que hicieron fue recortar en Ciencia”, concluye.

“Hay que tener el valor y dar el salto”. Eso es exactamente lo que hizo Natalia cuando la crisis económica apenas comenzaba a causar estragos en el sector para el que ella todavía estaba formándose. No atisbaba entonces los continuos hachazos a los que iba a ser sometida la inversión española en Ciencia, pero ya pensaba que la investigación en España siempre estuvo “fatal”. Ahora continúa luchando contra los prejuicios y dando ejemplo. “Los que vivimos fuera sabemos que tenemos que trabajar tres veces más que una persona de allí para demostrar lo que somos. Porque llevamos la marca España, que no siempre es buena”. Con todo, anima a marcharse a los miles de jóvenes españoles a los que les espera ahora un empleo precario: “Hay que superar el miedo y dar el paso”. Un miedo que, como recuerda, también superaron las generaciones que precedieron a esta nuevos expatriados."Nuestros abuelos también tuvieron condiciones adversas, y otras generaciones también. No lo hemos tenido fácil, pero ¿quién sí? Espero que España aprenda de esto y lo hagamos mejor".

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