Entrevista a un exterrorista de ETA

Iñaki Rekarte: “Una vez que matas no tienes ganas de vivir. Ya no ves el futuro”

Iñaki Rekarte durante su entrevista en Salvados. LA SEXTA

Iñaki Rekarte enseña el mensaje que le ha enviado una mujer que sufrió un atentado de ETA en la puerta de su casa. Le da las gracias por sus palabras en Salvados: “Con algunos te quedas helado, pero hay mogollón de gente que cree que las cosas se arreglan así”. Lo dice porque otros, muchos, no se creen su arrepentimiento. “Yo podría estar tumbado en la playa y no hacer nada, ¿por qué tengo que estar convenciendo a alguien que me dice que estoy mintiendo? Cuéntame tú cuál es mi verdad entonces”. Es el único momento de su encuentro con infoLibre en el que eleva el tono mínimamente, como si le molestase la duda. “Estás equivocado”, le ha contestado este lunes, en elmundo.es, a una persona que le ha dicho que realmente le pesan “los años pasados en prisión y no el daño irreparable" que causó.

La noche del domingo, frente a casi tres millones de espectadores, Rekarte admitió no saber el nombre de las tres personas a las que mató, algo que provocó indignación en las redes sociales. “Esa pregunta está cortada. Claro que me acuerdo de los nombres”, aclara el exterrorista, que afirma que le dijo a Jordi Évole, su entrevistador, un par de apellidos. Pero no todos, así que, para evitar que los familiares se pudieran sentir ofendidos, dejó a elección del programa la emisión de ese fragmento. 

Entró en ETA con 19 años y sólo unos meses después ya era responsable del comando Santander.comando Santander. Fue en esa ciudad donde hizo explotar un coche bomba que mató a tres personas y dejó heridas a una veintena. Todas ellas civiles, así que no consiguió su objetivo: una furgoneta conducida por policías. “Una vez que matas a alguien no tienes ganas de vivir. Ya no ves el futuro, ya no haces planes”. De haberlos hecho, se habrían venido abajo con su detención un año después, en marzo de 1993.

Iñaki Rekarte cumplió 20 años en la cárcel, donde pasó de odiar a sentirse arrepentido. Allí conoció a su mujer, Mónica, que impartía talleres de reinserción en los que empezó a participar en contra de lo que ordenaba ETA. Al poco se sumó a la vía Nanclares y dejó de lado a la banda, algo que le costó el rechazo y las amenazas de algunos de sus excompañeros. Ahora, tras dos años en libertad, presenta el libro Lo difícil es perdonarse a sí mismo.

PREGUNTA: ¿Con qué argumentos le convence su amigo Juan Ramón Rojo González para entrar en ETA?

RESPUESTA:

No tenía muchos argumentos. Íbamos buscando la aventura. Hay que contextualizar que la época no tiene nada que ver. O quizá cómo lo veíamos nosotros, que éramos jóvenes. Pero argumentos ninguno. Algo muy abstracto. El victimismo que te creas tú mismo tiene mucho peso.

P.: ¿Victimismo respecto a qué?

R.:

Victimismo porque han torturado a no sé quién, han matado a uno, los pobres presos cómo los tienen... Ves toda esa parte pero no ves la otra. Siempre necesitas victimismo, justificar con lo que te han hecho a ti. Te han torturado cuando te han detenido y te pasas toda la condena denunciando que te han torturado, que este país no es democrático. Pero claro, se te olvida de que tú has matado a vete a saber quién, y de eso no dices nada.

P.: ¿Qué valores tenía Iñaki Rekarte con 18 años? ¿Qué entendía por amistad, por violencia, por autoridad?

R.:

No sé, es una época que recuerdo muy acelerada. No sé si tuve la capacidad de pensar en algún momento. Y luego, una vez que matas a alguien, no tienes ganas de vivir. Ya no ves el futuro, ya no haces planes. Y luego sólo esperas que se acabe esto, y que entonces lo tuyo se va a limpiar, que se va a quedar como antes. Pero no queda como antes.

P.: Ha subrayado en varias ocasiones que en su casa, y en la de otros compañeros etarras, nunca se habló de política. Y sin embargo, acabó entrando en ETA. ¿Le hablará usted a sus hijos de política?

R.:

No creo. Hombre, nosotros siempre hablamos de algo, siempre comentas, pero no nos metemos en esto es Euskadi, aquello es Cádiz y aquello es España. Yo creo que ni para Mónica ni para mí es importante eso. Es que me da exactamente igual si hoy se llama Euskadi y mañana se llama Vietnam, o Rusia.

P.: Pero comentaba que había mucha incultura detrás de esa decisión de querer formar parte de ETA, mucho desconocimiento de la historia de su tierra. ¿No cree que es bueno tener un criterio desde que se es joven, unos ideales que incluso quizá no le van a llevar a actuar de manera irracional?

R.:

Pues sí, siempre y cuando tengas claro en la vida que nunca puedes utilizar la violencia para esas cosas. Pero si no tienen esos pensamientos mejor, porque te pierdes mucho si te limitas a ellos.

P.: ¿Por qué cree que ETA sigue matando después de la amnistía de 1976?

R.:

Supongo que para mucha gente se hizo una forma de vida. Yo le he oído decir a un dirigente muy grande de ETA que el hombre cuando bebe la miel del poder ya no quiere otra cosa. El poder sobre otros hombres, porque el dinero no es importante. Te encierras mucho en tu ideología y en tus metas, pero al final es una manera de vivir. Luego cada persona es un mundo, y todos parecen uno, pero no. Si juntas aquí a 100, a ver si se hablan la mitad. El ambiente que hay dentro es tan malo... sobre todo en las cárceles.

P.: La torturas a los presos etarras, ¿cuánto han alimentado a la propia actividad de ETA?

R.:

Alguien decía que Galindo [máximo responsable de la lucha antiterrorista y condenado por los asesinatos de Lasa y Zabala, a manos de los GAL] cada vez que detenía un comando, él mismo formaba otros tres o cuatro por el rastro que dejaba. Quizá no tanto las torturas a los culpables, pero se ha torturado a tanta gente que no tenía nada que ver... como a mi padre.

P.: ¿Cree que hay en los Ejércitos mucha gente como el Iñaki Rekarte de 18 años?

R.:

Los marines de los Estados Unidos está formado por personas de entre 18 y 21 años, que es la edad en que consideran ellos que haces las cosas casi sin pensar. Pero no a todo el mundo le pasa eso, tienes que ser un poco tirado para adelante. Supongo que un poco loco.

P.: ¿Se arrepentiría de lo que hizo si no hubiera conocido a su mujer?

R.:

Ya estaba arrepentido, lo que pasa es que Mónica fue como una prolongación del camino. Quizás definitiva porque apareció en un momento clave. Pero no sólo Mónica, me ayudó más gente dentro de las prisiones. La subdirectora de tratamiento, sin saberlo ella, me ayudó muchísimo, simplemente creándome dudas. Es de esas personas con las que te llevas bien, con la que al final hablas de tus hijos, de todo, olvidándote un poco de por qué estás ahí y de por qué está ella ahí. Esas conversaciones te crean un montón de contradicciones. Yo solía ir a hablar con ella incluso con las malas miradas del resto. Al principio dices, que no te vean, y llega un punto que dices ¿Por qué me escondo, por qué no puedo hacer lo que quiera en la vida?. Me ha ayudado mucha gente en el camino. En las prisiones te puedes encontrar como en la sociedad: con gente que disfruta de su trabajo, que son carceleros, y con personas acojonantes. Todas te van ayudando, y Mónica fue la guinda.

P.: ¿En estos 20 años en los que estuvo en prisión, cómo ha cambiado el País Vasco?

R.:

El cambio ha sido bestial. Lo primero en lo que me fijé fue que los coches no meten ruido. Los escaparates me parecen una pasada, y la gente viste como antes se vestía los domingos. Las casas, los teléfonos móviles... Lo que sí noté es un individualismo brutal, cada uno va a lo suyo. Pero no digo la gente de la calle, no, mi propia familia. Lo hacen con normalidad, les parece normal no ayudar a alguien cercano, mirándose el ombligo.

P.: ¿Cómo ha cambiado la relación con su familia?

R.:

Tantos años y viéndote tan poco, al final no te conoces. Con tus padres es más fácil, pero al resto… Ahora me conocerá mucho mejor mi familia que antes porque estas cosas no las había hablado nunca.

P.: ¿Qué pretende con su testimonio?

R.:

Todo el mundo me pregunta eso y a todos les contesto lo mismo: contar mi verdad.

P.: ¿Se interesó en algún momento por saber a quién había matado?

R.:

Sí, al final sí.

P.: ¿Y cómo lo hace, cómo los busca?

R.:

Por medio de Juan, que era director de Nanclares entonces. Y así se fue sumando más gente.

P.: ¿Qué es lo que más le interesa ahora?

R.:

Que mis hijos sean buenas personas, estar bien. Sin pensar demasiado en la semana que viene. Eso de carpe diem que piensa todo el mundo pero que nadie hace.

P.: ¿Cree que hay personajes públicos o políticos que están utilizando frívolamente algunos sentimientos nacionalistas e independentistas?

R.:

Yo con qué derecho voy a decir ahora nada. Como mucho me sale decir que lo que la mayoría quiera estará bien. No es que no sepa de política, claro que sé, conozco las claves, pero es lo mismo coger un periódico de ahora que de hace 15 años. Mismo escenario, algún personaje diferente, mismas discusiones de siempre, y mismos problemas y respuestas, que es lo peor.

P.: ¿Entiende que haya gente que no crea su arrepentimiento?

R.:

Yo podría estar tumbado en la playa y no hacer nada, ¿por qué tengo que estar convenciendo a alguien que me dice que estoy mintiendo? Cuéntame tú cuál es mi verdad entonces. Pero hay mogollón de gente más que creen que las cosas se arreglan así, que las tensiones se aflojan así.

P.: ¿Por qué insiste en diferenciar entre quienes entraban jóvenes y los mayores que daban las órdenes en ETA? ¿No es querer quitarse responsabilidades?

R.:

Claro que ellos tienen mucha más responsabilidad. No es lo mismo un montón de críos de 18 a 21 años, que personas de 40 y 50 que sólo se están jugando la partida de ajedrez ahí sentados. Yo no me quito ninguna responsabilidad, sé lo que he hecho y lo asumo, pero no es lo mismo.

P.: Pero una persona con 19 años ya distingue entre el bien y el mal, ¿no?

R.:

¿Qué es el bien y el mal?. Está bien dar un beso y mal pegar, pero en un mundo que siempre está en guerra. ¿Por qué un ser humano tiene derecho a matar en unas circunstancias y en otras no? En las partes de un conflicto hay extremos que son idénticos en sus maneras de actuar y de pensar.

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P.: ¿Llegó a odiar a cualquier español?

R.:

Supongo que sí, pero era algo abstracto. Cuando estaba en ETA no, el odio lo conocí en la cárcel. Pero no odias al español, odias al que está en el poder. El odio es la gasolina que te metes para seguir, porque si no, no tienes razones suficientes.

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