Derechos de los animales

Experimentación con animales en España: entre la necesidad científica y la denuncia animalista

Experimentación con animales.

La cifra total de animales utilizados en experimentos científicos en España fue, en el año 2014, de 821.570, según los datos anuales proporcionados por el Ministerio de Agricultura. El grupo más numeroso, con diferencia, es el de los ratones (463.636), seguido por peces (131.561), ratas (65.944), aves de corral (35.298) y conejos (23.881). Son las especies empleadas con más asiduidad, pero no las únicas. En el documento oficial se incluyen cobayas (8.435), cerdos (8.043) y hasta perros (771), gatos (52) y caballos (38).

Mientras las cifras de la experimentación con animales propician el debate sobre esta práctica, el movimiento animalista va recabando cada día más apoyo ciudadano. Es este, precisamente, el impulso que ha llevado a la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce) a firmar un acuerdo de transparencia sobre la investigación con animales. "Una parte de la sociedad se opone a este tipo de investigación o no está segura de apoyarla", escribe Juan Lerma, coordinador de la Comisión Cosce de estudio del uso de animales en investigación científica, en el prólogo del acuerdo [consultar el documento aquí]. "Por ello, los firmantes de este documento estamos convencidos de que la información acerca de la experimentación con animales ha de facilitar la comprensión precisa sobre los beneficios, perjuicios y limitaciones que puede conllevar", expone.

El acuerdo de transparencia se basa en cuatro compromisos. El primero de ellos busca hablar con claridad sobre cuándo, cómo y por qué se usan animales en investigación, abriendo el acceso regulado a sus centros de investigación. El segundo prevé proporcionar información sobre las condiciones en las que se realiza la investigación y los resultados que de ella se obtienen. La hoja de ruta para ello se basa en publicar una declaración, dentro del primer año de la firma, en la página web de cada organización donde se explique su política respecto al uso de animales. Le seguirá la publicación de información relevante en todo descubrimiento científico significativo, así como la selección de "una persona de contacto para proporcionar" datos sobre la participación de las entidades en la experimentación con animales. Finalmente, apuestan por promover la descripción de todos los experimentos y por informar sobre las medidas aplicadas.

El tercer compromiso aspira a desarrollar iniciativas que generen un mayor conocimiento y comprensión en la sociedad sobre el uso de animales en investigación científica, mediante la colaboración con entidades y sociedad civil, además de la información sobre el uso de animales en charlas o eventos públicos. El último de los compromisos apuesta por informar anualmente sobre el progreso y compartir experiencias, a través de una serie de acciones concretas como la puesta en marcha de una web específica sobre el progreso anual obtenido en la transparencia de la comunicación.

Regulación del uso de animales

La experimentación con animales es una actividad que se encuentra ampliamente regulada en España. La ley 32/2007, del 7 de noviembre, reglamenta el cuidado de los animales en su explotación, transporte, experimentación y sacrificio. En ella quedan regulados aspectos como las características de los centros o establecimientos destinados a la cría, suministro o uso de animales empleados en experimentación y otros fines científicos, incluida la docencia, que deben "ser regulados, evaluados y autorizados en los términos en que se determine en la normativa de la Unión Europea".

Otro de los asuntos que contempla la ley es el de las infracciones, donde se hace hincapié en la prohibición de "provocar, facilitar o permitir la salida de los animales de experimentación u otros fines científicos del centro o establecimiento, sin autorización por escrito del responsable del mismo, cuando dé lugar a la muerte del animal o cree un riesgo grave para la salud pública".

Por su parte, el Real Decreto 53/2013, del 1 de febrero, marca las normas básicas aplicables a la protección de los animales. La finalidad del decreto es, según el propio texto legal, asegurar que el número de animales utilizados en los procedimientos se reduzca al mínimo, aplicando en lo posible métodos alternativos; no se les cause innecesariamente dolor, sufrimiento, angustia o daño duradero; se evite toda duplicación inútil de procedimientos; y quea los animales utilizados, criados o suministrados se les concedan los cuidados adecuados.

Finalmente, la ley 6/2013, del 11 de junio, modifica la primera norma del 2007, únicamente en las cuestiones relativas a los procedimientos sancionadores o a la inclusión de otras especies como cefalópodos y determinadas formas fetales de mamíferos.

En base a la legislación vigente, los requisitos que permiten dar paso a un experimento con animales apuntan a que esté justificado con la necesidad de conseguir un bien de rango superior como la salud humana, y que exista un vacío en cuanto a posibles vías alternativas.

Métodos alternativos

Pero, ¿cuáles son estas vías y por qué no han conseguido la sustitución definitiva del uso de animales? Los métodos más recurrentes y más desarrollados como alternativas a los animales en la investigación científica son el cultivo de células y tejidos, los estudios sobre humanos voluntarios, o la reproducción de modelos por ordenador. 

Las razones por las que estas vías no han conseguido el pleno relevo de los animales varían en función de quien analice la situación. Los animalistas aluden a la falta de investigación para su desarrollo, mientras que los científicos defienden la necesidad irremplazable del uso de animales en determinados campos.

Laura Duarte

, portavoz de Pacma, explica en conversación con infoLibre la importancia de "ir dando pasos hacia la sustitución paulatina por métodos alternativos" porque, en la actualidad, "no se está invirtiendo ni validando prácticas alternativas que eviten el sufrimiento animal". Aunque Duarte rechaza "poner en duda la veracidad del campo científico" se aferra a los avances de la ciencia y la tecnología, y reflexiona que "quizá no se ha puesto el interés en priorizar la reducción del uso de animales". Admite, la activista, que "es posible que haya pruebas que hoy por hoy no tengan métodos alternativos, pero estamos seguros de que hay maneras de lograrlo", a lo que añade que "hace 20 años era impensable el uso de células madre, y hoy es válido", de modo que se torna "imprescindible" el fomento de otras vías "de manera urgente".

Duarte, que califica la legislación actual de "insuficiente", reivindica además que cualquier método científico que pueda ser empleado sea primero validado por el Centro Europeo para la Validación de Métodos Alternativos (CEVMA). "Llevamos años reclamando una inyección de dinero público al centro para que puedan ser validados", señala la animalista, quien no obstante reconoce que la sustitución total se ecuentra todavía lejos de ser una realidad. Entretanto, remata, "exigimos la reducción del número de animales y la minimización de su dolor".

Mientras que Duarte valora positivamente el acuerdo de transparencia presentado por los científicos, el portavoz de Igualdad Animal, Javier Moreno, se muestra más reacio. "Este anuncio es papel mojado y un intento de lavado de cara del sector, ya que el secretismo de la industria y la crueldad de muchos experimentos con animales han hecho que cada vez haya más rechazo".

Moreno defiende una mayor inversión en el desarrollo de alternativas, dado que "la realidad es que el dinero que se destina para su desarrollo es mínimo".  El activista subraya, además, un factor decisivo en el debate: "La industria tiene intereses económicos en seguir con esta inercia y es un poderoso lobby que tiene interés en el uso de animales y dificulta el desarrollo de métodos alternativos".

El investigador y uno de los autores del informe, Juan Lerma, defiende en declaraciones a este medio que la idea del pacto surge porque existe un movimiento animalista "fuerte y bien organizado en toda Europa que está trasladando a la opinión pública información que creemos es sesgada". Aunque el experto censura que los movimientos animalistas "ponen en riesgo el futuro de la biomedicina, y esto supone un riesgo para el conjunto de la sociedad", también reconoce que el campo de la ciencia ha sido tradicionalmente "reticente" a aportar datos públicos: "Para no herir sensibilidades, hemos mantenido la información un poco oculta". Su objetivo ahora, apunta, se basa en lograr que la sociedad tenga la visión "no sólo de una parte, sino también de la otra". 

En cuanto a las vías alternativas, el investigador asegura que la experimentación animal "es muy costosa, de manera que si pudiéramos hacerlo de otra forma, lo haríamos" y de hecho, continúa, "cuando no es necesario no lo hacemos, pero hoy por hoy es absolutamente imposible dejar de usarlos porque hay aspectos que no se pueden estudiar más que en un organismo". En este sentido, el científico explica que "cuando uno saca de contexto de la fisiología corporal un tejido, no se comporta igual" y por ello "las células en cultivo resultan efectivas para algunas aplicaciones, pero no para todas". Por ejemplo, señala la imposibilidad de reproducir la memoria, los recuerdos, el pensamiento, o todas las funciones que surgen del funcionamiento del cerebro como un todo. Lerma no muestra demasiadas expectativas respecto al avance de estos métodos alternativos. "Los estamos buscando cada día porque son más sencillos para nosotros, pero por mucho esfuerzo que se dedique no sé si van a aparecer", remata.

Por el contrario, Lluis Montoliu, investigador en el Centro de Investigaciones Científicas (CSIC) y experto en enfermedades raras en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB), se reconoce optimista: "No solamente creo que van a ser sustituidos, sino que lo dice la ley", asegura. "El objetivo último de la legislación es la eliminación del uso de estos animales, porque se habrá conseguido tener todos los métodos alternativos necesarios". Montoliu, no obstante, recuerda que "no todos responden a las preguntas que queremos hacer, y van a tardar muchos años en hacerlo". El investigador destaca, como ejemplo, el estudio del dolor o de parámetros conductuales como aspectos "muy difíciles de reproducir" de manera artificial.

El experto defiende, pese a todo, la voluntad científica por emplear otros métodos y la obligación de hacerlo: "Nosotros tenemos que preguntarnos si existe algún método alternativo que nos permita hacer lo que queremos hacer pero sin el uso de animales, y si lo hay, lo tenemos que usar por ley". En este sentido, celebra que cada vez haya más métodos disponibles: "Hay experimentos que yo mismo hacía en los noventa con animales y ahora estos mismos experimentos ya no requieren de seres vivos". Por ello, insiste, "si en cinco o diez años surgen otras vías, nosotros somos los primeros que queremos dejar de usar animales siempre".

Reducir, refinar y reemplazar

Tanto los grupos animalistas como el sector científico destaca la importancia de las tres erres. Se trata de reducir el número de pruebas en animales, refinar la severidad de las pruebas y las especies empleadas, y reemplazar las pruebas con vías alternativas.

Según la organización animalista Faada, este enfoque "pretende minimizar el impacto de los experimentos con animales" hasta una sustitución paulatina que concluya en su total desaparición. Juan Lerma, por su parte, apunta a este concepto como motivo de la "reducción progresiva" del empleo de animales año tras año.

Como paso para minimizar el uso de animales, el Ministerio de Agricultura expone en su informe anual la opción de utilizar el mismo animal en diversas ocasiones, siempre que el impacto de los procedimientos anteriores no sea severo, que el animal se haya recuperado totalmente, y que un veterinario haya realizado una evaluación favorable. Un total de 807.018 animales fueron usados por primera vez en España en el año 2014, mientras que 14.552 fueron reutilizados.

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De la cifra total registrada, que ascendió a 821.570, la gran mayoría fueron usados en investigación básica (448.149), que se divide en estudios del sistema gastrointestinal (con 106.438 animales empleados para este fin), del sistema nervioso (88.378), oncología (60.294), sistema cardiovascular (36.181) o del multisistémico (35.623), entre otros.

Juan Lerma apela a los avances que el uso de animales ha permitido para la ciencia, y plantea una cuestión moral que él mismo resuelve: "¿Quién tiene más derecho, una rata o mi hijo? Si la experimentación supone un avance en la solución de enfermedades, yo lo tengo claro". Igualdad Animal, por su parte, defiende que "el mero hecho de que el animal no pertenezca a nuestra especie no justifica que lo utilicemos como un recurso más". La organización, además, considera "atrevido" achacar a la experimentación todos los méritos del avance científico alcanzado hasta el momento, porque "no podemos asegurar que no se hubiesen podido desarrollar determinados medicamentos" si se hubieran explorado otras vías.

El objetivo de los dos sectores, el animalista y el científico, que tradicionalmente han estado enfrentados en cuanto a la existencia de este tipo de prácticas, parece no encontrarse hoy día tan distante. La sustitución de estos métodos por otros que no generen impacto y que resulten igualmente efectivos, es el fin perseguido, con más o menos cautela, por ambas voces. Seguir este camino, señala Javier Moreno, requerirá "voluntad política y presión ciudadana para que realmente se cambie el paradigma, se cambie el enfoque y se apueste seriamente por la búsqueda y desarrollo de alternativas a la experimentación con animales".

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