El futuro de Cataluña

Los partidarios de la unidad de España se movilizan en Barcelona para detener la declaración de independencia

Imagen de la manifestación en defensa de la unidad de España.

Por la unidad de España y contra la independencia. Bajo este planteamiento convocó Societat Civil Catalana (SCC) la manifestación unionista celebrada este domingo en Barcelona a la que asistieron cientos de miles de personas de todo el país: 930.000 según los organizadores, 350.000 si se atiende al recuento realizado por la Guàrdia Urbana. La organización contabilizó cerca de un centenar de autobuses que partieron de distintos puntos para participar en la marcha. Las calles de la ciudad condal se llenaron de banderas rojigualdas, acompañadas por otras catalanas y de la Unión Europea, y consignas contra el independentismo. "No somos fachas, somos españoles" o "Puigdemont a prisión" fueron algunas de las frases vitoreadas por los asistentes, entre los que cobraron especial protagonismo dirigentes políticos de Ciudadanos y PP, aunque también acudieron dirigentes del PSC, como su secretario de Organización, Salvador Illa .

El líder de la formación naranja, Albert Rivera, contó, junto a la portavoz del partido en Cataluña, Inés Arrimadas, con una presencia importante en la marcha al situarse en la cabecera de la misma. Rivera celebró que los ciudadanos estuvieran en la calle, "porque España no va a quedarse parada frente unos golpistas que quieren quitarnos nuestros derechos, nuestra nacionalidad y nuestro pasaporte". Asimismo, el dirigente político calificó la jornada de "día histórico", ya que "los catalanes que no quieren la independencia, los españoles y los europeos" han decidido dar un paso al frente.

También la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, vaticinó durante la mañana del domingo que el 8 de octubre se iba a convertir en el día en que los catalanes iban a "poner fin al independentismo". El PP fue otra de las fuerzas políticas con más protagonismo de la manifestación. El líder de los conservadores en Cataluña, Xavier García Albiol, calificó las decisiones de las autoridades catalanas de "golpe de Estado" y valoró la jornada como "el segundo momento histórico en el que toda España está saliendo a la calle", en referencia a las movilizaciones que hace 20 años reclamaron la liberación del concejal Miguel Ángel Banco, asesinado después por ETA.

Andrea Levy, por su parte, subrayó que la manifestación es el comienzo de "la esperanza para todos los catalanes", y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, se expresó en la misma línea al destacar la "defensa de la democracia" y la lucha por "superar el desafío independentista".

También los socialistas tuvieron espacio dentro de la manifestación. Aunque el PSC no acudió como organización convocante, el secretario de Organización, Salvador Illa, envió una carta a la militancia con el fin de llamar a la participación. Salvador Illa, además, aprovechó la movilización para pedir al presidente de la Generalitat que no lleve adelante una declaración unilateral de independencia, mientras que la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, trasladó todo su "apoyo a los miles de catalanes que han salido a la calle en Barcelona a reclamar convivencia y democracia".

"Detener a los golpistas"

Según informó Europa Press, uno de los temores de la organización era que la extrema derecha tuviera visibilidad durante la marcha. Algunos de los manifestantes expresaron su rechazo hacia los símbolos franquistas que se exhibieron en la movilización: "Esa bandera no nos representa", gritaron al paso de algunos de ellos.

La Falange Española ya había suscitado cierta polémica al anunciar, durante los días previos, su apoyo a la manifestación. A lo largo de la mañana del domingo resaltó su presencia en la misma mediante el grito de "unidad, justicia y soberanía". "Hay que parar el golpe y detener a los golpistas. Pero después hay que desmontar el Estado Autonómico y sustituirlo por un Estado Nacional", señalaba la organización a través de las redes sociales.

 

La jornada trancurrió bajo la tutela de las fuerzas de seguridad. Algunos de los furgones policiales, de hecho, se encontraban adornados por las banderas que portaban los manifestantes. Los agentes incluso protagonizaron escenas junto a los asistentes que se acercaron a dar la mano, abrazar y besar a los miembros de la Policía Nacional ubicados en puntos concretos como la Jefatura de Via Laietana.

 

Un manifestante dando la mano a un policía en la manifestación por la unidad de España en Barcelona

Manifestantes increpan a los Mossos

Paralelamente, decenas de manifestantes increparon a los Mossos d'Esquadra que se encontraban en el Parque de la Ciutadella vigilando el recinto y ante el Parlament, según informó Europa Press. Un grupo de ellos forzó una de las puertas del parque y, en su interior, recriminó a la policía catalana su actuación durante el referéndum del 1 de octubre con gritos de "¿Dónde estabais el domingo?" y "Esta policía no nos representa".

Por el contrario, durante la marcha se profirieron vivas a la Policía Nacional y a la Guardia Civil.

Contra el nacionalismo y en defensa de la ley

El broche final corrió a cargo del escritor Mario Vargas Llosa y el expresidente del Parlamento Europeo Josep Borrell. El primero cargó contra el nacionalismo al señalar que se trata de un fenómeno que "viene causando estragos, también en Cataluña", y que de hecho "ha llenado la historia de guerras, sangre y cadáveres". Con el fin de evitar tal destino se han concentrado "miles de catalanes demócratas que no creen que son traidores quienes piensan distinto" y que, a su entender, "creen en la democracia, en la libertad, en el Estado de derecho y en la Constitución". Su intervención fue interrumpida en diversas ocasiones por un mar de manifestantes a gritos de "Puigdemont a prisión".

El escritor defendió que "España es una realidad de libertad y de legalidad", un clima que "el independentismo no va a destruir". Finalmente, exclamó que los catalanes "no están solos" y advirtió de la fuga de bancos y de empresas que se está produciendo tras el referéndum del 1-O. Defendió a España como un país moderno frente a la Cataluña que puede convertirse en "tercermundista" si se independiza, y pidió hacer de la comunidad la capital española de la cultura y el progreso económico.

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Tras su intervención tomó la palabra el socialista Josep Borrell, quien alzó una bandera de la UE asegurando que "tiene las estrellas de la paz, de la convivencia y del derecho". Precisamente porque "la convivencia está rota" celebró la presencia la salida a la calle de los manifestantes contrarios a la independencia. Tras realizar un alegato a la "pluralidad política", Borrell pidió la dimisión de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell.

"Si hoy hemos venido tantos es para decirle al mundo que los que no pensamos como los nacionalistas somos tan ciudadanos de Cataluña como ellos", subrayó. "Hasta ahora no se nos ha visto ni se nos ha escuchado, tenemos que hacer que la voz de todos los catalanes se escuche por igual, y para eso hay que controlar de forma democrática los medios de comunicación públicos, que son una vergüenza democrática", añadió el exministro socialista, quien ante los reiterados gritos de "Puigdemont a prisión" solicitó "respeto". "A la cárcel sólo van los que dicen los jueces", así que "os pido que extrememos el respeto y reconstruyamos el afecto", requirió.

Finalmente, y tras identificar a las fronteras como "las cicatrices grabadas en la piel de la tierra", Borrell reiteró que "nadie está por encima de la ley" y reclamó "tranquilidad" para poder "disfrutar" de la "España democrática de la que nos podemos sentir orgullosos".  

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