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Nuevo Gobierno

Los retos más urgentes que aguardan al presidente Sánchez

El nuevo presidente, Pedro Sánchez, posa para los fotógrafos en el hemiciclo del Congreso tras ganar la moción de censura presentada contra su antecesor, Mariano Rajoy.

Fernando Varela

Pedro Sánchez es la encarnación de la volatilidad política española. El séptimo presidente de la restauración monárquica ha completado en un tiempo récord el camino que va del anonimato político a la Presidencia del Gobierno. Y lo ha hecho, además, teniendo que sortear no sólo las dificultades derivadas de la fragmentación política provocada por la crisis —tiene sólo 84 diputados— sino la oposición interna de una buena parte de los dirigentes de su propio partido.

Ahora encara lo que quizá sea el más difícil todavía: la tarea de formar Gobierno con el problema añadido de tener que decidir su composición en tiempo récord. Donde sus predecesores contaron con semanas de preparación —el tiempo que normalmente media entre la celebración de las elecciones y la toma de posesión—, Sánchez tiene apenas unas horas. Y debe, literalmente, subirse en marcha a la legislatura, empezando por un proyecto de ley de Presupuestos que no le gusta pero que está obligado a asumir para cumplir los compromisos a los que llegó con el PNV a cambio de su respaldo a la moción de censura.

Pedro Sánchez tomará posesión este sábado como presidente. Será, como es costumbre, ante Felipe de Borbón a las 11.00 horas y en el Palacio de la Zarzuela. Unas horas antes se habrá publicado en el Boletín Oficial del Estado el correspondiente decreto de nombramiento, firmado por el jefe del Estado y refrendado por la presidenta del Congreso, Ana Pastor.

Estos son los principales retos a los que tendrá que hacer frente a partir de ese momento.

  1. Gobierno exprés

Una vez que haya tomado posesión, el nuevo presidente estará en situación de decidir la estructura de su Gobierno y de anunciar los nombres de sus ministros, aunque no existe un plazo legal para hacerlo. Pero no puede demorarlo, porque mientras tanto los ministros del actual Gobierno continuarán en funciones.

Mas allá de que el nuevo Gobierno será paritario, siguiendo la tradición socialista desde José Luis Rodríguez Zapatero, y monocolor —socialista— todo los demás son especulaciones. La ausencia de pactos con otras fuerzas políticas deja a Sánchez las manos libres para elegir a quien considere más oportuno. El nuevo presidente no tiene experiencia en la gestión pública —sólo ha sido concejal y diputado— pero en su equipo —la Ejecutiva Federal— cuentan con tres exministras de Zapatero —Cristina Narbona, Carmen Calvo y Beatriz Corredor— y un buen número de de dirigentes que son alcaldes —Óscar Puente, Nuria Marin— o lo han sido —Odón Elorza—.

Su ventaja es que el PSOE, como partido, goza de una amplia experiencia en el gobierno de España —la última vez entre 2004 y 2011 y cuenta con numerosos cuadros políticos en Comunidades Autónomas tan relevantes como Andalucía, Comunitat Valenciana, Castilla-La Mancha, Extremadura, Aragón o Balears.

Y los va a necesitar, porque la llegada Sánchez a La Moncloa provocará previsiblemente el cese de 437 altos cargos del Estado en las próximas semanas, según cálculos de los técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) citados por Europa Press.

A ellos se sumarían un número indeterminado de los cerca de 6.000 funcionarios eventuales y de carrera que ocupan puestos de confianza, que podrían cesar también más adelante, estima Gestha, que recuerda que no solo cesarán los ministros, sino también secretarios de Estado, subsecretarios y directores generales, quienes tendrán que abandonar sus puestos a lo largo de este mes.

Asimismo, también habrá movimientos entre los jefes de gabinete y entre los presidentes de organismos y empresas públicas. Y cesarán 566 asesores que no son funcionarios por oposición, que desempeñan funciones de confianza o asesoramiento especial, y también podrán cesar asesores que son funcionarios de carrera, que pasarían a ocupar otros puestos no calificados de confianza.

La desventaja de Sánchez y de su equipo a la hora de poner en marcha la nueva Administración es que no todo el mundo querrá aceptar un puesto con un horizonte tan incierto: nadie sabe si va a durar seis meses o doce. Es una apuesta: habrá quienes acepten al creer que Sánchez será capaz de ganar después de las elecciones que ha prometido anticipar; habrá también quienes rechacen la oferta para no correr riesgos. Un dilema que nunca se plantea cuando el Gobierno arranca con la legislatura y tiene, en principio, cuatro años por delante.

Los nombramientos, especialmente en áreas clave como economía, empleo, servicios sociales o administración territorial, y la decisión o no de nombrar un número dos, servirán además a los partidos que le dieron su confianza —Unidos Podemos, Esquerra, PDeCAT, PNV, Compromís y EH-Bildu— para anticipar por dónde van a ir las políticas que el presidente se propone impulsar.

Sánchez ha encomendado el traspaso de poderes a su equipo más próximo: el secretario de Organización, José Luis Ábalos, su vicesecretaria general, Adriana Lastra, y su jefe de gabinete, Juanma Serrano. No les faltará trabajo: el traspaso no se demorará más de dos o, como máximo, tres días.

  2. un Congreso fragmentado

Este es, con diferencia, el escenario, más complicado para Pedro Sánchez. El PSOE tiene sólo 84 diputados —le faltan 92 para la mayoría absoluta— y va a tener que hacer frente a complicadas negociaciones para sacar adelante proyectos e incitativas políticas. El nuevo presidente hace tiempo que ha interiorizado que la fragmentación política y la necesidad de pactar ha llegado a la política española para quedarse y repite además, siempre que tiene ocasión, que ese es además el escenario más habitual en Europa.

Los socialistas no controlan, además, la Mesa del Congreso —ahí tienen mayoría PP y Ciudadanos, lo que les otorga cierto margen para impulsar o bloquear iniciativas— y en el Senado hay mayoría absoluta del PP.

Lo primero que tendrán que hacer es completar el trámite de los Presupuestos de 2018, que los socialistas rechazaron en el Congreso pero que prometieron apoyar al PNV. No será difícil.

El verdadero problema llegará poco después, cuando el Gobierno de Sánchez tenga que negociar con los diferentes grupos políticos para sacar adelante los objetivos de estabilidad presupuestaria que condicionan anualmente aspectos cruciales de los Presupuestos del año siguiente, entre ellos el déficit y la deuda a los que se compromete el Ejecutivo y el techo de gasto.

El último debate en la Cámara alta sobre estos objetivos tuvo lugar en julio del año pasado. Entonces el Gobierno de Rajoy los sacó adelante con 175 votos a favor: Ciudadanos, PNV, Coalición Canaria, Foro Asturias y UPN; la abstención de Nueva Canarias y 173 votos en contra del resto de partidos, incluido el PSOE. El año anterior las votación tuvo lugar a finales de año y entonces los socialistas se sumaron al PP y a sus aliados –en aquel momento estaba al mando del PSOE la misma gestora que había favorecido la investidura de Rajoy—, lo que elevó el cómputo de síes hasta 257.

Este debate tiene mucho que ver con los Presupuestos, ya que su conclusión anticipará la capacidad del PSOE de negociar y consensuar un proyecto de cuentas para 2019.

Esta prueba de fuego será sin duda una de las que más condicione cuánto puede prolongarse el Gobierno de Sánchez, pero no la única. Durante el debate de la moción de censura, el candidato anticipó su voluntad de llegar a acuerdos para derogar leyes (la reforma laboral, la ley mordaza o la reforma sanitaria que excluyó a los extranjeros del sistema público), reformar otras (la memoria histórica) o impulsar nuevas medidas (la reforma del modelo energético). También se comprometió a fijar una posición de Estado antes de acudir a las cumbres europeas y citó expresamente la que se celebrará a finales de este mes. En ella la UE debatirá asuntos tan relevantes como la manera de afrontar la llegada de migrantes, la seguridad común, el presupuesto a largo plazo y, sobre todo, las consecuencias del Brexit y la situación de la zona euro, y Sánchez quiere debatir previamente en el Congreso una posición común.

Sánchez pretende sacar adelante una agenda claramente de izquierdas que blinde las pensiones, eleve los salarios y recupere la inversión en sanidad y en educación, para lo que contará con toda probabilidad con la ayuda de Unidos Podemos, Compromís, Bildu y Esquerra, pero al mismo tiempo se ha comprometido a mantener los objetivos de estabilidad y cumplir los compromisos de déficit y deuda, por lo que también deberá mirar hacia su derecha y negociar con Ciudadanos y quizá con el PP —además de con la derecha nacionalista—.

  3. diálogo para Cataluña

El tercer gran reto que tiene Sánchez por delante es el debate territorial y, en particular, la crisis catalana. El nuevo presidente lleva desde que volvió al timón del PSOE reclamando soluciones políticas para lo que considera un problema político y ahora tendrá la oportunidad de poner en práctica sus ideas abriendo un diálogo directo con los independentistas.

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, pidió este mismo viernes a Sánchez que acceda cuanto antes a dialogar con él “de gobierno a gobierno, como siempre ha querido el catalanismo”. Lo dijo en la apertura del Consell Nacional del PDeCAT. Aunque ha acusado al PSOE de ser cómplice de la represión y la involución democrática que cree que se ha vivido en Cataluña en los últimos meses, pidió a Sánchez que “dé los pasos y tome riesgos” para el entendimiento.

El nuevo Govern catalán tomará posesión este sábado, apenas media hora después que Sánchez en la Zarzuela, y a partir del domingo habrá terminado la intervención de la autonomía catalana en aplicación del artículo 155 de la Constitución.

Sánchez defiende abiertamente la reforma de la Constitución para sanar, de una vez por todas, las heridas abiertas con la anulación que llevó a cabo el Tribunal Constitucional a instancias del PP del Estatuto de Autonomía que previamente habían ratificado el Congreso, el Parlament y los catalanes en referéndum. Pero está por ver que convenza a los independentistas para apoyar esta solución, que no incluye un referéndum de autodeterminación, así como que consiga atraer a ella al PP y sobre todo a Ciudadanos.

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  4. El PSOE deja la oposición

Sánchez tendrá ahora en sus manos todos los resortes del Gobierno para impulsar sus políticas, de manera que el PSOE deja de estar en la oposición y, pese a lo exiguo de sus filas en el Congreso, se convierte en partido de gobierno. El cambio es sustancial: Sánchez pasa a tener responsabilidades que le impiden gobernar la sede de Ferraz, así que con toda probabilidad delegará buena parte de sus funciones en otra persona.

Orgánicamente la principal candidata es su número dos, la diputada asturiana Adriana Lastra, a menos que Sánchez prefiera confiar en José Luis Ábalos, su secretario de Organización, muy apreciado incluso por las federaciones críticas. En la decisión final contará también que alguno de ellos acabe en el Gobierno, lo que aumentará las posibilidades del otro como máximo responsable del PSOE mientras Sánchez permanezca en la Moncloa.

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