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Coronavirus

"Hemos pasado el huracán": los sanitarios, entre el agotamiento y el temor a que que se baje la guardia

Una médica protegida con mascarilla en las inmediaciones del Hospital Severo Ochoa (Leganés, Madrid).

Aplanar la curva se configuró como objetivo común durante los primeros días del estado de alarma. El Gobierno de Pedro Sánchez, pero también los líderes regionales, los medios de comunicación y los profesionales sanitarios, hablaban de aunar esfuerzos para superar el pico de contagios confirmados. Este miércoles, el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, recordó que el fin de la prórroga, previsto para el 26 de abril, no significa que "para entonces la normalidad en el país sea la que quisiéramos". El mismo día, la ministra de Hacienda y portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero, apuntó que la recuperación sólo llegará de forma "controlada"llegará de forma "controlada". Control, organización y planificación es lo que piden quienes combaten el covid-19 en los hospitales. Sólo de esa manera, sostienen, será posible una recuperación.

Cristina Pablos recuerda con nitidez el paisaje que se encontró cuando llegó al Hospital Príncipe de Asturias, en el municipio madrileño de Alcalá de Henares. Venía directa desde Sevilla para echar una mano en una de las ciudades más afectadas por el coronavirus. Pablos es enfermera y lleva un mes trabajando en las urgencias del hospital. Llegó cuando "el pico estaba alcanzando la cúspide", explica en conversación con infoLibre. Ella y su pareja fueron "de los primeros en venir" y lo cierto es que no se esperaban tamaña gravedad.

Reinaba el "caos" en el hospital y la UCI "estaba colapsada". Aunque asumían "una situación dura", eran incapaces de imaginar algo tan extremo. "Vimos que no solo afecta a personas mayores, sino a gente joven e incluso menor de 30 años". Esos primeros momentos fueron los más difíciles, reconoce, por el "impacto psicológico y el cansancio" acumulado.

En el Hospital Infanta Leonor (Vallecas), Ana Giménez recuerda los peores momentos repartidos por todo el mes de marzo. "Al principio de mes no había tantísimos pacientes, pero íbamos dilatando todas las urgencias", comenta a este diario. Ella es médica de familia y portavoz de la Asociación de Médicos y Titulados Superiores de Madrid (Amyts). El principal reto para los sanitarios, reflexiona, ha sido conjugar el aumento progresivo de los casos con la falta de espacio.

Sobre la escasez de recursos a disposición de los pacientes habla también la enfermera Elena Álvarez. En el Hospital Severo Ochoa (Leganés), las urgencias experimentaron un "colapso absoluto", también a mediados de marzo, "el momento de más agobio" hasta el punto de "no poder atender a la gente como merecía", tener que dejarles en "sillas de plástico" y dar paso a un "desfilar de cadáveres delante de ellos".

Con el inicio de abril, continúa Giménez, comenzó a percibirse un "descenso claro" que el personal sanitario recibió "con toda la artillería desplegada".

Entre el alivio y el cansancio

Las previsiones en cuanto a la progresión de la pandemia parecen ir cumpliéndose, dentro de lo posible, sin sobresaltos. Agustín Vázquez, enfermero en la UCI del Gregorio Marañón, admite que la imagen desde su campo de batalla resulta "un poco sesgada". El personal allí convive con una alta carga de trabajo de manera habitual. "Estamos siempre en la cresta de la ola", expone. Sin embargo, quienes "están en la puerta de las urgencias" sí perciben un cambio de paradigma en cuanto a los ritmos.

Giménez destaca que "hace ocho días que se ve un claro descenso de pacientes covid-19". Hace apenas diez días, agrega, "había 700 pacientes ingresados" en el hospital vallecano, que en condiciones normales "cuenta con 265 camas". "Habíamos llegado a triplicar su capacidad", subraya la sanitaria, quien pone en valor la "labor titánica" de sus compañeros. "En este momento tenemos 460 pacientes ingresados y el 95% por covid-19", de manera que "sigue siendo el doble, pero ya no se ven imágenes de pacientes sentados en el suelo".

Esa progresión es la responsable de un efecto doble entre los sanitarios: por un lado existe una sensación compartida de alivio, pero por otro todos ellos vienen arrastrando un cansancio que empieza a dejar secuelas físicas y psicológicas. "Sobre todo los que están desde el principio, algunos llevan seis fines de semana sin librar", apunta Giménez.

Coincide Álvarez en que el colapso que ha venido marcando el ritmo de los hospitales ha quedado atrás. "Estamos muchísimo más desahogados y pudiendo hacer el trabajo de manera menos estresante", reconoce, pero evita ser tajante. Dice temer que las buenas noticias propicien un repunte de los casos. "La gente empieza a confiarse, es la sensación de los últimos tres días" y las urgencias empiezan a llenarse de ciudadanos que "acuden por miedo a tener el virus" pero descuidando las recomendaciones de seguridad.

También Pablos observa la mejoría con cautela. "Esta semana, incluso la anterior, yo pensaba que había sido más tranquila", confiesa, pero su última guardia ha sido de nuevo complicada. "La última noche ha sido movidita, no sé decirte hasta qué punto está la cosa más tranquila", lamenta. Es cierto que "en varias de las zonas habilitadas como UCI empiezan a quedar algunas camas libres, pero se ocupan rápidamente", describe la enfermera.

Control y responsabilidad

Son estos los motivos que obligan a una demanda unánime: control y responsabilidad. La ciudadanía debe entender "que no ha pasado todo, que pasó el huracán pero no hemos vuelto a la normalidad", de manera que las medidas deben seguirse de forma estricta, insiste Álvarez. "Estamos luchando contra ello, pero está muriendo mucha gente y no estamos libres de contagios", sentencia.

La responsabilidad no es de obligado cumplimiento únicamente para la ciudadanía, sino también para la dirección de los hospitales. "Durante el colapso absoluto no tuvimos directrices de actuación, estábamos todos desquiciados y la dirección quiero suponer que estaba haciendo lo que podía", perfila la enfermera. Hasta ahí, dice, la desorganización era comprensible. Pero una vez pasada la tormenta es necesario tomar las riendas: "Seguimos igual, llegando a trabajar sin saber cómo se va a hacer ese día y sin apenas material" de protección.

Respecto a los recursos, Pablos detalla que la disponibilidad va por etapas. "Hay días que tenemos las mascarillas contadas y otros días más tranquilos", completa. "También las batas dependen del día y los monos según vayan llegando". Con ese paisaje, lo cierto es que "todavía queda mucho trabajo por delante". Y para continuar por el buen camino es necesario no desviarse. "Se están haciendo las cosas bien, estar en casa confinados es complicado, pero se nota muchísimo, es súper importante", reitera la enfermera. Recuerda que "la agresividad del virus es brutal" e insiste en no bajar la guardia.

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El mismo diagnóstico es compartido por Giménez. "Que nadie se piense que estamos bien, lo que pasa es que ha sido tan brutal, que estando mal nos parece estar bien", desentraña. De ahí la importancia de que "la gente no se relaje". También Vázquez recalca que estamos ante un virus "muy desconocido y de alto contagio", por lo que "no hay que confiarse", especialmente teniendo en cuenta el "problema de los asintomáticos o quienes tienen síntomas leves".

El enfermero plantea que una gran mayoría ha podido ser portadora y pone el foco sobre el personal sanitario. "Deberían testarnos a todos sin condiciones", sugiere, para tratar de evitar el contagio. "En mi unidad me pongo mis equipos de protección y no tengo relación con más gente", esgrime el enfermero, pero sí transita espacios públicos o va al supermercado. Por ese motivo cree fundamental activar mecanismos de protección especialmente cuidados con los sanitarios.

También Giménez recalca la urgencia de medidas destinadas a los profesionales. Hasta ahora, el Hospital Infanta Leonor era "prácticamente monográfico" del covid-19, pero con la recuperación progresiva de espacio para otras patologías, el personal sanitario está empezando a ver "muy poco a poco" a otros pacientes. "Hemos diseñado una zona de la urgencia donde vamos atendiendo a este tipo de pacientes para que no estén en contacto con los otros", pero aunque se mantenga dicha separación el riesgo nunca es cero. "Yo tengo que saber si soy portadora antes de volver a consulta", demanda la médica. Para ello, recalca la importancia de "test masivos a la población y a los sanitarios prioritariamente", medidas clave y que solo tendrán sentido acompañadas de "responsabilidad, planificación y mucha cabeza".

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