Talento a la fuga

La ciencia española se cura de la depresión en el extranjero

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Trabaja en Estados Unidos desde hace casi tres años y apenas deja espacio para pensar en los recortes que España ha aplicado a la investigación y el desarrollo. En el proyecto profesional de la madrileña Marina López, una investigadora posdoctoral en neurociencia humana en Estados Unidos, no computan ni el victimismo ni las lamentaciones, sino el entusiasmo. Si regresa a España será para trabajar “con más ilusión” en el país donde nació e inició su formación. “Es por una cuestión emocional”, explica, y propone: “Vamos a contribuir a que España se reconozca en el extranjero, porque tenemos gente muy conocida y muy buena”.

Se marchó a Colorado en enero de 2012 para seguir desarrollando una carrera profesional que se prolonga ya más de ocho años en el área de la neurociencia. Allí se dedica a estudiar cómo el cerebro humano construye y regula la experiencia emocional y el dolor tanto en personas sanas como en pacientes con trastornos afectivos (depresión mayor) o de dolor crónico. “Vine para aprender nuevas técnicas de análisis revolucionarias que se están empezando a utilizar ahora”, explica. Trabaja con resonancia magnética, una técnica que, según indica, es muy costosa (500 dólares la hora, lo que equivale a 401 euros), Sin embargo, nunca ha acusado ninguna falta en el presupuesto de los proyectos en los que participa, algo que, intuye, en España sería más difícil: “En un ámbito caro como el nuestro, es poco dinero el que te ofrecen”.

“Si pienso que todo van a ser trabas, elimino la posibilidad de volver”

Sin perder de vista las dificultades por las que atraviesa la ciencia española desde que se iniciara la crisis, Marina ha decidido enfrentarse a los recortes con optimismo. “Yo tengo que defender una posición de confianza y positiva ante el mundo científico. Eso es lo que tengo que conseguir si vuelvo a casa”, explica. Se niega a mostrar fuera de las fronteras españolas cualquier sentimiento derrotista, no solo por su carácter entusiasta, sino porque transmitir lo contrario contribuye a generar cierta imagen de inferioridad. “Hay unos prejuicios muy claros a nivel social y a nivel científico también. Nosotros no tenemos la mejor fama”, asegura. “La mejor estrategia es no fomentar eso”. Una actitud en la que también interviene la posibilidad de regresar a España. “Si pienso en que todo van a ser trabas, elimino la opción de volver”.

Procesos burocráticos “infernales”

Marina coincide en subrayar con la comunidad de investigadores españoles que las trabas administrativas a las que se enfrenta la ciencia empujan al extranjero a numerosos profesionales. “Lo que se escucha ahora mucho es que en España los procesos burocráticos están llegando a ser bastante infernales”, señala. Y en este sentido lamenta que “muchos investigadores, que habían conseguido dinero europeo, que estaban contentos y que habían logrado recabar recursos para trabajar en España y generar puestos de trabajo, se lleven ese capital por un problema burocrático”. Una coyuntura que contrasta con la flexibilidad del sistema estadounidense, “menos sujeto a baremos tan estrictos”.

Con todo, y a pesar de que la inversión en investigación y desarrollo española se ha visto mermada por los efectos de una crisis que amenaza la sostenibilidad de los principales organismos públicos, como el CSIC, que ha visto reducida su plantilla en casi un 15% en dos años, Marina cree que, de volver a España, no tendría ningún problema en encontrar un puesto. Eso sí, reconoce que “sería más difícil” configurar un grupo de investigación.

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“Nos hace falta generar cultura científica desde el principio”

Como ya han hecho otros científicos en la sección Talento a la fuga, Marina coincide en señalar el escaso reconocimiento social del que goza la ciencia en España. “Nos hace falta generar cultura científica desde el principio, desde la escuela”, indica. “Creo que los investigadores tenemos que salir más a la calle y explicar más lo que hacemos”. Una tarea pendiente que contribuiría a generar una conciencia colectiva sobre el valor de la actividad científica. Algo que sí se da en EEUU, y que inevitablemente redunda en una mayor implicación de la sociedad y de las instituciones privadas. “Una cosa que a mí me ha fascinado de Estados Unidos es cómo se mueve la gente para conseguir dinero y cómo hay fundaciones privadas que dan dinero a proyectos de investigación. A mí eso me parece una iniciativa muy buena que en España no se hace”.

Galardonada con la prestigiosa beca NARSAD, de la Brain and behavior research foundation -una organización no lucrativa dedicada al estudio de los trastornos mentales más comunes, como la depresión, la esquizofrenia y la ansiedad, entre otros- Marina se resiste tanto a caer en el triunfalismo de aquellos que aseguran ver la luz al final del túnel de la crisis, como a entrar en el estado de resignación crónica en el que la inflexible política de recortes en I+D y el menosprecio a la investigación científica parecen haber dejado postrada a la ciencia española. Como tantos jóvenes científicos españoles empujados fuera de nuestras fronteras por la falta de financiación pública y privada, continúa empeñada en trabajar a diario con la firme ambición de "hacer valer el nombre de nuestra ciencia" en el extranjero. Mientras, confía en volver a España con "la motivación y el ideal" de "contribuir a un cambio" que , asegura con la entereza de quién dedica su vida a la lucha contra la depresión y el dolor, también está en sus manos.

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