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Talento a la fuga

“Ahora tienes que ser periodista y panadero para mantenerte”

“Ahora tienes que ser periodista y panadero para mantenerte”

“Mi sueño siempre fue venir a Asia y ser corresponsal”, dice Mireya Harillo, una malagueña de 28 años licenciada en periodismo que no pudo rechazar la oportunidad de viajar hasta Seúl de la mano de una beca de intercambio que se ha transformado en una estancia que dura ya casi tres años. Desde su apartamento en la capital surcoreana, en el que convive con su pareja, un informático nativo, explica a infoLibre los pormenores de encontrar un nuevo rumbo en un destino que pocos españoles se atreven a explorar.

Mireya envejeció un año nada más aterrizar en Seúl. El peculiar cómputo de edad en Corea del Sur, que contabiliza los nueve meses de gestación en el seno materno, fue tan solo una de las primeras curiosidades con las que se encontró a su llegada. Resuelta a integrarse desde el primer instante en la cultura del país asiático, esta malagueña, tuvo que aplazar la ilusión de iniciarse como periodista, para concentrar todos sus esfuerzos en aprender una lengua especialmente complicada. “No he abandonado la idea de ser periodista, pero he preferido centrarme en aprender coreano lo más rápido posible. En un año y medio he alcanzado casi un nivel C1”, explica refiriéndose al grado de conocimiento que le permite manejarse con total normalidad en su vida cotidiana y en el trabajo.

Imprescindible para trabajar en Corea del Sur, el idioma es una de las dificultades más importantes a las que se enfrentan aquellos que pretenden permanecer en el país a través de la llamada 'training visa'. “Terminé odiando el idioma. Porque para mantener el visado tienes que estudiar intensamente el coreano. Si llegas tarde a clase un determinado número de veces o tienes un porcentaje de absentismo, te expulsan”, explica. Una exigencia que le llevó a replantearse el retorno a España. Sin embargo, la relación con su pareja y su ambición por escalar profesionalmente, le sirvieron de ancla para mantenerse firme en su decisión de continuar en el país. “Trabajo a tiempo parcial en el Museo multicultural en Seúl, fundamentalmente ejerciendo como guía y con niños a los que les enseñamos otras culturas. Es una ayuda económica que me mantiene y que me abre algunas puertas de cara al futuro, o eso espero”, concluye.

Sin dejar de asombrarse todavía por las peculiaridades del país asiático y su capital, Mireya desgrana los claroscuros a los que se enfrenta un ciudadano español en la atractiva capital. “Si vives en Seúl y eres extranjero, es muy fácil perder la confianza en ti misma, porque hay mucha discriminación”, detalla. “El idioma también es una fuente de racismo. Si no te puedes expresar bien en su lengua, te encuentras que muchas personas pueden pensar que eres tonto. Te dan un trabajo más simple y te miran con condescendencia”, explica no sin matizar que “existe gente maravillosa”. Una realidad que reconoce, también ha tenido que superar con esfuerzo en una ciudad que además, asegura, “es muy divertida si tienes dinero, pero muy dura si no”.

Mireya con su pareja |MH

“Cuando eres 'au pair' te sientes tan en deuda con ellos que sufres una especie de síndrome de Estocolmo”

“Cuando eres ‘au pair’ te sientes tan en deuda con ellos que sufres una especie de síndrome de Estocolmo”

Nostálgica confesa de su tierra natal, de la que aún extraña las salidas con los amigos y los buenos ratos a la salida del trabajo, Mireya sigue luchando por abrirse camino en una ciudad en la que advierte, es difícil mantener la activa vida social a la que estaba acostumbrada en España. “Aquí la gente no puede tener vida porque empiezan a trabajar por la mañana y terminan muy tarde. Lo que hacen es quedar a beber”, algo habitual según explica: “Aquí el jefe, que se centra exclusivamente en su empresa, cuando necesita desinhibirse, se lleva a sus empleados a beber, y no puedes decir que no vas, así que tienes que beber y al día siguiente presentarte con la resaca”.

Armada con el coreano, una lengua que pocos pueden presumir de conocer, esta periodista malagueña se plantea ahora reforzar su formación con un máster en marketing que le facilite una escalada en el competitivo mercado laboral en el país asiático. Y que tal vez, incluso, le allane el retorno a casa que anhela a ratos. “Me gustaría cursarlo rápido porque con 30 años no es tan fácil entrar en una empresa”, se apremia. Con una experiencia acumulada de tres años como becaria en medios escritos y audiovisuales en España, quiere también reencontrarse con el sueño que la llevó hasta Seúl, pero teme estrellarse con las limitaciones de un sector saturado, el del periodismo, que ha denostado y precarizado la figura del freelance. “Ya no se puede trabajar como autónomo. Ahora tienes que ser periodista y panadero para mantenerte”, denuncia.

Consciente de que pertenece a una generación que ha tenido que labrarse un futuro lejos de las fronteras españolas, rechaza la figura de “aventureros” a la que, en ocasiones, se han referido desde instancias políticas a todos los compatriotas que se han visto forzados a marchar. “El que se va de viaje por Europa o Asia es un aventurero, pero el que se va a buscar trabajo o a crecer profesionalmente es un emigrante”, sentencia. En todo caso, lo que sí son, afirma, es valientes, porque “hay que reunir mucho valor para salir”.

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