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Racismo, trapicheos y humor cínico: David Simon ha vuelto

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Cuando en 2013 terminó Treme, David Simon decidió alejarse de la televisión por un tiempo, pero el guionista y productor que revolucionó las series de televisión con The wire no pudo aguantar el mono. Volvió meses después para trabajar en Show me a hero, una mineserie de seis episodios que se estrenó la semana pasada de manera simultánea en el canal de televisión por cable HBO y en Canal+ Series (Movistar+). Y lo hizo confirmando que, como viene siendo habitual, las bajas cifras de audiencia nunca respaldan el amplio consenso que existe entre la crítica sobre la calidad de sus series. Frente a los 2,7 millones de espectadores con los que se despidió el último capítulo de la segunda temporada de True Detective, Show me a hero no alcanzó ni el medio millón el pasado domingo en Estados Unidos.Show me a hero Ahora bien, falta contabilizar la audiencia en diferido (HBO es un servicio a la carta) y, cómo no, la audiencia que lo ve a través de canales ilegales, lo que justifica, en buena medida, que los modestos números no pueden empañar la categoría de culto que ha alcanzado todo lo que firma Simon.

Show me a hero narra la historia de Nicholas Wasicsko —interpretado por Oscar Isaac (A propósito de Llewyn Davis)—, el nuevo alcalde demócrata de Yonkers que se convertirá de manera involuntaria en uno de los personajes claves en la lucha contra la segregación racial en Estados Unidos. Durante 40 años, en esta ciudad situada al norte del Estado de Nueva York con un 80% de población blanca, se utilizó dinero público para construir prácticamente todas las viviendas sociales (el 97,7%) destinadas a ciudadanos hispanos y afroamericanos lejos de las zonas residenciales blancas. El conflicto contra la segregación comenzó en las escuelas de Yonkers, pero pronto se dieron cuenta de que los guetos escolares estaban directamente relacionados con una política urbanística racista.

Paul Haggis, que dirige la serie, junto a David Simon durante el rodaje./ CANAL+ SERIES

El departamento estadounidense de Justicia y la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP, en sus siglas en inglés) denunciaron a la ciudad en 1980, y cinco años más tarde la justicia les daba la razón, condenando a Yonkers a construir 200 viviendas sociales en barrios con la mayoría de población blanca. Sin embargo, debido a la oposición de estos últimos a convivir con gente no sólo de otra raza, sino también pobre (en el primer capítulo uno de los vecinos dice que sólo quiere que en su barrio viva quien se lo pueda permitir) desató una intensa polémica y una oposición total a la medida. Cabe señalar que la población de Yonkers en aquel momento era de 200.000 personas, de manera que, como reconoció el propio Simon, el impacto de apenas dos centenares de viviendas repartidas en varios barrios no iba a ser tan apocalíptico como pensaban los vecinos más recalcitrantes, sino que más bien se trataba de una medida cosmética contra una cuestión que todavía hoy provoca serios problemas de convivencia.

La serie arranca en 1987 con las elecciones en las que, contra todo pronóstico, Wasicsko logra desbancar con un margen de 1.500 votos al republicano Angelo Martinelli, que llevaba 12 años en el cargo. La estrategia electoral de Wasicsko estuvo marcada por el ultimátum lanzado por el juez Sand a Yonkers: si no acataban la sentencia, la ciudad sería multada, corriendo el riesgo de entrar en bancarrota. Martinelli, aconsejado por los abogados del consistorio, decide tirar la toalla y presentarse a los comicios con el proyecto de integración como una decisión inevitable. Por su lado, Wasicsko, sin mojarse demasiado sobre el tema de la segregación, jugó la única baza que marcaba la diferencia con el contrincante republicano: él había votado por la apelación al Tribunal Supremo. Con esa táctica, la de agotar los recursos hasta el final, el joven abogado de 28 años logró convertirse en el alcalde más joven de los Estados Unidos.

¿Qué se joda el espectador medio? ¿En serio?

En 2007, David Simon concedió una entrevista en la revista Believer en la que dejó una provocativa frase que se ha convertido en uno de sus lemas: “Que se joda el espectador medio”. Aludía a un espectador/lector tipo (blanco, dos hijos, tres coches, un perro, dijo con sorna) al que había que darle toda la información masticada y perfectamente explicada. Con The wire se quiso rebelar contra esta imposición, de manera que todos los trapicheos de drogas, los sobornos y el resto de chanchullos de la trama de esta saga en torno al poder y la corrupción se hacían con la jerga y los códigos reales para captar con la mayor verosimilitud posible el ambiente callejero de Baltimore.

Sin embargo, gracias a su magistral despliegue narrativo, esa postura no es un obstáculo para que un espectador medio (más matizado que el ideal descrito por Simon) disfrute de Show me a hero. En los 50 minutos que dura el primer capítulo se van desgranando todos los puntos clave para entender el trasfondo de la historia. Desde las diferencias urbanísticas entre los guetos de negros y latinos y los elegantes barrios de blancos, hasta la ingente red clientelar tejida por Martinelli durante más de una década de gobierno, pasando por los sueños de progreso de muchas familias que viven hacinadas en los suburbios. Sin olvidarnos, claro está, del retrato de Wasicsko (otra clase magistral con la interpretación de Isaac), un personaje con un sentido del humor bastante cínico que cuando asumió el mando todavía vivía con su madre. Por todo esto, Show me a hero no sólo es la historia de un alcalde novato, sino que ahonda también en las raíces del racismo, el fiasco del sueño americano y la ideologización del diseño de la ciudad.

El periodismo como punto de partida

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Aunque David Simon abandonó el periodismo un tanto asqueado tras 12 años cubriendo sucesos para el Baltimore Sun, no puede negar la fascinación que siente por la profesión, conservando su estilo, enfoque narrativo e inspiración. Sus primeros trabajos para televisión, Homicide (1991) y The Corner (2000), se basaban en libros escritos por el propio Simon a partir de su experiencia como periodista. De hecho, la segunda, escrita a dos manos por Simon y Ed Burns, está considerada como la precuela de The wire, donde repetirían como guionistas. Años después, en 2008, Simon adaptaría en una miniserie homónima Generation Kill, la crónica del periodista Evan Wright sobre el tiempo que pasó empotrado en un batallón de marines estadounidenses durante la invasión de Irak en 2003.

En Show me a hero, el showrunner vuelve a escribir el guion junto a William F. Zorzi, experiodista del Baltimore Sun que también participió en The wire. En esta ocasión, tiran de la experiencia de otra colega, Lisa Belkin, periodista de The New York Times que en en 1999 publicó un ensayo sobre el impacto de la resolución judicial en Yonkers. El título es una alusión a una frase de F. Scott Fitzgerald: “Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”. La tragedia de aquella etapa tiene que ver con el despliegue de argumentos eufemísticos que escondían un profundo odio clasista y racista, además del enfrentamiento visceral entre vecinos que sacudió profundamente a la ciudad. Mientras que los héroes, según declaró Belkin a la revista Newsweek, fueron aquellos que decidieron mudarse a los barrios más hostiles contra la integración, a pesar de que sabían que iban a ser rechazados sin miramientos por sus nuevos vecinos.

La resolución judicial, después de tantas décadas de marginación, dejó un sabor agridulce entre la población de los suburbios. Así lo refleja esta frase de uno de los miembros del NAACP con la que pretende justificar su indiferencia ante el resultado: “Hace 10 años, hubiera estado de acuerdo. Entonces, esto habría sido una solución al problema. […] Hemos estado mucho tiempo en esto y creemos que si no quieren vivir con nosotros, ¿por qué vamos a querer vivir nosotros con ellos?”.

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