Librepensadores

Los aliados del terror

Fuerzas de seguridad belga durante el dispositivo policial en el barrio bruselense de Molenbeek.

Javier G. Sabín

Ojo por ojo y el siglo XX casi nos deja ciegos. Entre los escombros de la guerra, nadie respira el olor de la esperanza, pero al menos aprendamos de nuestra historia. Pues hoy las sentencias de paz reposan en el mismo estante: el del olvido.

Desde los atentados de París, las formaciones políticas han optado por una dialéctica difusa en materia internacional. Estremecen las declaraciones militaristas de Rivera, desespera la indecisión del Gobierno... ¡Pero en ningún caso se estudian métodos de solvencia más allá de la tensión electoralista entre unos y otros! Y sería comprensible si las aventuras bélicas afectasen a sus responsables, no a un núcleo de población ajena a lo decidido en sede parlamentaria.

Y aún todavía peor es la opinión pública favorable a una intervención armada en Siria, pues siempre somos la misma mayoría quienes pagamos las guerras de unos pocos.

En términos macropolíticos, el papel de España en los conflictos de Oriente de Próximo debe de fundamentarse en la responsabilidad. No sólo desde un enfoque meramente social, sino como forma de cuestionar la actuación política y económica de otras potencias occidentales:

¡Seamos responsables en materia financiera y armamentística! No podemos temer la expansión del terrorismo y al mismo tiempo estrechar la mano a sus fuerzas aliadas. ¡Un poco de responsabilidad! Oriente no solo se desangra ante la aplicación de políticas neocoloniales: sufre una amplia tensión social entre el radicalismo suníe y el chiíta, basado en las dos tendencias interpretativas del Corán tradicionalmente enfrentadas. El primero es adoptado por los Emiratos Árabes, aliados de Occidente; el segundo por el Irán de los Ayatollahs desde 1979. ¡Y el ISIS, suníe, es un buen instrumento para las pretensiones expansivas de los defensores más acérrimos a la primera corriente!

No sorprende así la estrecha cooperación financiera y armamentística entre las monarquías del Golfo y el grupo terrorista, al fin y al cabo se trata de un proyecto para la ampliación de su propia influencia política. ¡Pero resulta incomprensible las buenas relaciones de comercio entre Occidente y los aliados del terrorismo suníe! Arabia Saudí, fuente principal para la financiación del ISIS, es también un núcleo de mercado para Estados Unidos y Europa...¡Y aún encima responsable del área de derechos humanos en la ONU! Es incoherente combatir grupos terroristas y abrazar las relaciones comerciales con sus principales impulsores. Y si no, reflexionen: las armas del Estado Islámico son fruto de la producción occidental...y también sus vehículos, sus carros de combate.

La cuestión siria no es una guerra de yihadistas contra el mundo, tal como se plantea fuera de Oriente, es un foco de tensión entre suníes y chiítas acrecentado por los intereses económicos occidentales. ¡De poco sirve bombardear a la población civil de unos u otros! Hay que exigir el cese de las políticas de interés financiero, aislar a quienes promueven la expansión del terrorismo.

Sería coherente demandar un bloqueo económico a las monarquías del Golfo, pues las relaciones comerciales solo favorecen al lucro de unas oligarquías locales, responsables de la violación constante de los Derechos Humanos y de la financiación del ISIS. ¡No podemos combatir el terrorismo negociando con Estados terroristas! España, y las potencias occidentales, deben de emplear su influencia política para promover una conciencia favorable a la libertad y la democracia entre la población árabe...en ningún caso bombardearla.

Las acciones militares de los grupos terroristas no sólo son el delirio de una mezcla entre radicalismo y captagon (la droga más común en la región), forman parte de una estrategia político-religiosa trazada por los aliados económicos de Occidente. Las bombas a civiles no son la solución, necesitamos coherencia y responsabilidad; necesitamos ir a la raíz del asunto.

Actuar de un modo responsable implica, al fin y al cabo, anteponer la paz y estabilidad en Oriente Próximo al interés financiero generado en torno a territorios de igual brutalidad que el ISIS. La población de Arabia Saudí se ve diariamente sometida a técnicas de tortura y ejecución propias de cualquier grupo islamista, su gobierno se responsabiliza de la financiación y promoción del terrorismo. ¡Exijamos entonces el cese de relaciones comerciales para el deterioro de una élite opresora y absolutista! Pensemos en clave de personas, pues la economía es solo en un instrumento al servicio del bienestar común.

Javier G. Sabín es secretario general de Alternativa Republicana-Madrid y socio de infoLibre

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