Librepensadores

Una anomalía democrática

Jorge Sampedro

Para saber de dónde viene la decadencia actual habría que remontarse a hace muchos, muchos años. La decadencia española, si alguna vez hubo grandeza, parece aceptado que empezó con los denominados Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II). Al mismo tiempo también parece ser opinión unánime que la época esplendorosa de España comienza con la unión de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla y su decisiva participación en el descubrimiento del Nuevo Mundo. Sin embargo, aun siendo cierto que la “decadencia” empezó con Felipe III, es razonable pensar que las bases del desastre las puso su abuelo, Carlos de Gante (Carlos I), por llevar a cabo una política que precisaba de un enorme esfuerzo bélico que no solo consumía las riquezas peninsulares y las enormes remesas de oro y plata que llegaban de ultramar, sino que, además, recurría frecuentemente a préstamos internacionales provocando que su hijo Felipe II tuviera que declarar la bancarrota hasta tres veces durante su reinado.

Las causas fueron múltiples. Y no seré yo, un aficionado lector de biografías, quien se atreva a detallarlas, simplemente señalaré que de los intentos que se hicieron por cambiar los sempiternos absolutismos que rigieron nuestros destinos, solo uno llegó a representar una luz de esperanza que nos sacara del ancestral atraso al que nos habían llevado los Austrias primero y los degenerados Borbones y sus validos después: la Segunda República.

La Segunda República Española se proclamó el 14 de abril de 1931 y permaneció hasta el 1 de abril de 1939, fecha en que un infame general estableció la larga noche de piedra y plomo. Teniendo en cuenta que el golpe de Estado, provocado por una importante facción militar encabezada por Franco, se produjo el 18 de julio de 1936, concluiremos que la actividad política de la Segunda República se desarrolló en poco más de cinco años, de los cuales, solo en el primer bienio 1931/1933, con un gobierno presidido por Manuel Azaña, se llevaron a cabo diversas reformas que pretendían modernizar el país. En el segundo bienio 1933/1935 (bienio negro) con un gobierno de Alejandro Lerroux apoyado por la católica CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), se pretendió revocar todas las reformas implantadas por Azaña lo que desembocó en una insurrección que se conoció como la Revolución de Asturias del 34, en la que Franco (conocido como el carnicero de Asturias) ayudado por sus tropas coloniales marroquíes (que ya empezaron con los asesinatos de niños y violaciones de mujeres), sofocó con un saldo de más de dos mil víctimas civiles que incluían hombres, mujeres y niños. La tercera etapa empieza con las elecciones generales de febrero de 1936 y escasamente logra gobernar en paz cinco meses, ya que, como es sabido, el 18 de julio se produce el golpe de Estado.

La Segunda República, que había traído por fin la democracia a nuestro país, se proclamó en el peor contexto internacional imaginable: una depresión mundial que había estallado en Estados Unidos con el conocido como crac del 29 y que se había expandido por todo el mundo afectando notablemente a Japón, toda América Latina, Alemania, Austria, Gran Bretaña, Francia y, cómo no, de forma muy notable a España que, aun teniendo una presencia en la economía mundial muy baja, vio perjudicado política y económicamente su naciente proceso de reformas. Esta crisis, que acabó con el intento de modernización de España, fue la mayor de la época contemporánea, y para superarla el mundo entero tuvo que prepararse para una guerra movilizando una inmensa cantidad de materias primas e incontable mano de obra para después, terminada la misma, reconstruir el mundo entero. En mi opinión, el fracaso de la Segunda República se debió principalmente al contexto internacional en el que tuvo que cristalizar, amén de los intereses de las empresas extranjeras que controlaban las pocas industrias estratégicas de que disponíamos: Telefónica pertenecía a la norteamericana International Telephone and Telegraph, los ferrocarriles estaban en manos de capital francés, y las eléctricas y los tranvías pertenecían a compañías británicas y belgas. Y estas multinacionales presionaban a sus gobiernos para que no apoyaran al gobierno democráticamente elegido en España. Por último, el respaldo de los gobiernos fascistas (Hitler y Mussolini) al infame general y la falta de apoyo de los gobiernos democráticos europeos temerosos de desencadenar una guerra de alcance inimaginable (la atrasaron unos años) animaron a muchos generales conservadores a que planificaran insurrecciones militares y golpes de Estado, como la Sanjurjada de 1932 y el golpe de Franco de 1936 y su consabida dictadura que se alargó durante 40 años y que tanto daño hizo, no solo a la economía y al progreso de nuestro país, si no, en especial, a la idiosincrasia de los españoles.

Cuarenta años después de la muerte del general, todavía, su partido, sigue ganando las elecciones en España. Sin duda es muy cierto que lo dejó todo “atado y bien atado”. Cuando el día 26 por la noche, vi a las huestes peperaspeperas vitorear a Mariano al al grito de “sí se puede” frente a la sede del partido (reformada con dinero negro), me vinieron a la memoria las manifestaciones fascistas en honor del general que se realizaban en la Plaza de Oriente y pensé: es la misma gente 50 años después. Aquel general ponzoñoso, nos dejó bien jodidos. Su veneno aún perdura en la gente 40 años después de su muerte. Estos días he visto las comparecencias de Mariano y de Pedro Sánchez después de la reunión que mantuvieron la semana pasada, y ambos tuvieron unas palabras de recuerdo para el concejal Miguel Ángel Blanco, en el 19 aniversario de su asesinato por parte de la banda terrorista ETA. Y me pareció bien. Pero en estos 40 años de democracia, me pregunto, ¿cuándo un presidente del gobierno o el líder del primer partido de la oposición se acordaron públicamente de los miles y miles de asesinados que se produjeron durante los 40 años de terrorismo franquista? ¿Cuándo reconocerá la numerosa extrema derecha española, que se cobija bajo las alas de la gaviota, los derechos de los demócratas que murieron por defender la Segunda República? ¿Cuándo la curia católica pedirá perdón por su colaboración con el régimen fascista? Cuando esto suceda habremos, por fin, enterrado a Franco, y podremos votar libremente, sin odios ni rencores. Podremos, por fin, castigar a los mentirosos y corruptos que cobran en dinero negro mientras tienen sus ahorros en paraísos fiscales. Podremos, por fin, procesar a ministros que confabulan contra opositores políticos. Podremos, por fin, juzgar a comisarios europeos que actúan como trileros. Podremos, por fin, porque ya no tendremos ninguna atadura con la dictadura, hacer valer nuestro voto. Cuando esto llegue será impensable que un candidato tóxico manchado por el dinero negro, la corrupción, los sobres y su “sé fuerte” a Luis Bárcenas, que lidera un partido político imputado por los tribunales de Justicia, pueda erigirse como la opción más votada. No nos desanimemos y pensemos que lo sucedido el 26J fue una anomalía democrática. ______________________

Jorge Sampedro Reimúndez es socio de infoLibre

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