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Bipartidismo, tocado pero no hundido
A seis semanas de las elecciones municipales y autonómicas, se va dibujando una intención de voto que empata a cuatro partidos: Podemos (22,1%), PSOE (21,9%), PP (20,8%) y Ciudadanos (19,4%). IU (5%) y UPyD (2%) quedan muy lejos de los cuatro. El 77% de los encuestados desean que PP y PSOE dejen de ser los partidos predominantes en la escena política, mientras que el 20% quiere que gane con claridad uno de los dos partidos, según el sondeo de Metroscopia, elaborado para el diario El País.
El bipartidismo está muy tocado, pero no hundido. Llama la atención que, pese a ser de conocimiento general que el PP ha defraudado a Hacienda, incurrido en delitos de corrupción desde hace veinte años, pese a los recortes, las privatizaciones, los reiterados incumplimientos de su programa, etc., etc., etc., siga obteniendo ese 21%. Lo mismo se aplica al escándalo de los ERE en Andalucía, un fraude de 650 millones a los ciudadanos que no ha impedido la victoria del PSOE en las autonómicas. Ambos hechos dicen mucho sobre la cultura política de este país.
Los dos grandes se defienden con uñas y dientes. El mensaje del PP es claro y sencillo: “Estamos saliendo de la crisis que nos dejó el PSOE gracias a nuestra política y a nuestra experiencia y conocimientos.” Tres mentiras encadenadas: ni la crisis fue cosa del PSOE, por mal que la gestionase, ni hemos salido de la crisis sino todo lo contrario, ni sus ministros o portavoces brillan precisamente por su excelencia. Quizás al PP no le quede otro remedio que huir hacia delante afirmando que la noche es día, sobre todo cuando las previsiones de crecimiento europeo a corto plazo no son precisamente halagüeñas.
También el mensaje del PSOE es una falacia: “Somos la izquierda, hemos hecho todo lo bueno que se ha hecho en este país y luchamos contra el partido corrupto.” ¿El PSOE de izquierdas? Cierto que en su haber está la construcción de un Estado del Bienestar, raquítico pero real, durante las dos primeras legislaturas de González. Luego, con Zapatero, la ley anticorrupción, la ley del aborto, la ley de la memoria histórica, la legalización de los matrimonios homosexuales. Pero una política de izquierdas significa sobre todo y ante todo una política económica que se oponga al fraude fiscal y otros delitos económicos de bancos y multinacionales, que haga pagar impuestos a la Iglesia, que audite la deuda pública y se niegue a pagar la deuda ilegítima, que derogue la actual ley de desahucios, que invierta en servicios públicos, que acabe con las privatizaciones, etc., etc. Nada de esto ha hecho el PSOE. Es más, las primeras privatizaciones las llevó a cabo González, los primeros recortes Zapatero, el acuerdo para modificar el artículo 135 fue cosa de Zapatero y Rajoy y así podríamos continuar. El PSOE juega siempre a hacer mucho ruido con su mano izquierda agitando el sonajero de los derechos sociales mientras con la derecha va firmando lo que le dictan quienes mandan sin tener que presentarse a elecciones. Aparte de que la corrupción está a la orden del día en el partido desde los tiempos de González.
La cultura política de este país está hecha de miedo grabado en los huesos, un miedo que viene de la guerra y de una dictadura que asesinó, torturó, encarceló o exilió a muchos centenares de miles de ciudadanos. Y también de un sentimiento de inferioridad respecto al poder que nos hace tragar con tantas y tantas cosas. Y de una generalizada ignorancia política fomentada desde ese mismo poder. Y de la manipulación a través de una mayoría de medios. Y, todo hay que decirlo, de la comodidad de delegar en políticos profesionales nuestra propia responsabilidad hasta encontrarnos con que esa casta nos ha convertido en siervos de las multinacionales y los bancos.
En todas esas deficiencias se apoyarán los del bipartidismo y utilizarán la enorme maquinaria de propaganda a su disposición durante los meses que quedan hasta las generales. Van a luchar con uñas y dientes para defender sus sillones. Desmontar sus falacias es tarea de todos. Después, votemos a quien menos malo nos parezca, pero, por favor, ni a Cánovas ni a Sagasta. Ya está bien de trileros.
Enrique Errando Mariscal es socio de infoLibre