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¿Se ha caído Saulo Casado del caballo democrático?

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Amador Ramos Martos

¿Tú sabes lo que es el dolor fantasma? Dicen que es el peor de los dolores. Un dolor que llega a ser insoportable. La memoria del dolor. dolor fantasma 'El lápiz del carpintero' (Manuel Rivas)

En el proceso (¿irreversible?) de degradación del PP bajo el mandato de Pablo Casado, elegido presidente de la formación conservadora hace tres años, líder y partido se deslizan hacia espacios ideológicos no ya anejos, sino ubicados abiertamente en la marginalidad del sistema. Una deriva que amenaza la calidad y credibilidad de nuestra democracia.

En este escabroso terreno, el líder del PP —¡genial la columna de Vidal Folch del día 5 de julio en El País!—, ufano y sobrado de sí mismo —¿se acuerda alguien de Albert Rivera?—, coquetea de forma irresponsable con políticos que hozan en el estercolero ideológico de la extrema derecha. Circunstancia que pone en entredicho y en cuarentena su presunta credibilidad y convicción democráticas.

Cuesta entender a estas alturas el atronador silencio, a horcajadas entre el esperpento y la desvergüenza, de Pablo Casado ante la reinterpretación falaz y sectaria realizadas en su presencia por Ignacio Camuñas, exministro de UCD y cofundador de VOX, sobre las causas y responsabilidades de los protagonistas de los hechos que desembocaron en la Guerra Civil española. 

Una tragedia nacional con dos terribles consecuencias. Una inmediata: el oneroso precio en vidas humanas fruto de la contienda, una secuela inherente a toda guerra, sea esta o no civil. Y otra, tardía y quizás la más cruel: la inhumana humillación de los vencidos. El exterminio programado por los vencedores de muchos de aquellos, asesinados y enterrados en cunetas y fosas comunes durante la despiadada y prolongada represión desencadenada tras el conflicto.

Un enfrentamiento fratricida que alumbró la brutal e implacable dictadura que desgarró España durante 40 años y que, fruto de un cainismo larvado e irracional, sigue siendo —¡85 años más tarde!— fuente de viscerales y agrias polémicas. Un episodio cerrado en falso históricamente durante la Transición, al recurrir como hicieron sus protagonistas a una injusta y falsa equidistancia respecto al sufrimiento asimétrico de las dos Españas enfrentadas.

Manteniendo vivo, lo más lamentable, un sentimiento revanchista en las generaciones posteriores. Y todo en un contexto histórico y social como el actual, que lo hacen injustificable y que debiera avergonzar a nuestra derecha política. Incapaz de poner límites, promocionando abiertamente como hace la deriva hacia la derecha extrema del partido. Una anomalía antidemocrática rayada con formas edulcoradas de protofascismo.

“Revisio-revanchismo” atizado por los que a día de hoy se autoubican en el espectro político de “centroderecha”. Un indecente eufemismo manoseado ideológicamente tras el que se esconden un conglomerado de tardofranquistas y pseudodemócratas con el objetivo último, deslegitimando las instituciones, de degradar la calidad menguante de nuestra democracia.

Un sentimiento durante años de baja intensidad, con sordina, pero que persiste impreso en el ADN ideológico de muchos españoles generacionalmente lejanos de aquella tragedia guerracivilista pero reconvertidos hoy, paradójicamente, en revisionistas sectarios con un metarrelato paralelo que debiera avergonzar a cualquier demócrata que se precie.

Metarrelato provocador que, desafiante, rebrota en la crispada realidad política española en la que vivimos instalados desde hace tiempo. Articulado en un discurso trufado de calumnias y falsedades. Un cúmulo de flatulencias ideológicas con las que nuestra anómala y montaraz ultraderecha política intenta falsificar la veracidad histórica de unos hechos irrefutables.

La involución ideológica —¿y democrática?— de Casado —¿y del PP?—, con su vergonzante complacencia hacia los herederos y revisionistas del franquismo, en absoluto residual, que aún persiste en la sociedad española constituyen no ya una anomalía, si no una aberración democrática difícil de justificar. Y menos aún de defender en cualquier foro político, sea este nacional o europeo.

Casado sigue enrocado en una realidad paralela delirante que, bien por desconocimiento de la misma o por cínico tacticismo en su intento de refagocitar a los votantes fugados a Vox y Ciudadanos, lo situarían al borde de la enajenación en el primer caso o en la marginalidad política en el segundo. La sombra de la inquietante foto de Colón, no solo es alargada, es interminable, afilada y… clarificadora.

Metiendo en el saco sin fondo democrático del “centroderecha” a Vox creyendo haber abortado las aspiraciones de Abascal al papel de macho alfa de la ultraderecha, y ninguneando el proyecto transversal —no se rían— “socialdemócrata liberal moderado centrista conservador progresista nacional españolista” que defiende numantinamente Inés Arrimadas, Pablo Casado, autoproclamándose líder de la reunificada derecha española, ha ligado su destino al de Abascal.

Renunciando a su papel en la implantación del cordón de seguridad democrático para aislar a la ultraderecha, el PP se ha convertido en parte del problema y no de la solución. Un partido llamado a ser alternativa de Gobierno, que se autoubica fuera de los márgenes del sistema y que flirtea con formaciones sin credibilidad democrática cuando no abiertamente parafascistas no es una anomalía, es una aberración que amenaza peligrosamente nuestra convivencia y nuestra democracia.

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El mudo lapsus de Casado, antidemocrático e imperdonable en mi opinión, respondiendo con su atronador silencio a la provocación revisionista —bordeando el negacionismo— de Ignacio Camuñas realizadas en su presencia serían inimaginables en cualquier democracia homologada.

Pero lo más grave: 85 años más tarde, Pablo Casado ha vuelto a humillar la memoria democrática de tantos españoles que sufrieron en carne propia las consecuencias de su compromiso en la defensa de la democracia frente al fascismo.

Una doble humillación de las víctimas que, por sí sola, pone de manifiesto la mezquina calaña democrática, pero sobre todo humana —lo de cristiana ni mentarlo, no vale la pena— del “centroderecha” político español liderado por un ¿neoconverso iliberal anticristiano? apeado no sé si voluntariamente o desmontado por fuerzas ajenas del caballo democrático. Un tal Saulo, no de Tarso, sino Casado.

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