Debates amistosos con la democracia
Todas las personas preocupadas por la polarización y la dificultad e imposibilidad de diálogo entre progresistas y conservadores o entre ciudadanos, deberíamos entender y aplicar el título de este comentario tomado del libro del Albert O. Hirschman La Retórica Reaccionaria.
A Hirschman, economista e historiador de las ideas económicas, le preocupaba la falta sistemática de comunicación entre grupos de ciudadanos como liberales y conservadores o progresistas y reaccionarios en 1991, fecha de publicación del libro. Explicaba que “el funcionamiento correcto de una sociedad democrática bien ordenada depende de que sus ciudadanos se organicen en unos pocos grupos bien definidos con opiniones diferentes en asuntos políticos básicos". Es fácil entender que estos grupos construyan un muro entre unos y otros. La democracia crea sus propios muros, pero el proceso se retroalimenta y cada grupo se preguntará por el otro, con suma perplejidad y muchas veces con mutua revulsión. ¿Cómo llegaron a ser de esa manera?
La retórica reaccionaria
La intención inicial de Hirschman al escribir el libro, fue explicar cómo los pensadores reaccionarios habían atacado los avances progresistas. Partiendo de la tríada de T.H. Marshall, el desarrollo de la ciudadanía en tres fases, derechos civiles, políticos y socioeconómicos, nuestro autor describe las reacciones contrarias al desarrollo de esos derechos en cada fase histórica, y las agrupa en tres tesis: la tesis de la perversidad, la tesis de la futilidad y la tesis del riesgo.
La tesis de la perversidad. Como resultado de la tentativa de empujar a la sociedad en una determinada dirección, la sociedad se moverá, pero en la dirección opuesta. Los esfuerzos por alcanzar la libertad harán que la sociedad se hunda en la esclavitud, la búsqueda de la democracia producirá una oligarquía o una tiranía y los programas de bienestar social crearán más pobreza en lugar de disminuirla.
La tesis de la perversidad se ha utilizado por pensadores conservadores en todas las fases de desarrollo de los tres derechos definidos por Marshall. Desde Edmund Burke en sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa contra los derechos civiles, hasta los ataques al sufragio universal de Flaubert, Nietzsche o Le Bon. La aplicación de la tesis de la perversidad a los derechos socioeconómicos tiene su mejor expresión en este pensamiento de Milton Friedman: “Las leyes del salario mínimo son el caso más claro que pueda encontrarse de una medida cuyos efectos son precisamente contrarios a los pretendidos por los hombres que con buena voluntad los defienden”.
La tesis de la futilidad: Todo cambio pretendido es, fue o será una gran superficialidad, una fachada, algo cosmético y por tanto ilusorio, dado que las estructuras profundas de la sociedad permanecerán intactas. Los reformistas ignoran ciertas leyes o hechos científicos que hacen los acuerdos sociales básicos inmunes al cambio político propuesto. Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto son la expresión más clara de esta tesis.
Al referirse a las elecciones democráticas, Mosca opina que una candidatura es siempre el trabajo de un grupo de personas unidas por un objetivo común, una minoría organizada que fatal e inevitablemente impone su voluntad a la mayoría desorganizada. El sufragio no puede cambiar en nada las estructuras de poder existentes en la sociedad.
Según Pareto, poco importa si la clase gobernante es una oligarquía, una plutocracia o una democracia. La lucha emprendida por algunos individuos para apropiarse de la riqueza producida por otros es el gran acontecimiento que domina toda la historia de la humanidad. A este hecho, Pareto lo denomina expoliación, y la democracia podía ser tan expoliadora de la masa del pueblo como cualquier otro régimen. Ambos autores atribuían a sus conclusiones el carácter de leyes universales, de ahí la futilidad de intentar cambiar las cosas.
La tesis del riesgo: Las nuevas reformas pueden poner en riesgo mortal a las reformas anteriores. Los logros o conquistas anteriores, aún no consolidados, y que tanto esfuerzo ha costado implantar, quedan en peligro con el nuevo programa. La democracia pone en peligro la libertad, y el estado del bienestar la libertad y la democracia.
La expresión más desarrollada sobre el peligro que el estado de bienestar supone para la libertad y la democracia se encuentra en Camino de Servidumbre de Friedrich Hayek escrita en 1944. Cualquier tendencia hacia la expansión del ámbito de influencia del gobierno está condenada a amenazar la libertad. Cuando el estado aspira a asumir funciones importantes, se encuentra que sólo lo puede hacer por coerción y tanto la libertad como la democracia quedan destruidas.
¿Por qué no hablar de la situación real del campo en lugar de enredarse en la utilización partidaria de los problemas? ¿Por qué no exponer abiertamente las dificultades de nuestro sistema territorial, en vez de utilizarlo como batalla contra el adversario?
De la retórica reaccionaria a la progresista
Hirschman utiliza siempre un método intelectual de continua confrontación y revisión de sus conclusiones, lo que le lleva a pensar que los reaccionarios no tienen el monopolio de la retórica simplista, perentoria e intransigente. Gran parte de la retórica progresista o liberal se desarrolla a partir de las tesis reaccionarias, dándoles la vuelta, poniéndolas patas arriba o utilizando otros trucos similares.
Así frente a la tesis del riesgo, los progresistas ha desarrollado la tesis del apoyo mutuo, todas las cosas buenas van de la mano, o dicho de otra forma el principio de sinergia; además, dicen, tiene más peligros la inacción que la acción.
Frente a la tesis de la perversidad, se contrapone la creencia de que la historia está del lado de los progresistas quienes están dispuestos a moldear una y otra vez la sociedad y no dudan de su habilidad para controlar los acontecimientos.
Frente a la tesis de la futilidad que impone la estabilidad o invariancia, se oponen las leyes del movimiento progresista que daría a los científicos sociales la agradable garantía de que el mundo se está moviendo irrevocablemente en la dirección que ellos pretenden.
Más allá de la intransigencia
A partir de la exposición anterior, Hirschman reflexiona: “El objetivo de este libro ha sido rastrear algunas de las tesis reactivo-reaccionarias clave a través de los últimos doscientos años y demostrar cómo los protagonistas siguieron determinadas constantes en la argumentación y en la retórica. El razonamiento reaccionario estándar, tal y como se describió aquí es muchas veces defectuoso”.
No obstante, al demostrar también que cada uno de los argumentos reaccionarios tiene uno o más equivalentes progresistas y la existencia de esas parejas de argumentos, las tesis reaccionarias se degradan, por decirlo de alguna manera: junto con sus equivalentes progresistas se convierten en una serie de afirmaciones extremas en una serie de debates imaginarios muy polarizados. Lo que he terminado haciendo es crear un mapa de la retórica de la intransigencia tal y como las han puesto en marcha tanto los reaccionarios como los progresistas, añade Hirschman.
¿Y qué hacer entonces? Mi propósito, dice nuestro autor, es desplazar el discurso público más allá de las posturas extremas e intransigentes de cualquier tipo, con la esperanza de que en el proceso, nuestros debates se hagan más amistosos con la democracia.
La tolerancia y la aceptación del pluralismo se establecieron, sin duda, a partir de un empate entre grupos ampliamente hostiles. Este punto de partida histórico de la democracia no augura precisamente nada bueno para la estabilidad de estos regímenes, máxime si tenemos en cuenta que un régimen democrático alcanza la legitimidad en la medida en que sus decisiones son el resultado de una deliberación abierta y plena entre sus principales grupos, órganos y representantes.
La deliberación, concluye Hirschman, se concibe como un proceso de formación de opinión: los participantes no deberían tener opiniones total o definitivamente formadas al inicio; se espera que entablen debates constructivos, lo que significa que deben estar preparados para modificar opiniones a la luz de los argumentos de otros participantes y también como el resultado de la información que se presenta en el curso del debate.
En definitiva, huir de los debates donde cada parte busca argumentos para matar.
Siguiendo los consejos de Hirschman en la política española actual se puede plantear como debate: ¿Por qué no hablar de la situación real del campo en lugar de enredarse en la utilización partidista de los problemas? ¿Por qué no exponer abiertamente las dificultades de nuestro sistema territorial, en vez de utilizarlo como batalla contra el adversario? ¿Por qué no definir qué se entiende por colaboración pública privada en la sanidad y en la educación, mientras se avanza solapadamente a la privatización más extrema?
Hagamos debates amistosos con la democracia.
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Julián Lobete Pastor es socio de infoLibre.