Librepensadores

¿Derecha o izquierda?

José M. Marco Ojer

Desde el mismo momento en el que nacemos, la cultura en la que nos integramos nos transmite –primero a través de la familia– una forma de ver la realidad, de entenderla y de valorarla.

Por muy caóticos que algunos puedan parecer el cerebro necesita orden. Toda la información que vamos recibiendo y las ideas que vamos concibiendo, las colocamos en una especie de cuadrícula, en un esquema mental en parte aprendido y en parte construido: tenemos un recuadro en el que colocamos lo bueno y otro en el que colocamos lo malo, uno en el que colocamos lo qué es propio de la juventud y otro de lo que es impropio, uno en el que está lo que se puede comer y otro en el que está lo que no…

Cuando recibimos una información siempre la clasificamos en una parte de este esquema y la etiquetamos con la correspondiente situación que le hemos adjudicado: bueno, malo, adecuado, inadecuado, amigable, peligroso, justo, violento…

Tan necesario es este esquema que cuando tenemos una experiencia que no nos encaja nos sentimos incómodos, perdidos. De hecho utilizamos la expresión “me han roto los esquemas” cuando la nueva experiencia no puede ser colocada en una de nuestras casillas y no nos queda más remedio que reconstruirlas.

Esta clasificación de la realidad es positiva, nos ayuda a movernos por el mundo, nos da seguridad, control sobre lo nuevo mientras somos capaces de situarlo en algún lugar de nuestra mente. Pero también es negativa, si el esquema es tan rígido que no acepta adaptaciones, si se convierte en una fuente de prejuicios porque por ejemplo, somos incapaces de reconocer algo positivo en una persona a la que por algún motivo hemos colocado en una casilla negativa.

Es también peligroso si por miedo a ser etiquetados no expresamos nuestras opiniones: no voy a decir lo que pienso no vayan a pensar que soy un facha, un laicista beligerante o un votante de no se qué partido.

Viene esto a cuento de lo perdidos que estamos en esta situación social y política que nos toca vivir. Ya hace años Rosa Díez, ahora Podemos y también Ciudadanos, dicen que lo de derecha e izquierda son conceptos –clasificaciones, esquemas- desfasados, pero creo que los ciudadanos no somos capaces todavía de etiquetarnos de otra manera aunque estas etiquetas bailan cada vez más.

A veces no sabemos cómo etiquetar o ni siquiera tenemos una etiqueta que nos satisfaga.

Cómo situamos a quien no quiere un país en el que la diferencia que separa a la parte más rica de la más pobre haya aumentado un 45% y que sigue en ascenso, un país a la cabeza de la desigualdad mundial después de Estados Unidos; a quien no quiere un país en el que las revistas porno tributen un 4% y una película de Meryl Streep un 21%. Un país en el que la mortalidad aumenta por las deficiencias de los servicios de urgencia, en el que se especula con medicamentos que pueden salvar vidas. En el que cada vez tienes menos posibilidades de estudiar si no tienes dinero para pagártelo. En el que se desahucia a familias que a causa de la crisis no pueden pagar su hipoteca. En el que se venden viviendas sociales a fondos buitre que automáticamente duplican el precio y suben los alquileres. En el que el porcentaje del PIB dedicado a educación y a I+D va bajando desde 2009 a costa de un futuro a la cola de los países desarrollados. En el que la pobreza infantil viene aumentando desde 2008, en el que uno de cada tres niños vive en la pobreza o en riesgo de exclusión…

No sé cómo colocar aquí nuestros esquemas, no creo que los votantes puedan dividirse ente los que quieren un país así y los que no lo quieren, pero no podemos olvidar que hasta aquí no hemos llegado ni por azar ni por necesidad.

José M. Marco Ojer es socio de infoLibre

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