Derechas y Derechos
Decía el poeta Ángel Guinda, maestro de maestros y de poetas: "En una época enferma la palabra ha de ser hospital". Ahora estamos viviendo la cancelación de "ese" hospital.
En aquel 8 de Marzo, en el que jueces y medios andaban muy preocupados por un encuentro al aire libre, el belicoso Ortega Smith –con nombre de inmigrante; eso debe doler– regresaba de Italia, donde visitaba a sus 'fratelli' neofascistas. Y traía con él a un visitante incómodo que fue repartiendo por todo Vistalegre entre toses y fraternales abrazos.
Pero lo que están a punto de inocular en todo el Estado es odio, censura, discriminación. Lo que digo no es demagogia de la que se suele hacer uso para ocultar mentiras: ya está ocurriendo; en muchos pueblos, o en Valencia, o en Extremadura. Existe una clara incompatibilidad entre derechas y derechos.
En este juego es indispensable la colaboración incondicional del votante. Y de poco sirve recriminar la complicidad del elector, el votante conservador medio es, evidentemente, cínico, aunque ignorancia gana a cinismo
A principios de la década de los 80 del pasado siglo, los músicos, para dar un concierto, presentábamos los textos de las canciones en un negociado del Ministerio de Cultura para recibir calificación moral. Recuerdo que los míos llevaban un sello de tampón: "para mayores de 16 años". Pero aquello era una censura "blanda", casi ingenua, de la época en la que presidía el exsecretario general del Movimiento Adolfo Suárez. Lo que se acerca peligrosamente es la suspensión o el secuestro, más que una inocente calificación moral.
La desinformación tiene la cuestionable virtud de ganar no solo batallas de relato, también elecciones. La perniciosa sombra de la duda no ha sido una innovación de Trump –ni de Steve Bannon ni de su aventajado alumno Miguel A. Rodríguez–, ya lo practicaban J. Arenas, A. Ruiz-Gallardón o el propio candidato Núñez, que tampoco fueron los primeros.
En este juego es indispensable la colaboración incondicional del votante. Y de poco sirve recriminar la complicidad del elector, el votante conservador medio es, evidentemente, cínico, aunque ignorancia gana a cinismo.
Un dato sociológico sorprendente es que esos millones de españoles que votan posiciones ultras no pueden ser todos hombres. Y no solo el SMI, la revalorización de las pensiones, los contratos fijos y decentes, todo lo que quiera que signifique "derogación". También peligran los derechos de la mitad de la población: las mujeres. Más vale que ellas se movilicen, porque está claro que hay mucha gente que no tiene entre sus prioridades defender tales derechos. Otros, estaremos siempre al otro lado, y movilizados.
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Eduardo Prieto es socio de infoLibre.