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Disparando

Mario Diego

Disparando con balas reales, el pasado 14 de mayo, sobre los habitantes desarmados de la Franja de Gaza que protestaban contra el traslado de la embajada estadounidense de Tel-Aviv a Jerusalén, el Ejército israelí causaba la muerte de 60 palestinos (entre los cuales se encontraban ocho niños menores de 16 años) y herido a más de 2 400 personas.

Esta era la séptima semana consecutiva durante la cual, alrededor de 40.000 palestinos, manifestaban en la inmediación de la frontera Franja de Gaza-Israel, para reclamar su “derecho al retorno”, conmemorando así la Nakba (catástrofe en árabe) y evocando el éxodo de más de 70 000 palestinos expulsados de sus casas y tierras al inicio de la creación de Israel.

Manifestaciones que también sirven para denunciar el aislamiento –el 12 de mayo el gobierno israelí era el artífice de una nueva provocación cerrando el único paso fronterizo por el que transitaban las mercancías hacia la Franja– impuesto por el Estado israelí desde hace más de diez años a los habitantes Gaza, condenando dos tercios de entre ellos a depender únicamente de la ayuda humanitaria.

Desde el inicio de estas manifestaciones, a inmediación de dicha frontera, el 30 de marzo, las fuerzas represivas de Israel habrían matado, por lo menos, a 107 palestinos y herido alrededor de 12 000 personas. Esta represión, es la continuidad lógica de la política puesta en práctica por los diferentes gobiernos israelíes, política criminal y sangrienta que alimenta la rebelión legítima del pueblo palestino.

La inauguración de la embajada estadounidense en Jerusalén culmina la política de colonización, practicada por el Estado israelí desde 1967, año en el que conquistó – al término de la guerra de los Seis-días – la parte oriental de la ciudad, poblada mayoritariamente por palestinos, y anexionada oficialmente por Israel en 1980.

Los dirigentes estadounidenses llevan muchos años dando su apoyo indefectible al Estado israelí, su aliado y gendarme privilegiado en la región, no obstante, hasta ahora, el Gobierno estadounidense evitaba, en la medida de lo posible, originar problemas entre sus otros aliados y las poblaciones bajo su autoridad.

Trump no se toma tantas molestias, no duda en pisotear el ya bien pachucho proceso de paz israelí-palestino. Desde su entrada en la Casa Blanca, éste, no ha cesado de alentar el gobierno Israelí, uno de los más reaccionarios de toda la historia del país, para que continúe aplicando su política de colonización, incrementando su brutalidad y su arrogancia con respecto al pueblo palestino.

Esta política no solo condena la población palestina a vivir miserablemente, pero también condena a la mayoría de la población israelí a vivir en pie de guerra permanente, transformándola, según los casos, en carceleros o en verdugos.

Si a esto añadimos que el Gobierno Israelí no tardó ni dos días –después de haber roto Trump el acuerdo nuclear firmado con Irán– en bombardear posiciones militares iraníes en Siria, podemos decir que todo confluye hacía una situación por lo menos preocupante.

El gobierno israelí no solo está acabando con la esperanza de una solución en el conflicto israelí-palestino, pero además nos está diciendo que estamos asistiendo al preludio de un conflicto más amplio en la región. Y todo ello bajo el auspicio del imperialismo estadounidense. ___________

Mario Diego es socio de infoLibre

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