Librepensadores

España se tiñe de azul y yo me retiro a una aldea galaica

Ángel Dorado

Puedo prometer y prometo que este artículo nunca habría visto la luz si en España un partido de derechas decente hubiera ganado las elecciones con cerca de ocho millones de votos (33%) para el Congreso y una amplia mayoría absoluta en el Senado (130 escaños de 208), tal como el PP ha conseguido en las pasadas elecciones generales.

Así pues, como considero que el mayor partido de la derecha española no es decente en muchos aspectos es por lo que escribo el presente artículo. Y, en mi opinión, no reúne esa condición por muy variadas razones. Veamos unas cuantas.

Es una organización infectada en todo el territorio nacional por múltiples casos de corrupción (Madrid, Valencia, Galicia, Baleares…), incluida ella misma como tal. Los derechos democráticos de los ciudadanos se han visto gravemente recortados por la llamada ley mordaza, la cual perfectamente puede ser equiparable a una dictadura. La reforma laboral ha propiciado un recorte de los derechos de los trabajadores sin precedentes en nuestra particular democracia, lo que ha conseguido que España sea el país con más contratos a tiempo parcial forzoso. O que 1,4 millones de personas que tienen trabajo sean pobres o no puedan llevar una vida independiente, o los cuatro millones de parados, muchos de ellos de larga duración, además de la pobreza energética que afecta a miles de viviendas, sin olvidar los miles de desahucios que están dejando en la calle a familias enteras sin la alternativa de otra vivienda.

Por otra parte, España es el país de Europa con mayor desigualdad, junto a Rumania y Letonia. A este respecto, según la Comisión Europea hay 12,5 millones de españoles que se hayan en riesgo de pobreza y exclusión social, al tiempo que, según UNICEF, un 34 % de los niños están en esa situación. Y qué decir del millón de jóvenes preparados que de manera forzada han tenido que emigrar. ¡Hemos vuelto a los años sesenta!

Tampoco conviene olvidar la manipulación a favor de obra que el PP ha llevado a cabo en las televisiones públicas, así como tampoco la insensibilidad demostrada ante la enorme tragedia de los refugiados.

Y ya para rematar, tenemos las conversaciones entre el inefable ministro del Interior y el responsable de la Oficina Antifraude de Cataluña, ¡grabadas en el despacho del primero!, en las que se urdía una campaña para intentar hundir a contrincantes políticos catalanes. Es decir, lo que se conoce como las alcantarillas del Estado. El ministro no ha dimitido y el presidente del Gobierno en funciones mira a Betanzos, lo cual es demoledor para la democracia.

Como dijo el filósofo y escritor Bertrand Russell: “Mucha gente preferiría morir antes que pensar. De hecho lo hacen”. Si a esto le añades la ignorancia y el miedo a cualquier cambio de amplios sectores de la población española, incluidos millones de trabajadores con nula conciencia de clase, pues, apaga y vámonos. Yo, por mi parte, me retiro indignado a meditar a una pequeña y bella aldea galaica para intentar comprender los motivos que han llevado a ocho millones de personas a votar a un partido que en una democracia de calidad habría sido enviado al estercolero de la historia.

En la meditación me viene un primer motivo relacionado con una frase histórica pronunciada por Franklin D. Roosevelt, que fuera presidente de EE.UU., refiriéndose al dictador nicaragüense Anastasio Somoza: “Tal vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Así pues, los que con el corazón de piedra han votado al PP hayan podido pensar que aunque sea un partido lleno de corruptos, al menos son sus corruptos, sin olvidar el deterioro democrático y la brecha social de 13 puntos que se ha abierto entre los más ricos, que durante la mal llamada crisis se han hecho más ricos, y los pobres. Por tanto, ello puede entenderse más en los pertenecientes a la alta burguesía, en los accionistas y ejecutivos de grandes empresas y de la banca, en inversores y especuladores. Por el contrario, me rebelo, una vez más, ante los votantes de este PP que son personas modestas, trabajadoras, paradas, jubiladas con bajas pensiones, o sea, personas de la clase obrera o de clase media o baja.

¿Tendrá arreglo este dilema en algún momento? Largo me lo fiáis.

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Ángel Dorado es socio de infoLibre

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