Librepensadores

Los españoles insensibles

Fernando Pérez Martínez

Pertenezco a la estirpe de españoles a los que no se puede ofender en su sensibilidad religiosa, ni en su sensibilidad masculina, ni en su sensibilidad política, ni en su sensibilidad de madrileño, ni como rubio o moreno, ni como heterosexual, ni como español, ni como nada.

A los españoles como yo, no se les ofende y punto. O al menos esa es la conclusión a la que se llega después de muchos años de asistir a los desvelos de cierta judicatura sensible a perseguir penalmente puerilidades que a mí no me dan frío ni calor o que incluso me gustan o me divierten.

Miembros de la judicatura que jamás se han pronunciado ante asuntos que me ofenden profundamente, pero que como toda la vida han estado ahí, agraviando, no queda otra que mirar para otro lado. Seguir viviendo entre los españoles sensibilísimos que tienen desvelados a enjambres de magistrados y altos prebostes de la judicatura tocándonos la moral con la sensibilísima sensibilidad de sensibilísimos asuntos que zahieren y hacen sufrir los tiernísimos sentimientos de delicadísimas personas. Por lo general, fachas asilvestrados.

Constato con estupor que vivo en un país rudo, con una historia dura, desencuadernada, interminable. Las cunetas de mi país rebosan todavía de cuerpos sin enterrar y a sus parientes parece que no les tiene que ofender este desafuero. Antes bien les debería ser indiferente y en cualquier caso tener cerrada la boca para no ofender la sensibilidad de los herederos de los victimarios y no reabrir sus sensibilísimas heridas, que al parecer sólo se mantienen cerradas si las cunetas siguen reventando de cadáveres no identificados de españoles insensibles.

Vivo en un país en el que en lugares públicos y públicamente en rincones de la anatomía de las personas, se exhiben con impúdica desvergüenza iconos sangrientos de bárbaras ejecuciones, sin reparar en el daño que estas visiones cruentas y perversas causarán a la sensibilidad de la ciudadanía expuesta a su destemplada influencia. Los niños de cualquier edad ven irremediablemente el cuerpo humano torturado y clavado en un madero como si tal cosa. A nadie le importan las repercusiones que tengan en su formación las visiones de exaltación sádica, normalizadas, promovidas en multitudinarios actos públicos festivos, pero no por eso aceptables, normales...

A la suerte de españoles a la que pertenezco no nos tiene que ofender esa nazifascista cruz injuriosamente clavada desde hace casi ochenta años en la cima de la sierra de Guadarrama con el único objeto de ofender permanentemente a los españoles insensibles que fueron derrotados en la última guerra moral que se jugó en casa con la cómplice bendición de la jerarquía católica, colaboradora necesaria en la insultante aberración moral. Españoles insensibles. Derrotados, que no vencidos. Aquí seguimos, insensibles ante la parcial y desvergonzada actitud de los jueces que admiten a trámite las querellas sensibilísimas.

Pobrecitos legionarios y regulares mercenarios que no pudieron cruzar el Manzanares porque la insensibilidad de los defensores de Madrid no se lo permitió. ¿No habrá un juez dispuesto a defender la sensibilidad ofendida de aquellos hombres? ¿No habrá un acto de desagravio? ¿Otra cruz kilométrica para el cauce del río? ¿En el Puente de los Franceses, por ejemplo? ____________

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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