¿Europa, para qué?

Juan Manuel Arévalo

Somos los españoles muy de delegar. Todavía no tenemos la clara idea en lo referente al político y la política. Desde nuestra primera constitución de 1812, los derechos ciudadanos llegaban sin una cultura previa, abonada por la Ilustración, taponada en los Pirineos no por la geografía sino por el absolutismo de los borbones, apoyados por las grandes burguesías agrarias y la nobleza, que veían peligrar su sistema de la propiedad, su ideario conservador y sus creencias religiosas. Ni los intentos de los gobiernos progresistas de finales del siglo XIX, ni la primera república consiguieron domesticar a unas clases de terratenientes estancadas en derechos y privilegios medievales. Mientras Europa avanzaba en la industrialización, España permanecía de espaldas al futuro. Hoy los Pirineos “ya no nos separan de nada” ¿O sí? Todavía no nos queremos dar cuenta, o interesadamente hay quienes prefieren que sea así, que estamos integrados en la Europa de la economía, y que la nuestra depende de esa cesión de soberanía para lograr un espacio común. Seguimos anclados en que somos “ciudadanos por un día”, el de la votación en los procesos electorales.

El próximo 9 de junio se abrirán las urnas para elegir qué tipo de Europa queremos: la Europa desigual o la social. Dejemos la boina y las banderas en la casa de cada uno y pensemos que somos, lo queramos o no, espacio común

Efectuado el reparto del plebiscito, se nos olvida la exigencia y control permanente de aquellos que hemos elegido para que nos representen, y vuelvo como siempre al sentido de preocupación griego por el que el ciudadano es miembro de la “polis” durante las 24 horas del día; durante los 365 días del año; durante los cuatro años de servicio por delegación de los ciudadanos electos (cinco años en el mandato europeo), para gobernar y cuidar de la “polis”, tanto en sentido estricto (ciudad) como en el más amplio (estado). Con el espacio común más amplio tal como es la Europa comunitaria, la dejación es aún más grave y las consecuencias guardan la misma proporción. Me causa asombro cómo se embauca a la ignorancia, para vender que aquellos acuerdos que producen disconformidad a sectores sociales, económicos o agrarios, son consecuencia de la representación del gobierno del país. El Parlamento europeo es un órgano democrático, cuya composición hoy es la siguiente: Partido Popular Europeo:177. Conservadores y Reformistas Europeos: 68. Identidad y Democracia: 59 y Renew Europe Group: 102. En total, estos grupos de la derecha, neoliberales y ultraderecha suman 406 diputados. En el sector progresista, Alianza Progresista de socialistas y demócratas: 143. Los verdes/Alianza europea:72. La izquierda en el Parlamento Europeo: 37. Es decir, la Europa social, 252 diputados. El próximo 9 de junio se abrirán las urnas para elegir qué tipo de Europa queremos: la Europa desigual o la social. Dejemos la boina y las banderas en la casa de cada uno y pensemos que somos, lo queramos o no, espacio común. Toca elegir, con la clara verdad de que las decisiones se toman en Bruselas. Quien venda lo contrario miente a sabiendas y además es un cínico.

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Juan Manuel Arévalo es socio de infoLibre.

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