Al final del viento

Antonio García Gómez

Hace años, y no tanto, un joven juglar cantó que debiéramos ir a buscar la verdad al final del camino, donde soplara el viento inagotable, el viento purificador, sobre las colinas encendidas de odio y fanatismo. Aunque, en realidad, lo que iríamos a buscar sería la respuesta más que la verdad.

E incluso nos llegamos muchos a auparnos sobre los quedos altares de los templos cerrados y también llegamos a creernos lo del viento, por ver de reencontrarnos con aquellas respuestas que llevaban tiempo torturándonos a preguntas.

Tal vez porque entonces se soñaba con cierta ingenuidad voceada a ritmo de baladas y susurros bajo las noches sugerentes, en medio de noches estrelladas, prometiéndonos amor eterno. Hasta que de pronto se descubrió que no importaba la verdad que, de hecho, nunca había habido nada parecido a la verdad, seguramente porque muchos nos quedamos en el intento de hollar los caminos que creímos a nuestro alcance. Y que incluso las respuestas solo nos generaban más interrogantes.

Hasta que de pronto se descubrió que no importaba la verdad, que, de hecho, nunca había habido nada parecido a la verdad, seguramente porque muchos nos quedamos en el intento de hollar los caminos que creímos a nuestro alcance

Hasta haber llegado al páramo actual, fiesta y exceso, desigualdad y resignación, consumismo y gregarismo, como entonces, como siempre, para intentar siquiera poder volver a escuchar el susurro del viento al final de ningún camino, porque ya solo se trataría de una autovía que nos conducirá a todos al abismo que anuncian los oropeles, los fastos y desencantos llegados al fin de los gintónics apurados de pronto pago, como si solo se tratara de una publicidad bien planificada.

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Antoio García Gómez es socio de infoLibre

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