Directo
Ver
La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

Librepensadores

Grito a la desesperanza

Ximo Estal Lizondo

En el mundo hay actualmente más de 68 millones de personas que se han desplazado, no de forma voluntaria sino de forma forzosa. Y para acabar con esta lacra la sociedad debe —ya— de dar una respuesta humanitaria y dejarse de propuestas irracionales e insensatas. Lanzar soluciones para así salvaguardar sus vidas y el reconocimiento pleno de sus derechos.

En los últimos 12 años se ha casi duplicado el número de personas en busca de protección internacional: de 38 a 68 millones. Son más de 50.000 personas diarias las que se ven obligadas a cambiar de residencia por tener conflictos en sus países: Siria, Irak, Afganistan, Nigeria, Somalia etc. O que salen de sus países huyendo de la hambruna que sufren sus pueblos o huyendo de dictaduras, de violaciones sexuales masivas o, incluso, de conflictos generados por intereses transnacionales generados por expolio de riquezas, venta de armas y lo peor de todo: tráfico de personas.

Entre 2016 y 2018 murieron intentando llegar a Europa casi 6.000 personas, de las cuales, según informes, el 40% eran menores de edad. Estas son las victimas reconocidas, 559 este último año. Y más son los muertos si a este número se contabilizan también todas aquellas que han desaparecido bajo las aguas sin dejar rastro de su existencia y que podíamos denominar: “muertes invisibles”, y no por ello muertes de personas, por desgracia.

Y también tendríamos que contar aquellas que llevan andando o están detrás de unas vallas o en campamentos insalubres y carentes de mínimo servicio que se encuentran en la llamada ruta de los Balcanes. Y lo peor de todo, no se debe olvidar de contar o de gritar que no debemos omitir las voces silenciadas de más de 10.000 niños y niñas de las cuales se ha perdido el registro o se desconoce su paradero.

Aún recuerdo la foto del pequeño Aylan, foto que actuó como revulsivo de conciencia a nuestros gobernantes y sin embargo, después de muchas reuniones, de muchas promesas, pese a los 700 millones que se pretendían dar, hasta este momento la única respuesta ha sido enviar buques armados de la OTAN para controlar las aguas del Egeo y el funcionamiento de las mafias. Pero lo peor es que su no respuesta clara y rápida está potenciando en muchos países medidas de corte racista. O peor: aumentan la mayor de la miserias del ser humano, y es el quitar y confiscar a los que llegan buscando una libertad que no tienen en sus países su dinero u objetos de valor como se ha producido en Suiza, Dinamarca y algunas regiones de Alemania, donde incluso se han quemado viviendas.

Dicen que son las mafias el origen, yo disiento, pues no sólo son estas las que producen este sinsentido, ellas son las consecuencias del control y externalización de fronteras. Es más, las mafias están creciendo en forma proporcional a las medidas de control que están estableciendo los gobiernos europeos. Sólo hay que mirar un ejemplo próximo a nosotros: las devoluciones ilegales y el bloqueo por parte de Marruecos de las personas refugiadas que tratan de llegar a España y pedir asilo e intentan entrar en la denominada “frontera sur”, práctica que por desgracia es habitual y cuenta con la connivencia del Gobierno español.

Es triste ver cómo se reproducen situaciones de violencia, racismo y xenofobia hacia las personas subsaharianas en Marruecos, que ven impedido su acceso a España para pedir asilo, un derecho que les pertenece, y que les “obliga” a recurrir a los traficantes de personas, al salto de valla y a las pateras. Cada vez que se levanta una valla, cada vez que una concertina desgarra la piel de un migrante, cada vez que se deniega un visado humanitario. Cada nuevo muro que construye, sea donde sea, cada campo de refugiados que se eterniza (para que así se olvide el problema), es un acicate para que estas vidas desesperadas caigan en manos de redes de tráfico de personas, de mafias que viven de esa desesperanza creciente.

Es triste ver cómo día tras día las televisiones abren sus informativos con imágenes de seres humanos que desfallecidos que llegan a una costa europea o son salvados in extremis. Pero lo peor son todos aquellos que en el intento por buscar su libertad, una esperanza, su dignidad, pierden la vida y sus cuerpos forman parte del mayor cementerio: el marino. Luchan por sobrevivir y acaban en un mar donde sus esperanzas acaban y son destruidas.

Por desgracia, aquellos que han sobrevivido, cuando llegan a tierra —ese lugar que esperaban que les daría felicidad, bienestar— son recibidos con: esclavismo salarial, persecución, homofobia, irracionalidad, indignidad, insensatez. Todo aquello de lo que huían y les movió a emprender un camino lleno de peligros. Triste pero cierto, pensemos lo que pensemos.

Por tanto, lo que debemos exigir a los políticos, a nuestra sociedad, es que vean a estas personas como seres humanos con una dignidad, con ganas de libertad y bienestar. Bastantes muertos ya hay en ese gran cementerio marino. De todos y todas es responsabilidad que esto acabe. Una vida humana vale mucho, merece un respeto, sea de donde sea y haya nacido donde haya nacido. Solo así aprenderemos que la vida es dignidad. Nuestra misión como ciudadanos y ciudadanas democráticos es defenderla para que así los cementerios marinos no aumenten de personas que salen de su país en busca de libertad, bienestar, dignidad que como seres humanos tienen y merecen.

No hay día que nos despertemos que no aparezca la imagen en los informativos y en los periódicos de una persona muerta después de volcar una patera en la que viajaba junto a decenas de seres humanos para llegar a alcanzar la libertad, buscar un bienestar y recuperar una dignidad, como personas que son. Muertes irracionales en insensatas cada día, que no respetan ni la edad, ni la condición social, ni el el género. Y son irracionales estas muertes porque irracional es que los países y sus gobernantes permitan todavía que existan dictaduras, gobiernos que humillen, degraden y maten a seres humanos solo por conservar su tiranía egocéntrica e indigna. Porque insensato es ver cómo cada día salen imágenes de niños, mujeres, ancianos —en resumen, seres humanos— que, apiñados, llegan a las costas de España y de otros países europeos costeros en pateras, en colchonetas, en un estado lamentable y que, por desgracia, un tanto por cien muy elevado no llegará nunca, pues desaparecerán en el cementerio del mar. Mientras tanto, los gobiernos ni legislan ni hacen nada o discuten de cupos absurdos o incitan al aumento del odio a la población en la que por fin y con suerte llegan aquellos que sobreviven buscando sus derechos como seres humanos.

Basta ya de discusiones absurdas y luchemos todos y todas juntos por hacer que estas muertes cesen, paren radicalmente y que los países recuperen la racionalidad y la sensatez , puesto este es el único camino para la convivencia y para el respeto a los derechos humanos y, sobre todo, para devolverles la dignidad que se les ha usurpado. Para acabar este artículo me gustaría adjuntar un relato, como si fuera, o fuéramos alguno de ellos.

LLevo varios días hacinado en esta barcaza, por decir algo. Acabo de ver cómo dos de mis compañeros han acabado en el mar, después de una pelea por un vaso de agua. Hemos intentado ayudarles algunos, otros han pasado, pero por desgracia el mar esta intranquilo y no los hemos podido sacar pese a sus gritos de ayuda. Al cabo de varios minutos han desaparecido, como el otro día desapareció una madre cuando se lanzó a recuperar a un bebe de pocos días que se había caído. Ya son mas de 10 personas. Digo personas por decir algo, porque aquí más parecemos animales hacinados camino del degolladero de la muerte, que personas que quieren recuperar su dignidad, su libertad, su derecho a vivir.

En los momentos de soledad no paro de recordar mi vida en el pueblo, del que salí hace tres años. ¿Mi vida? ¿ Mi pueblo? Qué lejos lo veo todo, qué cerca lo siento a la vez. Pero también me siento con esperanza de ver pronto la playa, una playa de ese lugar que debe ser el principio de mi dignidad, de ser de nuevo un ser humano, de poder convivir en libertad. No le temo al trabajo, no le temo a no dormir. Es más, no le temo a la muerte que parece acechar continuamente a esta barcaza. Lo único que temo es que ese lugar al que voy a llegar me rechace, me trate como era tratado en el pueblo, no solo yo sino todos los que ahí convivíamos, por decir algo. Éramos tratados como animales, solo les faltaba marcarnos. No teníamos, no tenemos libertad, nuestra voluntad depende del político autoritario y déspota de turno que es capaz de denigrarnos y aplastarnos solo para que él y su familia puedan vivir mejor. Un pueblo donde las mujeres solo son objetos de violaciones continuas por los soldados que defienden al político gobernante. Un pueblo donde nos latigan, nos despedazan, nos matan o violan y matan a nuestras mujeres delante de nosotros para que aprendamos. O lo peor, nos obligan a matar a nuestros famiiares nosotros mismos.

De eso he huido. Por eso salí hace años del pueblo y pasé por tres estados, donde fui nuevamente humillado e incluso violado. Por eso estoy ahora en esta barcaza, que no sé si me llevará a la playa, a la libertad, a recuperar mi derecho a ser humano o me llevará a la muerte. Pero yo ya estaba muerto, por lo que ¿no es mejor luchar por vivir que vivir muerto?

No sé si llegaré, no sé si me recibirán con los brazos abiertos, solo sé que, pase lo que pase, nunca volveré a ser tratado como un animal. Soy un ser humano y quiero ser tratado como tal. Estaros quietos, no os mováis, vais a volcar la patera. Parad, parad, parad...

Noticia de última hora: Una patera con más de 30 personas ha desaparecido cerca de las costas de Melilla. No hay supervivientes.

Esto podría ser, como he dicho, el relato de uno de los que cada día vienen en patera a nuestras costas, y de algunos de los que nunca han llegado. También podría ser el relato de los miles de personas que forman la caravana y caminan hacia Estados Unidos. Personas que solo han salido de sus países por buscar un mejor lugar para vivir, para volver a ser personas. Mientras, los países a los que llegan o vienen no hacemos nada, nos peleamos por los cupos, incitamos a la xenofobia y al odio a estas personas. O peor: les culpamos de todos los males de nuestra sociedad, incluso aunque no hayan llegado. E incluso como en Estados Unidos se les pone alambradas o se les manda al ejército, les indican que las piedras serán como armas y se les responderá con balas, e incluso se les quiere contrastar con otra caravana de granjeros llenos a los que se les ha llenado de odios. Basta ya de hipocresías e insensateces y manipulaciones. Por eso espero que este artículo sirva para crear conciencias y que nos unamos todos y todas por la convivencia y la igualdad, solo así seremos todos libres, y seres humanos. ______________

Ximo Estal Lizondo es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats