La guerra siempre, la guerra interminable
En una tertulia reciente sobre lo que ocurre últimamente en Palestina/Israel, escuchaba a un tertuliano que era hora de desmontar algunos mitos. Entre ellos, señalaba como mito relevante del conflicto a la religión: “este no es un conflicto religioso ni milenario, este es un conflicto producto del colonialismo”. Eliminar de una tacada el elemento religioso de un conflicto entre fundamentalistas judíos y árabes es, como mínimo, una temeridad. Ahora bien, si lo que se pretende es poner en valor el actual orden internacional (que lo condiciona todo) que trasciende lo religioso y/o nacionalista para hablar de geopolítica, es otra cosa.
El ataque de Hamás a Israel que ha pillado a todos con el “carrito de los helados” no es que haya sorprendido a los responsables políticos de los dos sistemas de espionaje más sofisticados del mundo (con el permiso de Rusia), EE.UU. e Israel. En el caso del primero, es la segunda vez que queda en evidencia; el ataque a las Torres Gemelas dejó al elefante desnudo. En cualquier caso, la “nueva” guerra o la última versión de la guerra de siempre, de consecuencias inciertas, tendrá repercusiones en todo Oriente Medio y por extensión en todo el mundo. Junto con los muertos es la única certeza por el momento.
El día del ataque de Hamás, se cumplía medio siglo de la guerra del Yom Kippur (que, por cierto, también cogió a Israel “en pijama”) y cuyo vencedor político (militarmente la ganó Israel) fue el egipcio Anwar el-Sadat, muñidor de los acuerdos de Camp David junto a Menájem Beguin y Jimmy Carter. El primero fue posteriormente asesinado por el fanatismo religioso y, 14 años después, otro artífice de otro intento de paz, Isaac Rabin, también fue asesinado por un integrista judío (¿Es un mito la religión?)
Lo cierto también es que el ataque se produce cuando Israel se empezaba a sentir “cómodo” en sus conversaciones con parte del mundo árabe, tras el reconocimiento de países árabes como Emiratos, Bahréin y Marruecos, con el “entusiasmo” y apoyo del Tío Sam. Israel tocaba con la yema de los dedos su caza mayor, el reconocimiento de Arabia Saudí, quien había puesto como condición volver a las negociaciones para una solución del pueblo palestino.
El ataque se produce cuando Israel se empezaba a sentir “cómodo” en sus conversaciones con parte del mundo árabe, tras el reconocimiento de países árabes como Emiratos, Bahréin y Marruecos
Lo cierto también es la pregunta que todos nos hacemos. ¿Qué diría la “Comunidad Internacional” si Palestina fuese Ucrania? ¿O es una pregunta retórica o infantil? En cualquier caso, las posibles respuestas, inevitablemente, vendrían matizadas por el drama del pueblo palestino de los últimos 50 años, atrapado por una doble violencia, la ejercida por los gobiernos israelitas y la de sus “protectores”, Hamás. Por ello, el periodismo serio habla de la guerra de Hamás con el gobierno de extrema derecha de Benjamín Netanyahu. O si queremos (por hablar en plata) entre dos miserables corrupciones. Hamás no es el pueblo palestino, de la misma manera que Netanyahu no es el pueblo israelí. ¿O ya hemos olvidados las multitudinarias manifestaciones de hace pocas semanas contra el corrupto Netanyahu que pretende acabar con la democracia para salvar su culo del banquillo?
Finalmente, procede no olvidar o, mejor, tener siempre en cuenta el contexto y la memoria. Sin memoria ni contexto, todo análisis termina siendo tramposo. Son los gobiernos de Israel quienes vienen masacrando al sufrido pueblo palestino. Israel lleva años, demasiados, bombardeando, asfixiando la economía, humillando a dos millones largos de palestinos que habitan en un pequeño territorio de 40 kilómetros de largo por 10 de ancho (Gaza). Por ello, tiene razón el periodista Antonio Maestre cuando señala, inequívocamente, el contexto y la memoria: “Hamás es una organización terrorista que se alimenta y expande por la violación de los derechos humanos por parte de Israel y los imperios coloniales desde 1917. Cada ocupación, cada masacre sionista, cada niño muerto, cada casa destruida por los colonos, cada expulsión de una familia de sus tierras es un menor armado con un kalashnikov”.
Ami Ayalon, ex jefe del servicio secreto de Israel (nada sospechoso de ser un rojo irredento) ha dicho: “Tendremos seguridad cuando ellos tengan esperanza”. Supongo que algo sabrá de esto, digo yo.
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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.