Sobre el idioma ¿preferente? al que ahora llaman “la lengua común”

Antonio García Gómez

Que dicen que es el garante de la unidad soñada por los “imperialistas” de guardia, siempre vigilantes contra cualquier fisura que pueda llegar a sufrir el edificio patrio, al cuidado de, al menos, unos pocos…, de sus fielatos, de sus haciendas, de sus palabros que ellos solo pueden “usar y tirar”, a conveniencia.

“Según la Constitución de 1978, Título Preliminar, Artículo 3.3, “La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”.

En contra de esta nueva oleada integrista, la enésima, de la mareona de costumbre, adalid en la defensa de la esencia “hispana”, se supone, en este caso, en defensa de la utilización unilateral del idioma español, ante la temida posibilidad, más cierta que probable, de que, precisamente en la sede de la soberanía popular, se pueda, “se respete y se proteja” la utilización de las lenguas “cooficiales” de nuestro país, entiéndanse tales como el castellano, el catalán, el euskera, el gallego, sin que, en principio, debiera molestar a ningún biennacido en esta “vieja piel de toro” llamada España, crisol de razas, culturas, pueblos, costumbres y demás tradiciones… fundamentada aquella soberanía, exactamente, en el Capítulo 2 de la ya mencionada Constitución de 1978 con el siguiente párrafo: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las “nacionalidades” y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. 

Es escandaloso y cansino que aún existan cancerberos cerriles y empecinados en negar el pan y la sal a la pluralidad

Cristalino, pues, el mensaje y la directriz, para los unos y para los otros, pero especialmente para quienes llevan un tiempo intentando “apoderarse de la letra y el espíritu” de la manoseada Constitución. 

Como para ponerse ahora de los nervios, más papistas que el papa y reivindicar el uso “exclusivo” del castellano, le llaman ahora “la lengua común”, en detrimento de las otras lenguas, recuerdo que son cooficiales, ni siquiera para disimular el atropello sufrido por quienes fueron reprimidos en su tiempo a expresarse, a comunicarse en sus lenguas maternas. Y ya de paso para qué molestarse en satisfacer a quienes además de la lengua común saben, sienten, se expresan, deciden manifestarse en su lengua amamantada desde la cuna, desde su aldea, desde su deseo personal e intransferible, haciendo uso de una lengua “cooficial”, con todos los pronunciamientos cumplidos y certificados. Pues no, “todos al suelo”, quiero decir todos en prevengan ante la “lengua común”.

Como sucedía en el tiempo de la dictadura, que muchos han encalado hace tiempo y que obligaba a los maestros de entonces a prohibir y castigar cualquier uso de tales lenguas vernáculas, por ejemplo, tanto en la escuela como en la calle, como recordaba el poeta Margarit, que siempre recordó el bofetón recibido en plena calle al ser escuchado en su idioma materno. Que entonces sí que la lengua común era de obligado y exclusivo cumplimiento.

Y es escandaloso y cansino que aún existan cancerberos cerriles y empecinados en negar el pan y la sal a la pluralidad, en este caso lingüística, que caracteriza a nuestro país, para bien según entendemos muchos, con respeto y aliento protector a quienes y a lo que tiene más dificultad de mostrarse con naturalidad y derecho a hacerlo.

Bienvenida, entonces, la posibilidad de que, a partir de ahora, puedan escucharse “nuestros idiomas” comunes en el Parlamento de nuestro país. “Nuestros idiomas” comunes, los de todos, mal que les pese a los “vigilantes exhaustivos de las esencias”. Una vez más.

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

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