Librepensadores

‘Je suis Rita... mais pas Barberá’

Raúl Gómez Sánchez

Como casi siempre que están en juego aspectos esenciales para nuestra convivencia, y ahora estamos decidiendo el sentido evolutivo de nuestro modelo de país durante los próximos cuatro años cuando menos, el debate tiende a simplificarse reduciéndose a la elección entre dos sensaciones, dos pulsiones más que ideas, solo aparentemente nítidas. Y digo que sólo aparentemente porque suele ocurrir que la simplicidad de ideas y planteamientos es inversamente proporcional a su fidelidad al mundo real y sus problemas. Y aquí se nos está pretendiendo vender que solo se puede elegir entre un gobierno de Rajoy y el PP, extremadamente conservador, y un gobierno progresista o reformista del PSOE. Y esto desnudando ambos conceptos de cualquier revestimiento crítico, a base de anular cualquier contenido esencial.

Bien es cierto que, viendo los últimos síntomas de la España preconstitucional que Rajoy nos deja como herencia, leguleyamente defendidos desde la propia Constitución por sus arteros artífices -hablo de la persecución a la libertad de expresión en los casos de Rita Maestre y en el de los titiriteros, o a la de acción sindical, como en el de los ocho trabajadores de Airbus, tenazmente perseguidos por la fiscalía fielmente apegada a la ley mordaza y a la reforma del código penal, del mismo modo que la judicatura laboral se orientó en paralelo a la negación de la dignidad de los trabajadores que ordenaron las reformas laborales de PSOE y PP- ganas dan de sumarse al maniqueísmo oficialista y rendirnos, al son de "je suis Rita", al objetivo único de desalojar del poder al PP.

Pero, decía, la realidad es compleja, lo que en absoluto es incompatible con que la excelencia resida en la búsqueda de soluciones sencillas; solo que a ellas se llega inevitablemente a través de procesos tan complejos como la propia naturaleza. La teoría unificada de las fuerzas del universo, paradigma de la explicación sencilla de la materia y el espacio-tiempo, tan ansiada por Einstein y otros científicos menos famosos, es tan compleja que aún no se ha conseguido un siglo después. No diré que de la misma forma, sino solo que viene esta reflexión al caso de que, siendo el desalojo del PP una condición ineludible para sobrevivir democráticamente en nuestro país, ello no puede llevarnos a la convicción de que su sustitución por un gobierno presidido por el líder del PSOE colme, siquiera mínimamente, las necesidades de democratización de nuestro sistema político. Porque esa simplificación oculta quién es el PSOE que ahora se presenta como paladín de la lucha contra los ultraliberales que, ciertamente, asolaron el suelo patrio; como si fueran la única solución a los problemas originados por el PP. Una vez más, la realidad es compleja y el PSOE no es uno. Hay un PSOE de raíz socialista, el que, ya en los tiempos modernos, alumbró la socialdemocracia que hizo avanzar décadas a nuestro país. Pero existe el PSOE liberal, el que inició las reformas laborales de 2010 con el objetivo de acabar con los derechos de los trabajadores que decidieron utilizar como leña en el hogar de los mercados, precisamente aquellos derechos que había defendido su alma contraria, la socialista. Extravagantemente, para mayor gloria de la entropía de esta organización, a esa segunda alma pertenecen hoy los principales líderes de la sensibilidad del partido que en su día hicieron gloria democrática, socialdemocrática. PSOE, por lo tanto, son unas siglas; pero lo que tras ellas se esconde es un maremagnum de ideologías, sensibilidades, curriculums, lealtades y sus contrarias, en fin, que no nos define prácticamente nada.

Siendo así, deberíamos todos convenir que sólo importan los contenidos de un supuesto programa de gobierno. El líder del PSOE gusta de utilizar, en el juego de trileros en que están intentando convertir la escenificación pública de las negociaciones para la formación de gobierno, artimañas como la perversión del lenguaje, con el fin de confundir a sus votantes; así, habla de gobierno "progresista y reformista" para definir al supuesto pacto entre él mismo, Ciudadanos y Podemos. Que sepamos, reformista por excelencia lo ha sido el gobierno del PP; con las reformas, que debieran haberse llamado "contrarreformas" pues vinieron a revertir los logros en materias laborales, sociales, sanitarias, educativas, de género y un sinfín de aspectos más, hemos llegado a liderar la desigualdad en la UE. Ahora el PSOE quiere un gobierno eufemísticamente "reformista", es decir, con Ciudadanos, que no solo no repudia la reforma laboral -tampoco lo hace el PSOE en su totalidad, solo en aspectos de la de titularidad del PP- sino que quiere instaurar el contrato de "despido único", claro que semigratuito. Y amenaza Sánchez con un gobierno de esa calaña. Si eso es lo que desea, adelante, al precipicio. Tiene en su mano el futuro de esa organización, pero la gente se lo ha dejado muy claro: ha de trabajar para los trabajadores, por las clases populares, hoy burguesamente llamadas "medias".

En lo que respecta a Podemos, he tenido la paciencia de leerme los 98 folios de su propuesta de programa de gobierno. He de decir que me ha sorprendido... por su moderación. Desgraciadamente, uno ya está entrado en años y puede recordar y comparar. Y no sólo punto por punto programático, sino, sobre todo, y ahí creo que reside la mejor sabiduría de la que podemos enorgullecernos los talluditos, por el espíritu, por la actitud, por la intención; creo que he reconocido la misma fuerza vital y la misma intención anímica que recuerdo de los programas del PSOE del 78 y 82. Es un programa que, errores aparte, es moderado, popular, democrático y muy, pero que muy, adecuado a nuestras actuales necesidades vitales como país. ¿Lo del referendum? creo que está abierto a que el PSOE proponga soluciones mejores, o más realizables, para lo que también Podemos pretende con su propuesta -que le ha llevado a liderar la izquierda en Cataluña y País Vasco en base a la misma, no lo olvidemos-, pero mientras no las haya ¿qué gobierno tiene viabilidad sin soluciones a ese problema?

Desde mi punto de vista, en este país hemos tenido suerte con la existencia -e injusta supervivencia con dos diputados por un millón de votos- de un político que se llama Alberto y se apellida Garzón que creo que nos sorprenderá en el futuro, más allá de lo que hoy me ha sorprendido a mí por ser quien ha propuesto la que, entiendo, es la única salida para la formación de un gobierno que responda a las necesidades de nuestra nación, una vez que fue asolada por el ultraliberalismo antipatriota del PP: un programa de gobierno de PSOE, Podemos, IU y Compromís.

Ese gobierno, finalmente, sería capaz, además, de evitar que tengamos que arriesgarnos a sonrojantes procesos penales por gritar "Je suis Rita... mais pas Barberá" [Soy Rita, pero no Barberá].

Raúl Gómez Sánchez es socio de infoLibre

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