Librepensadores

Me lo llevo puesto

Félix Serrano Alda

Nacemos con lo puesto, desnudos. Y sólo nos llevamos con nosotros, al morir, todo lo que en la vida hemos ido acumulando de experiencias vividas, sabiduría, emociones sentidas, afectos, disgustos, fracasos, honores, deshonores, alegrías y satisfacciones familiares.

Bueno, y algunos, los dos dientes de oro que les instalaron hace veinte años, el marcapasos o el bótox de quienes soñaban con estar eternamente bellos y tan sólo van a estar eternamente muertos junto a nosotros.

Por eso no vale la pena acumular riquezas materiales en forma de propiedades, vestidos, disfraces, coches, huertos o fincas. Sólo la impresionante admiración que nos causó ver la puesta de sol en el Caló des Moro de Ibiza o Templo Tanah Lot en Bali, la inmensidad del Cañón del Colorado o la nimiedad del aleteo del pájaro carpintero que en un documental de La 2 me explicaron que es capaz de mover sus alas 55 veces por segundo mientras está quieto, 61 veces por segundo cuando se mueve hacia atrás y 75 cuando va hacia adelante.

Un pasito palante, María, un pasito patrás. Aquella vez que en la boda de tu sobrino Lucas te volviste loco en la pista de baile y a los sones de Ricky Martin lo diste todo recordando tus años en que abrías las pistas de las discos a los sones del Staying Alive o cerrabas las barras con el último sorbetón de tu Knochando on the rocks.

Eran otros tiempos en que, como siempre te ha gustado ser del equipo ganador, te apuntaste a los Whiskey Malt y te reías de los Gin and tonics de los más sweeties y su Beefeater.

Como todas las cosas son cíclicas y circulares, al final los Gin and tonics se han vengado de nosotros y se han impuesto en Spain. No existe otro combinado más glorioso en estos tiempos de la postverdad y los postgintonics. Si acaso van sacando tónicas y gins de colores para que la gente no se sienta uniformada y puedan demostrar variedad de colores, ya que no de sabores.

Por eso, dude, cuando recordamos nuestros años mozos y aquellos años de disco que nos sacaron del agro y nos igualaron con los mejores fiestones newyorkinos de tres noches –no había días-, de nuestro, entonces admirado, Warhol para que inmortalizar Lou Reed en alguna de sus songs; no recordamos los horribles atuendos que nos calzábamos, sino las chavalas con que nuestros amigos más atractivos ligaban y nosotros las resacas que al día siguiente nos recordaban nuestro amargo devenir fiestero.

Por eso, cuando quieras hacerte con algo de valor para llevarte a casa que no sea en el cuerpo, en la mochila o en el coche, a ser posible que sea en el alma. Vivencias, no propertiesproperties.

¿O pensáis que el Warhol se llevó a la tumba su inmortalizada lata de Tomatoe Soup? Nos la dejó para nosotros y para el enriquecimiento de Mr. Campbell y sólo se llevó lo puesto. ¡Ah! y las gafas.

Little Joe never once gave it away. Everybody had to pay and pay, a hustle here and a hustle there. New York City is the place where they said: hey Joe, take a walk on the wild side”. _______________

Félix Serrano Alda es socio de infoLibre 

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