Librepensadores

Malversación democrática

Amador Ramos Martos

Si ubicáramos en una balanza el peso democrático de los votos depositados por los ciudadanos en las dos últimas elecciones en un platillo y en el otro el de los beneficios electorales derivados de sus resultados para los mismos, el primero, hundido por el peso de ambos sufragios, desplazaría el fiel de la balanza homolateralmente hasta su extremo.

Sufrimos un preocupante desequilibrio democrático entre una ciudadanía ejemplar que de forma mayoritaria se ha acercado a las urnas en dos ocasiones y el nulo resultado de su esfuerzo a consecuencia de la incapacidad de los elegidos para llegar a pactos que permitan la investidura de un candidato que cumpla dos requisitos básicos: un reconocido prestigio político que a su vez, le dote de la autoridad moral imprescindible para aglutinar –incluidos adversarios ideológicos- con un mínimo consenso, la necesaria “masa crítica” que permita formar gobierno.

Pero lamentablemente, andamos huérfanos tanto de lo uno, la presencia de líderes políticos con prestigio, como de lo otro, su capacidad de generar consensos que sin ser contundentes, permitan desbloquear la situación de “discapacidad política” en la que este país lleva sumido nueve meses.

Sufrimos metafóricamente como cuerpo social un prolongado y antinatural embarazo electoral con un feto del que desconocemos su sexo político e ideológico dando muestras de sufrimiento y un equipo de obstetras, incapaces de tomar decisiones adecuadas para disminuir los riesgos de un parto peligrosamente distócico, y con la incertidumbre añadida de la viabilidad del futuro neonato.

Dejando aparte las metáforas obstétricas, lo que la situación política actual deja en evidencia es la incompetencia de nuestra, no sé si “casta” o “élite” política, incapaz de modular o aparcar sus exigentes maximalismos partidistas y articularse en un consenso básico, que eso sí, debe edificarse sobre una verosímil “regeneración ética de mínimos” –lo que de entrada, excluye y siento decirlo a algunos- que devuelva la credibilidad y dignidad democráticas a nuestro degradado sistema político.

No sólo no nos representaban, lo peor, lo más lamentable, es que los dos viejos partidos, lastrados por sus corrupciones en el caso del PP, y por su deriva ideológica que ahora trata de reconducir, en el del PSOE, siguen sin entender el porqué del origen del malestar y hartazgo ciudadano desencadenado hace años, e incapaces tras dos elecciones, de cuajar mayorías que les permitan bien en solitario o con apoyos congruentes políticamente, conformarse como alternativa de gobierno.

Para conseguir este objetivo, necesitan a los nuevos partidos que tratan a su vez de ubicarse y hacerse fuertes en sus nichos de poder político. Poniéndose con calculada ambivalencia estratégica en el caso de Ciutadans -un comodín táctico- al servicio de los viejos partidos y de los poderes reales, o resistiéndose caso de Unidos Podemos, a ser manipulado, lo que determina de momento su exclusión preventiva por el resto de partidos.

Fruto de los excesos ideológicos-tácticos y de las líneas rojas que alejan o excluyen la posibilidad de pactos y la formación de gobierno, nos han abocado políticamente a un callejón sin salida, anclados como están a sus exclusivos intereses, o a los de terceros ajenos al hecho democrático, y lejos de las demandas de los ciudadanos, beneficiarios últimos de la política.

El PP sobrevive manoteando en la fosa séptica ética en que ha devenido el partido sin recibir el castigo electoral añadido que en mi opinión se merece, y tratando de convencer al electorado de su renovado espíritu regeneracionista que el goteo de corrupciones que no cesa, demuestra como falso e impostado. Un modelo político de partido en los límites peligrosos del “populismo bananero”. 

El PSOE debatiendo sus desavenencias territoriales jacobinas en luchas intestinas en el Comité Federal, pero dispuesto –algunos barones lo han explicitado de forma contundente- a pesar de pregonarse como abanderado otra vez del “recambio” de aquel amortizado “cambio” y en un acto de “congruencia”... ¡a ceder el gobierno al PP y a Rajoy! Un reincidente descarrío, que sus bases y votantes no entenderían y que situarían al partido al borde del cisma o de su hundimiento definitivo.

Ciutadans de aquí para allá, de derecha a izquierda de arriba a abajo, revoloteando en su papel de Pepito Grillo de la conciencia del resto de partidos.

Pregonando su amable pragmatismo liberal. La cara renovada tras un precipitado lifting regeneracionistalifting y ético que disimula las arrugas ideológicas del viejo neoliberalismo y garantiza el poder de influencia política de la derecha económica. Ajeno a sus incongruencias y contradicciones, que restan su credibilidad en el intento de “tocar poder” a cualquier precio, y siempre dispuesto a apoyar si hace falta y da igual: a Rajoy, a Díaz, a Sánchez, a Cifuentes o... al mismísimo diablo, eso sí, siempre que sea el galán invitado del pacto.

Unidos/Podemos, destinatario del espontáneo malestar ciudadano tras la caída en desgracia de la vieja política, alumbró un paradigma y un espacio-tiempo político nuevos con un discurso alternativo frente al confortable “duopolio” bipartidista. Es la pieza a abatir de forma orquestada por el poder financiero y mediático con el apoyo más o menos explícito del resto de partidos, pero se resiste a ser ninguneado intentando mantener la credibilidad de su discurso inicial, y sabedor de que más temprano que tarde, tendrá que renunciar a su “adanismo” –lo mejor es enemigo de lo bueno- y hacer concesiones sin renunciar al núcleo ético ineludible, si aspira a aumentar su parcela parlamentaria que no es pequeña, y ser opción en futuros gobiernos.

Para complicar más lo ya complicado, los nacionalismos periféricos, aceleran “centrífugamente” en sus demandas territoriales y poniendo a prueba la fuerza centrípeta del jacobinismo o fervoroso españolismo que los excluye del derecho no ya a la independencia, si no al de consulta. Derecho este –de consulta- que el resto de partidos tratan maliciosa y fraudulentamente de “colarnos” como sinónimo político del de “secesión”, lo que es falso, ya que el ejercicio democrático de aquel y su resultado no determinan, ni garantizan la necesidad ni el éxito de este último.

Es la defensa del derecho a decidir amparado por Unidos/Podemos -un tabú para el resto de partidos “constitucionalistas”- y no su programa económico, lo que convierte a Podemos en la “bicha” innombrable en cualquier intento de pacto... un adversario democrático –guste o no- y acosado, señalado como el enemigo a abatir precisamente por el sistema político que nos ha conducido al estado de degradación democrática en que estamos sumidos.

En esta opereta bufa de intereses cruzados -cada partido busca posiciones ventajosas para ser el “macho alfa” en los pactos hasta ahora imposibles o para solucionar sus desavenencias internas- los ciudadanos, con su pesada carga de carencias a consecuencia de la crisis e ignorados por sus representantes, han acudido pacífica, democrática y ejemplarmente en dos ocasiones a ejercer su derecho al voto con el resultado ya conocido.

Derrochar el inmenso caudal democrático depositado en las urnas por los electores en beneficio intuyo que propio (de los partidos) o de terceros (poderes no democráticos), es en mi opinión un desprecio absoluto a la democracia, a sus reglas básicas y una irresponsable desverguenza por parte de los elegidos.

Todo lo acontecido en este esperpento electoral que podría ser infinito, constituye una aberrante “malversación democrática” de la voluntad popular por parte de nuestros irresponsables políticos, cuyas consecuencias, como siempre, estamos pagando y seguiremos pagando en exclusiva los ciudadanos, víctimas que no beneficiarios como debiéramos ser de la buena política.

PD: me acaba de entra en el móvil, y perdonen la expresión por cierto muy popular en los límites de la corrección y el respeto, un guasap viral -les habrá ocurrido a muchos- donde con humor descarnado el autor, nos alerta de los riesgos provocados por el hartazgo y desencanto ciudadano con los políticos y que dice: “El voto a su puta madre repunta en las encuestas y roza la mayoría absoluta”.

Lo reproduzco sin ánimo de ser ofensivo y con absoluto respeto a las madres de nuestros representantes pero: ¿Se darán por aludidos los malversadores de nuestra democracia, nuestros incompetentes y narcisistas políticos?

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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