Librepensadores

Los ojos de la madre

Mayte Mejía

El corazón se nos rompe de múltiples maneras: por desamor, infidelidad, fracaso, traición, envidias, desengaños… Pero si hay algo que le deja noqueado y absolutamente deshecho, entre otras cosas porque todo a su alrededor salta por los aires, es sobrevivir a los hijos, teniendo que gestionar su entierro o la amargura de no poder recoger sus restos mortales. Levantarse una mañana, y comprobar que la habitación, la choza o la cabaña están vacías y tomadas por la fuerza del silencio que paraliza y revienta el cemento o el adobe, es de las peores experiencias que le toca vivir a una persona, junto al ahogo que produce saber que los próximos amaneceres apenas serán luminosos, porque la injusticia se ha cebado con ellos. Pienso en el dolor de la madre del soldado jordano al que quemaron vivo dentro de una jaula, y se me contraen las tripas al imaginar tal barbarie, y el final de esa mujer que, horas después de haber visto las crueles imágenes de la ejecución, rota de dolor, tuvo que ser hospitalizada tras sufrir un grave infarto que acabó también con ella.

No es fácil empatizar con el sufrimiento de otra persona cuando uno no ha pasado por una experiencia similar ni ha sentido que la desdicha arranca de las entrañas una parte importante de ti. Quiero suponer que su corazón prefirió parar las máquinas, ante la imposibilidad de no volver a acariciar la cara de su hijo, a que a partir de entonces los abrazos fueran invisibles, los besos tuvieran que depositarse en un hueco escondido entre las montañas y las nubes, o que a la llegada de la noche, rodeada de todo el misterio que la precede, fuera con la imaginación hasta la cama fantasma de su vástago a arroparle y no encontrara nada más que sus propias lágrimas…

Sin embargo, reflexiono y me acojona la capacidad de aguante que tenemos otras veces los seres humanos, parecida a una forma pizpireta de chapuzarse en el lodazal de la miseria y emerger airosos, fortalecidos, centrados y con todos los componentes repuestos para seguir batallando. Y hacerlo en nombre de los que ya no podrán construir un futuro, de los que han caído por defender una idea, una realidad o la propia vida, aquellos a los que se les ha arrebatado la posibilidad de convertirse en hombres y mujeres ilustres, en amigos fieles e incondicionales, en profesionales dignos de ejercer su oficio al servicio de los demás, en emprendedores de métodos nuevos de convivencia; en definitiva, en ilustres personas, y no en héroes olvidados en portadas amarillentas con la fecha borrada.

Mayte Mejía es socia de infoLibre

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