¿Qué está pasando?
Hace unos años, Antonio Muñoz Molina evocaba el asombro ante la fragilidad de aquellas cosas que habíamos considerado siempre como inmutables en Todo lo que era sólido. Últimamente, me acuerdo mucho de aquel libro. No entiendo qué está pasando. Tantos son los mitos que se me caen.
¿Qué pasa con la primera democracia occidental? Cómo es posible que el presidente Trump haya intentado un golpe de Estado y revertir el resultado de las elecciones de 2020, instigando incluso un asalto violento al Capitolio para impedir la ratificación de la victoria de su oponente, todo ello retransmitido por las cámaras de televisión, y que, cuatro años después, no sólo no haya pasado nada, sino que es el más que probable candidato republicano a las presidenciales y con muchas posibilidades de victoria final. Quién podía pensar que algo así sucedería en Estados Unidos y, además, que no tuviera consecuencias, que incluso el Partido Republicano, el de la ley y el orden, le apoye sin apenas fisuras. Por si esto fuera poco, el mismo Trump está siendo investigado por los tribunales acusado de 91 delitos y ha sido ya condenado en varios juicios. Declarado culpable de violación, ha sido sentenciado a pagar cinco millones de dólares de indemnización, pero no a ir a la cárcel. Si te sobra la pasta, puedes permitirte violar a una mujer. Y que no tenga consecuencias en su electorado. ¿Cómo es posible?
En todo el mundo occidental, los partidos de derecha y de ultraderecha, cuya popularidad no para de crecer, niegan sistemáticamente la ciencia, desde el efecto de la quema de combustibles fósiles en el cambio climático, pasando por las vacunas o incluso la existencia del COVID. Para ellos, la libertad equivale a la ausencia de imposiciones. Por eso rechazan las normas, aunque sean necesarias para la convivencia. Nadie me va a decir a mí si puedo conducir o no un coche del tamaño de un camión pequeño con un motor diésel de 300 caballos, ni me va a obligar a vacunarme o a llevar mascarilla o a impedir que vaya a donde me dé la gana. Como decía Aznar, quién es la DGT para decirme cuánto puedo beber.
¿Dónde queda la tan cacareada separación de poderes? El comportamiento obsceno de los órganos del Poder Judicial y de algunos jueces para hacer política o para impedir hacerla prueba su alineamiento con ciertos intereses políticos
¿Dónde queda la tan cacareada separación de poderes? El comportamiento obsceno de los órganos del Poder Judicial y de algunos jueces para hacer política o para impedir hacerla prueba su falta de independencia y su alineamiento con ciertos intereses políticos. Este tampoco es un fenómeno exclusivo de nuestro país. En Estados Unidos, Trump confía en que los jueces que él nombró para el Tribunal Supremo acaben protegiéndole de lo que él describe como una persecución judicial. En España, el Partido Popular, plenamente consciente del conservadurismo del colectivo, pretende imponer que sean los propios jueces los que elijan a los miembros del Consejo General del Poder Judicial y de los altos tribunales. Esta propuesta sería, a mi modo de ver, contraria a la Constitución, puesto que en su Artículo Primero dice que La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. Pues si el Poder Judicial, uno de los tres principales poderes del Estado, emana del pueblo, el pueblo tiene que intervenir en su elección y nombramiento, aunque sea a través de sus representantes.
¿Qué ha pasado con los medios de comunicación? El derecho de los ciudadanos a acceder a una información veraz nunca ha sido tan precario. Los medios siempre han respondido a una cierta ideología, pero se intentaba respetar una ética profesional que imponía unos límites que ahora han saltado por los aires. Su falta de credibilidad ha empujado a muchos ciudadanos a informarse en las redes sociales, todavía peor. Nuestros políticos contribuyen a esta ceremonia de la confusión, ya que todo vale en la lucha política, como cuando se reacciona a las críticas a la actuación del Gobierno de Netanyahu en la guerra de Gaza acusando al que las formula de antisemita. Por la misma regla de tres, ¿habría que considerar antiespañol al que critica la actuación del Gobierno de Pedro Sánchez?
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Juan Pedro de Basterrechea es socio de infoLibre.