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Vamos pudiendo

José María Barrionuevo Gil

Hace tiempo, incluso unos cuantos años años, cuando se empezaba a hablar de sumar, pensamos en un Podemos con IU; mejor que un UP, porque parecía que no se ofendía a las siglas de IU. Incluso lo insertamos en la página de Podemos. No es por nada, pero Podemos, si podemos templarnos los ánimos, puede seguir siendo algo parecido a un sueño, que no se nos caiga al poner los pies en el suelo.

La diversidad de siglas y de "nominaciones", incluso con personalidades territoriales cuasi personales, que, por supuesto, han surgido por el territorio de la izquierda, nos dan pie a pensar que sería cuestión de articular una confederación, que a nivel estatal sería Podemos, pero a nivel autonómico sería "Podemos con...", que no debería estar cerrado tampoco a una sola sigla asociada. Si esto provoca que se limen las asperezas que los caudillismos (con perdón) pudieran hacer aflorar, no estaría de más que los liderazgos fueran más efectivos y menos huérfanos, precisamente por las acciones y no solo por las proclamas. Si Yolanda Díaz actúa y lo hace bien se nota sin proclamas extemporáneas, que para ello ya tenemos a las derechitas, las cobardes y las valientes y las vacías y las ausentes de todas las dimensiones clásicas conocidas, de largo y de ancho y de alto.

A estas alturas de nuestra memoria democrática, que no debe reparar en refuerzos y que, a todas luces, deben ser lo más pedagógicos posibles, no tenemos más que repetirnos lo que hace ya años dijimos, al constatar que Podemos no era una sigla más, hija del “siglo de las siglas”. Podemos de sigla no tiene nada, era un sintagma, que nos recordaba a la plaza Sintagma de Atenas, de feliz memoria por su historia y por su significado, tanto lingüístico como histórico. Podemos no es una fría sigla nominal, estática por más señas, por muchos colores que la puedan orlar. Podemos, desde entonces, ya era un sintagma verbal, un sintagma activo, que por sí solo nos invitaba a pensar de otra manera. Era una invitación a pensar en compañía, a pensar que no estamos ni solos ni impedidos ni supeditados a que nos las den todas. No era solo una proclama, sino una invitación a dejar comodidades, sobre todo, las comodidades del pensamiento que se queda estático y nos deja, como espectadores, totalmente expectantes. Sin prisas y sin pausas aún estamos a tiempo de abrir los linderos.

En medio de un panorama, que por ello debe estar a la vista de todos, siempre que los ojos de todos no estén demasiado entornados como para perderse los entornos y contornos políticos más preciados por una ciudadanía, que sabe ejercer por sus capacidades y no por sus deslumbres, se nos antoja que no es mal camino ir actuando sin insultar a nadie ni perdernos en un mar proceloso que nos lleva a nadar para nada. No deben ser nuestras aguas ni nuestras arenas tan movedizas las que nos paralicen y nos dejen encerrados en capillismos que impiden poder ver las luces exteriores que son a las que debemos contribuir con nuestras manos y nuestras cabezas.

Si se ha podido atender la cuestión catalana tan embrollada y enjuiciada como para no sacarnos de quicio, el proceso hacia el entendimiento -y sobre todo por la acción y la unidad de tantas izquierdas que no solo disuelven los principios sino que nos emborronan los fines, que se desgajan en taifas de nuevo y eterno cuño- ese proceso, decimos, es un imperativo, aunque solo sea democrático.

No podemos dejarnos vencer por victorias, tanto locales como parciales, sino que construyendo una unidad y entendimiento que todos nos merecemos, hagamos algo más fácil y hasta más ancho el camino para todos, porque las victorias parciales pueden resultarnos pírricas si seguimos sin echarle tiempo a la unidad, tanto pacífica como pacificadora, que una gran mayoría nos merecemos.

Podemos decir que Podemos es todo un sintagma activo y respetable y respetuoso, que se desenvuelve siempre en el presente, en un presente tan indicativo que no puede quedarse anclado en el pasado ni tiene que precipitarse en un alocado futuro por no haber aprendido del tan clásico carpe diem, sabiendo que a “la ocasión la pintan calva y hay que cogerla por los pelos”.

Nos parece que en ningún movimiento político, y ha sucedido más de una vez, ha habido esa voluntad de echarse hacia un lado y dejar que la política siga fluyendo porque, lo que importa es el bienestar de la colectividad y el compromiso de la acción política que beneficia a todos y que no pierde el tiempo en santificar a nadie porque no se trata de elevar a los altares ni de echar a los leones.

José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre

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