El roce y los roces

José María Barrionuevo Gil

“En todo el mar conocido / del uno al otro confín” recitábamos en aquellos años mozos, como si de un juego escolar se tratara. Es que en aquellos días de aquellos interminables años, teníamos nuestros momentos de asueto con letras de poemas que parecían no decir nada, que eran un alegre juego, un divertimento casi infantil. Lo mismo nos dejaban estas canciones para relax de nuestros días, no fuera a ser que nos diéramos cuenta de la tensión que sufrían nuestros mayores en aquellos tiempos de autarquía social, económica, religiosa y política. Sin embargo, hoy podemos decir que quienes finamente se “dejaron educar” en aquella autosuficiencia siguen igual de listos, igual de prepotentes, igual de despectivos, si no más.

Al menos, en aquellos tiempos, difíciles, por supuesto, en que las familias se recogían, en su mayoría, en pequeñas viviendas, a veces de una sola habitación, era de obligado cumplimiento la unión familiar. En aquellos senos afectivos sentíamos, aunque no fuera un mandamiento universal, que el roce hacía el cariño. La conformidad nos mantenía cercanos y hasta pacíficos, aunque alguna que otra vez escucháramos radio Pirenaica.

Hoy sabemos que veinte años no son nada; y que cuarenta y sesenta, tampoco. Hoy, sin querer queriendo, hemos ampliado nuestros espacios, pero parece que se nos ha cansado la vista para lo cercano y la miopía ha emborronado los perfiles, y que por todo ello, nuestras miradas se han nublado y siguen mirando y, a pesar de los años, sin querer ni poder ver.

Aunque esté a la vista que “el roce hace el cariño”, ya no se vislumbran con tanta claridad los beneficios de las cercanías, de las empatías casi congénitas, de las proximidades amables y ha tenido lugar una revolución panóptica que ha vuelto, una vez más, las miradas un tanto airadas más que irisadas, porque los iris siguen un tanto escleróticos y las pupilas se mantienen endurecidas, “por no hacer mudanza en su costumbre”. Tras las durísimas y “modélicas” provocaciones de la modélica transición a la nueva Constitución que se gestaba, no faltaron gestos, de sobra conocidos, para que no se pudiera llegar a buen puerto, incluso con muertes violentas de por medio.

Los roces se constituyen, artificialmente, en un salvoconducto que solo favorece a los llamados “salvadores de la Patria”, pero no a la Patria

Desde entonces, el paradigma de los roces parece no haber desistido ni un momento, porque los roces, al contrario que el roce, no hace nada por el cariño ni por la cercanía, que se aprovecha, a estas alturas de democracia, hasta en el parlamento, no solo para armar ruido, sino para armarla sencillamente, porque la educación no ha podido llegar a tanto que haya podido dar alas para superar el adoctrinamiento puro y duro, con que nos regalan muchas de sus señorías, que muestran, a las claras, que en cualquier momento pueden oscurecer la clara democracia que todos nos merecemos y que, incluidas ellas, necesitamos.

Los roces nos hacen daño, nos deterioran el cuerpo social y nos producen hasta escoceduras en el alma, la nuestra y la de la convivencia.

Los roces se constituyen, artificialmente, en un salvoconducto que solo favorece a los llamados “salvadores de la Patria”, pero no a la Patria. El patrioterismo, así como el popularismo, viene haciendo juego con las miradas tan endurecidas de jóvenes compañeros y compañeras de viaje, que, ni entonces ni ahora, tuvieron la oportunidad de que la educación les ofreciera la oportunidad de ver claro que la diversidad es enriquecedora, pero que la riqueza, monopolio u oligopolio de ideas, puede ser lo más cicatero, racionalmente, que puede adornar y alumbrar las mentes.

La falta de flexibilidad nos ha obligado a todos a comprender por qué se cedió después (de M. A. Blanco) y tarde con el tema del terrorismo, porque luego hubo acercamientos de presos y liberaciones, de las que ahora no se dice nada, porque los roces les son necesarios todavía a algunos.  

Igualmente, no se ha dejado que negocie Ucrania con la denostada Rusia, porque los intereses militaristas y económicos del Tío Sam estaban servidos en bandeja. Ahora nos llegan diariamente los horrores, pero no los recientes e intencionados errores. Parece que Putin ha pensado dejar Ucrania como la encontraron, hace muchos años. Por supuesto que estamos en contra de Putin y de Eta (que no existe). Llegar a acuerdos, después de tanto ruido, no solo de sables, no es de recibo. Hasta Maroto pactó con Bildu, deseando que “cunda el ejemplo”. Seguir con alborotos y roces constantes en el Parlamento y fuera de él, no los necesitamos y menos los merecemos.

----------------------------------------------------

José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats