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Ruido

Librepensadores nueva.

Julián Goñi Salvador

En la canción de Sabina que se titula “Ruido”, hay una estrofa que dice:

“Y con tanto ruidoNo se oyó el ruido del mar”.

El ruido dificulta oír (entender) lo importante, y cuanto mayor es el ruido más difícil es entender.

El ruido puede ser físico, en forma de sonido, pero no es ese el que ahora me interesar analizar. Existen otros muchos ruidos, es decir, maneras de impedir que se entienda algo. ¿Por qué hacer ruido? ¿A quién le interesa que haya ruido? Porque entender supone ser conscientes, y ser conscientes, es decir, oír el sonido del mar, conocer la verdad, no interesa a quienes detentan el poder. Hay múltiples maneras de generar ruido para confundir a las personas y evitar que sean conscientes de la verdadera realidad. Una sería la utilizada por Goebbels, y que consiste en repetir machaconamente una falsedad; otra, abrumar con multitud de información contradictoria; una tercera sería insistir y recalcar lo secundario, dejando lo importante en un segundo plano…

Existe, además, una versión mucho más sutil y, por tanto, difícil de detectar, consistente en mezclar los planos ético y político, de tal manera que, cuando se juzga un acontecimiento político, se valora con criterios éticos y, a la inversa, cuando se trata de juzgar un acontecimiento ético, se utilizan criterios políticos. Esta última está muy de moda, como lo demuestran las declaraciones de Otegi a propósito del aniversario del abandono de la lucha armada de ETA, y las respuestas que dichas declaraciones han provocado en diversos partidos políticos, medios de difusión y un amplio espectro de lo que se considera “opinión pública”.

No distinguir lo que es ético de lo que es político es, o bien un error, o bien un medio de manipulación. Y en el texto leído por A. Otegi hay elementos éticos y elementos políticos bien delimitados.

Así, el punto 1 es un balance político de lo ocurrido en estos diez últimos años, donde se recalca el cumplimiento por parte de ETA del compromiso con el fin de la violencia.

El punto 2 expresa, al inicio, una valoración política cuando señala que esa decisión de ETA y de la izquierda abertzale es estratégica, es decir definitiva. A continuación, muestra la necesidad de que todas las víctimas, sin excepción, es decir, las de ETA y las del Batallón Vasco Español, el GAL, etc., sean reconocidas y reparadas, y manifiesta un sentimiento ético hacia el dolor de las víctimas que la violencia de ETA ha provocado, y una voluntad también ética de ayudar a mitigar ese dolor.

En el punto 3 se hace una referencia política a la situación en la que se encuentran las personas presas, proponiendo que la decisión de ETA de abandonar la violencia, apoyada por aquellas, tenga una compensación por parte del Estado.

Por último, en el punto 4 se manifiesta una intencionalidad política al expresar el compromiso por defender el diálogo y la negociación, las vías pacíficas y democráticas, como medio para dirimir las diferencias, y se hace una postrera referencia política al problema nacional y a su necesidad de solución.

Pues bien, una crítica mínimamente objetiva debería partir de la separación de ambos ámbitos, y señalar qué y por qué es censurable o alabable, desde el punto de vista ético, lo que en el texto hace referencia a él, y lo mismo en lo referente al punto de vista político.

Pero, la política, hoy en día, no es la ciencia que enseña cómo organizar una determinada sociedad, ni el arte mediante el cual se aprende a gobernar, como se nos intenta hacer creer, sino la ciencia que enseña cómo lograr el poder, y de la cual el arte de generar ruido es un instrumento. Y, como ocurre con todas las artes, en la de la política también hay artistas del ruido. En eso, habrá que reconocer que la derecha en general y su vertiente fascista han creado escuela. Cuando pierden el gobierno -que no el poder, el cual, por desgracia, no reside en el pueblo como falazmente se anuncia- se quedan sin el trampantojo con el que adormecer a la ciudadanía, y comienzan los conciertos de ruido: ruido en el Parlamento, ruido en los medios de difusión que controlan -la mayoría- ruido en los mensajes que transmiten, ruido en los templos, ruido de sables, ruido de togas…

La confusión, como el río revuelto para los pescadores, es su ganancia, porque cuando la verdad no se puede distinguir por el ruido generado, termina por dejar de importa.

Julián Goñi Salvador es socio de infoLibre

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