El silencio de las especias
Para quien disfruta –o padece– un olfato notable, el silencio de las especias es una experiencia tan sorprendente como desagradable: ocho días desprovisto de un arma de orientación, sobre todo culinario, te descoloca y genera cierta inseguridad; sin poder discernir mínimamente las cantidades de ajo, pimentón o jengibre, aunque acostumbre a calcularlo a ojo siempre que andas atareado en la cocina.
El individualismo ha invadido con fuerza la conciencia social. Las campañas ultraliberales funcionan; con mentiras y medias verdades, más y mejor. "Las inteligencias medianas ceden siempre al aplomo que las fascina", decía doña Emilia Pardo Bazán. Si partimos de una premisa falsa el argumento será, necesariamente, manipulador. Mirar hacia otro lado no funciona cuando se convierte en un maldito bumerán y te suelta una colleja de aplastante realidad; a fuerza de huir de esa realidad, el ser humano puede convertirse en un producto de su imaginación, con grandes porcentajes de error. Es conveniente darse contra un muro de sensatez cuando conduces en dirección contraria, como un suicida, por muy alienante que te parezca seguir la corriente mayoritaria. Lo lapidariamente inamovible, en ocasiones, acaba bajo una làpida.
La ciencia no es tan retorcida si no la retorcemos. Date un baño de inmunidad. Es como la ducha: si no lo haces por ti, que sea por los demás.
Eduardo Prieto es socio de infoLibre